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José Ignacio Wert, el 'amigo' de los becarios

Laura Villar, estudiante de último curso de Periodismo y Comunicación Audiovisual.

Laura Olías

“Me he dejado el trabajo final de grado para poder ser becaria un año más”, admite Laura Villar, estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid. Pronto cumplirá 25 años y lamenta ampliar su formación otro curso, pero cree que es su mejor opción. “No te cogen si no es como becaria; yo tengo un Ciclo de Grado Superior en Realización y no me han llamado de ninguna productora de las decenas en las que eché mi currículo”, dice.

El Ministerio de Educación está trabajando en un decreto que prevé modificar las condiciones de los miles de universitarios en prácticas de formación, también denominados becarios, y que llevará al Consejo de Ministros en los próximos meses. De momento, ya ha encontrado el respaldo del Consejo de Estado, según adelantó Infolibre.

Desde la reforma de las pensiones de 2011 aprobada por el Gobierno socialista, las empresas están obligadas a dar de alta en la Seguridad Social a los estudiantes beneficiarios de prácticas remuneradas, “lo que no supone ni 40 euros al mes para los contratantes”, afirma Enrique Martín, de Comisiones Obreras.

Sin embargo, la postura del ministro de Educación, José Ignacio Wert, “desde un primer momento, es que las prácticas curriculares no coticen y las extra curriculares sí”, afirman fuentes de su cartera. Las prácticas en empresas pueden formar parte de los planes de estudios de las carreras universitarias, ciclos formativos y otros estudios (como una asignatura más de su programa), o pueden ser ajenas a los currículos.

Como Laura, Diego (nombre ficticio) también amplió voluntariamente sus estudios para optar a un puesto de redactor en prácticas, en un periódico nacional. En su caso, suspendió adrede una asignatura. “Lo que supone que después pagas una segunda matrícula, que es mucho más cara”, apunta.

Los periodos de prácticas están pensados como una experiencia temporal que contribuya a la formación de los alumnos y a su conexión con el mundo laboral. Sin embargo, la tasa de un 55,48% de desempleo juvenil provoca que esta opción sea apurada al máximo por muchos estudiantes ante la falta de oportunidades.

Qué implica la cotización

Qué implica la cotización

“La cotización de los estudiantes en prácticas se consiguió gracias al acuerdo de sindicatos y empresarios, para ayudar a las carreras de cotización de aquellas personas en situación más precaria”, explica Enrique Martín. Desde el sindicato son conscientes de que estos contratos son la vía de empleabilidad de muchos estudiantes a día de hoy y la cotización en la Seguridad Social supone un reconocimiento de su trabajo y derechos: “No tienen derecho a la prestación por desempleo pero sí cuenta de cara a su futura jubilación, y ante casos de invalidez y enfermedad”.

El Ministerio ha transmitido a CCOO que su postura se justifica por un “alto coste”. “No son ni 40 euros, no es un alto coste. Educación se respalda en la petición de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) de que esta cantidad puede desincentivar el número de empresas ofertantes de plazas de prácticas, pero no nos parece cierto”, afirma Martín.

El reponsable sindical recuerda que este coste ni siquiera lo asume sólo la empresa. “Son 34,72 euros al mes a cargo de las empresas y 6,09 a cargo de los becarios”, recoge una nota informativa de CCOO. Además, se trata de un gasto deducible, con lo que el coste real para los contratantes se sitúa en torno a los 25 euros al mes, calculan.

“En mi caso, prefiero cotizar porque, de algún modo, todo lo que hemos trabajado queda reflejado en algún sitio”, opina Diego a sus 26 años. Por el momento, es parte del equipo de comunicación de una empresa, gracias a un contrato en prácticas de seis meses, pero antes ha escrito para tres periódicos diferentes de tirada nacional. En total, acumula contratos de este tipo desde 2012, que suman más de un año cotizado. Un periodo significativo para el cálculo de su jubilación, que cada vez requiere más años para cobrar el 100% de la pensión.

En el caso de Laura, sus prácticas en una televisión local en el plan de estudios del ciclo formativo y su trabajo como montadora en una serie de televisión, gracias a la asignatura de prácticas de su carrera, son ajenos a la Seguridad Social porque no recibió por ellos ninguna contraprestación económica.

“No hay obligación para que los becarios cobren, pero si lo hacen, deben cotizar”, afirma Enrique Martín. El problema es que no se puede saber el número total de becarios en España ni cuál es el porcentaje de los que cobran y de aquellos que no reciben contraprestación, debido a la inexistencia de un registro oficial. Con todo, el sindicato calcula que hay unos 70.000 jóvenes con contratos de prácticas remunerados. “Creemos que la empresa que paga a sus becarios no va a dejar de hacerlo por 40 euros al mes”, dice Martín.

La cotización de los becarios, a pesar de pequeña cuantía que alegan los sindicatos, ya había sido objeto de debate tiempo atrás. Apenas unos meses después de la aprobación de la reforma de las pensiones, el mismo Gobierno dirigido por José Luis Rodríguez Zapatero intentó anular lo aprobado en la ley a través de un decreto. La norma fue más tarde tumbada por el Tribunal Supremo tras una demanda presentada por CCOO. “Excluía de la cotización a aquellos beneficiarios de ”unas prácticas externas universitarias“, una restricción aún más amplia que la que propone Wert”, cuenta Martín. Durante la vigencia del decreto, se redujeron a casi la mitad las 40.000 altas que se habían registrado.

“Los becarios no deben sustituir a un trabajador”

Por otro lado, la cotización supone un modo de control para las empresas. La Seguridad Social tiene constancia de las contrataciones de becarios, que deberían recibir una formación y tener unas condiciones especiales fruto de su condición. “Lo que pasa es que muchas veces, hacemos el trabajo de un empleado más” –critica Diego– “No es que no quiera trabajar tanto, sino que me gustaría que se me reconociese en el sueldo y en el contrato”.

“Las prácticas académicas no pueden ser utilizadas por las empresas como un puesto de trabajo más, eso es fraude”, recuerda Enrique Martín. Laura y Diego se alegran de haber tenido un primer contacto con sus profesiones a través de las prácticas, pero consideran que debería ser una experiencia temporal. Laura tiene claro que las próximas prácticas que acepte serán remuneradas: “Ya tengo casi 25 años y todavía tengo que pedir dinero a mis padres hasta para salir a tomar algo. Con esta edad y trabajando, te da cosilla”.

A veces, las prácticas permiten dar el salto a un puesto más estable. Victoria P. (23 años) consiguió un contrato de trabajo en una empresa tras seis meses como becaria, que convalidó por una asignatura optativa. En su caso, una compañía de logística y transporte le ofreció un puesto temporal de otro semestre en el departamento financiero de la empresa.

Esta estudiante de Administración y Dirección de Empresas también pasó un año más en la universidad de lo previsto en su plan de estudios. “Me quedó una asignatura y tampoco me puse las pilas para sacarla, porque así podía seguir siendo becaria y ampliando mi experiencia en el currículo”. Antes había trabajado en una entidad bancaria, con lo que en total suma un año de prácticas en su carrera. Con la reforma que propone Wert, en la Seguridad Social sólo tendrían constancia de la mitad.

En septiembre, Diego se enfrentará de nuevo a la finalización de su periodo de prácticas y no prevé que lo contraten. Sin embargo, va a cerrar su expediente. “No puedo eternizar la carrera para siempre”. ¿Alternativas? “Me iré al extranjero a estudiar algún idioma o trabajaré en alguna tienda de ropa o algo similar para poder mantenerme en Madrid y seguir buscando de lo mío”, dice.

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