Mireia Ventura: “El fenómeno de las nuevas drogas es peligroso, no tenemos mucha información”
“Los mercados de la droga responden a la oferta y la demanda, y actualmente tenemos los productos más puros y la mayor cantidad de drogas disponible”. Mireia Ventura coordina el servicio de análisis de sustancias de Energy Control, de la ONG ABD, una iniciativa pegada al terreno que se dedica a analizar las drogas de los espacios de fiestas y ofrecer información “objetiva y veraz, sin opinar”. También coordina la red de servicios de análisis de Europa, la Trans-European Drug Information (TEDI), que monitoriza los mercados recreativos de drogas europeos.
Ventura conoce la droga que circula por la calle. Y advierte –sin moralinas, como información de servicio para el usuario– de que la composición y disponibilidad de las drogas está cambiando en España y en Europa. Como referencia, la UE calcula en su último informe sobre los mercados de drogas que el mercado del éxtasis mueve unos 500 millones de euros al año y produce entre 50 y 70 millones de pastillas, cada vez más potentes y suficiente producción como para abastecer todo el consumo europeo.
Como todos los mercados, el de las drogas evoluciona, busca soluciones cuando se encuentra con problemas, cuenta esta experta, licenciada en Farmacia. Un ejemplo, quizá un poco extremo, de lo inesperadas que pueden resultar las dinámicas que lo moldean: la celebración de los Juegos Olímpicos de Pekín se tradujo en una sequía de éxtasis en todo el mundo durante un tiempo.
¿El motivo? Los precursores que utilizan los productores de éxtasis para fabricar la droga venían de China, y con el cierre de fronteras se cortó el grifo, explica Ventura.
Pero, hecha la ley hecha la trampa. Como no se podía utilizar el precursor estándar (la sustancia química que, una vez tratada, se convierte en éxtasis), cuenta Ventura, los traficantes buscaron otra manera de hacer MDMA. Porque la demanda seguía ahí.
“Existe una cierta lógica [por parte de los cuerpos policiales y de seguridad] de que si controlas la sustancia de la que se parte, no habrá drogas. Pero los productores encontraron sustancias parecidas, que además ni siquiera están en las listas” de fiscalización de sustancias prohibidas por la ONU, argumenta.
“Así, no estás moviendo nada [ninguna sustancia] ilegal. Esto ha llevado a que en la producción de éxtasis se ha abaratado mucho el coste. Entonces, hay mucho más MDMA en el mercado y la cantidad de éxtasis en cada pastilla es más alta de lo que nunca habíamos visto”, explica. “Hace unos diez años, la dosis de cada pastilla era de unos 50 miligramos. Actualmente, está en los 200”.
“Esto es una información muy importante, porque como es un mercado ilegal no se conoce”, advierte Ventura. Y es una circunstancia a tener en cuenta a la hora de consumir. “A la gente que nos contacta le parece útil conocer la composición de las drogas que va a consumir y es sensible a adaptar su consumo al contenido real de la sustancia que ha traído a analizar. El mensaje del miedo ya no sirve con esta población, hay que dar mensajes más inmediatos y adaptados a cada persona”.
El efecto altavoz
Esta experta, conocedora del mercado de las drogas en la calle, advierte también sobre los mensajes que lanzan los medios de comunicación (“tienen un efecto altavoz”) y sobre la proliferación de las llamadas “nuevas drogas”, variaciones de las drogas tradicionales, siguiendo el principio anteriormente explicado de buscar sustancias alternativas que no aparecen en los listados de materias prohibidas por la ONU.
“La industria farmacéutica ha investigado, y existen centenares de sustancias con efectos parecidos a las drogas que conocemos. Estas nuevas sustancias han proliferado en los países donde la legislación es severa. Seguimos con el mismo principio de siempre: el que quiere consumir, consumirá; quién quiera producir, producirá”, relata Ventura.
El problema de estas sustancias es, precisamente, que por ser nuevas no se conocen bien sus efectos. “Tenemos mucha información de las drogas tradicionales”, ilustra la experta. Como resultado de décadas de consumo por millones de personas, se conocen sus efectos a medio y largo plazo, cómo afectan a las diferentes personas.
“El fenómeno de las nuevas drogas es peligroso, no tenemos mucha información. No hay estudios médicos detrás ni se han consumido masivamente. Algunas se ha visto que son peligrosas”, afirma. “Y el gran problema es que estas sustancias proliferan en centros de menores con muchos controles de drogas, porque al ser sustancias nuevas no aparecen en los controles”.
Se refiere Ventura por ejemplo al cannabis sintético, conocido como Spice, que proliferó en su momento. O las llamadas “sales de baño”, que alcanzaron notoriedad cuando un sin hogar en EEUU mordió a otro en plena calle, supuestamente bajo los efectos de estas sustancias (más tarde se supo que el hombre tenía problemas mentales y solo había consumido marihuana, pero ya era tarde). Lo mismo sucedió con unos productos llamados legal highs, que se comercializaron en Reino Unido “en paquetitos de un marketing muy agresivo dirigido a jóvenes. Les vendían que era una mezcla de plantas, vitaminas, y que todo era legal. Y como en las islas británicas las drogas son poco disponibles, proliferaron mucho”, pone como ejemplo.
Ventura acaba planteando sus dudas respecto a los resultados de la guerra contra las drogas. “Nos planteamos si ha funcionado. La guerra contra las drogas realmente es una guerra contra las personas. Evitar que existan drogas en este mundo es una utopía, van a estar siempre, y en el momento en el que intentas obstaculizar la producción de sustancias lo acaban pagando las personas”, expone.
“No digo que no tenga que haber un control de la oferta, porque está claro que el crimen organizado tampoco mira por las personas, pero existen modelos en los que la distribución de sustancias ilegales no tiene por qué pasar por el crimen organizado: ocurre con las asociaciones de consumidores de cannabis, donde se cuida la producción por los responsables y además, con una cierta formación, pueden proveer de información y reducción de riesgos, gestión del consumo... Es un modelo mucho más humano que mira por las personas”, concluye.