Evitar el contagio entre jóvenes es fundamental para proteger a los más vulnerables ante el coronavirus

“Para salvar vidas hay que detener la transmisión del virus”. Este ha sido y es el mantra que repite el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Las vidas de los más frágiles ante la llegada del coronavirus a sus cuerpos que, según los datos ya acumulados sobre la pandemia, son los más mayores y ya enfermos. 

Si Sanidad intenta frenar el ritmo de contagios es, sobre todo, para que el sistema sanitario no se desborde, colapse y sea incapaz de atender, precisamente, a los pacientes más graves. “Aplanar la curva”, lo definen los epidemiólogos para referirse a la gráfica que representa el aumento de casos a lo largo del tiempo. Cuanto menos pronunciada sea, más tiempo tienen los sistemas sanitarios para atender y prepararse para asistir pacientes según vayan llegando a centros médicos.

Desde el inicio de la ahora declarada pandemia, el estudio de los casos más severos de COVID-19 indica cómo se concentran en personas de edad avanzada y, además, aquellas que tuvieran ya algunas patologías previas. Pero el virus se transmite con facilidad, “no tan eficientemente como el de la gripe, según la OMS, pero con rapidez: de las vías respiratorias, mediante las micropartículas expulsadas al toser –por ejemplo–, a las manos y de las manos a una superficie u otras manos que lo llevan a ojos, boca o nariz.

Así que, las personas que tienen el coronavirus, pero lo superan sin gran dificultad, como un hombre o una mujer de 20, 30 o 40 años o los niños, lo pasan a un ritmo de entre 1,5 a 2,4 nuevos casos por cada infectado. Entre ellos, a estos grupos que ya se ha demostrado que tendrán problemas serios de salud. El director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, lo explicaba al relatar la decisión de suspender las actividades escolares: “Evitar que los niños lleven el virus a casa”.

El perfil de los enfermos y las víctimas

La observación de los brotes en Wuhan (China) e Italia han ofrecido perfiles sobre los pacientes que fallecieron tras contraer COVID-19. El Instituto Superior de Sanidad de Italia estudió 105 casos de muertes con coronavirus. La edad media de esos pacientes estaba en 81 años. Este jueves, Italia ha informado de que más de dos tercios de los 188 fallecidos en las últimas horas superaban los 68 años. En el estudio chino sobre dos centenares de pacientes, se vincularon los fallecimientos a la edad avanzada y el aumento en un 10% del riesgo de morir en el hospital por cada año extra del ingresado.

Ambos estudios estadísticos también han indicado que los enfermos que derivan en un estado crítico presentaban ciertas enfermedades previas. En China, la mitad de los estudiados tenían patologías: el 30% hipertensión, el 19% diabetes y un 8% enfermedad coronaria. Otro factor que han asociado a la mortalidad es el de deficiencias en la coagulación sanguínea.

El Instituto Italiano comprobó que dos tercios de los fallecidos hasta el 4 de marzo presentaban tres o más patologías anteriores. La enfermedad más presente también fue la hipertensión, seguida de la cardiopatía isquémica y, de nuevo, la diabetes. “Se trata de personas muy frágiles y que presentan el mayor riesgo”, explicó el presidente del organismo Bruno Brusaferro. Conocer estas características permite detectar en un estadio más temprano a los pacientes que necesitarán mayores cuidados.

Una población envejecida

En España, la población en riesgo, solo por edad, supera los 2,8 millones de personas con 80 o más años –los mayores de 70 suman 6,6 millones–. En el principal foco de transmisión actual, el de la Comunidad de Madrid, llegan a los 365.000, según los datos de 2019 del Instituto Nacional de Estadística –el grupo de 70 años o más lo componen 864.000 personas–.

Sin embargo, desde los servicios sanitarios, también se informa de que están en grupos con mayor riesgo los enfermos cardíacos, aquellos con patologías respiratorias, los inmunodeprimidos... sin importar la edad. Esa es la dimensión a la que se enfrenta el sistema sanitario.

Cierre escolar. Teletrabajo. Suspensión de las fallas, de competiciones deportivas, de eventos culturales. Varias de estas medidas afectan sobre todo a grupos jóvenes o muy jóvenes. El objetivo es detener los vectores, los vehículos que transportan el coronavirus y lo contagios a los más vulnerables. Pero de nada sirven si aquellos que no se sienten compelidos por estas medidas restrictivas –porque no se sienten en riesgo– siguen haciendo una vida social activa. Por eso tanto en Italia como en España se multiplican los mensajes que apelan a la responsabilidad colectiva y recomiendan quedarse en casa.

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