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Los experimentos de Volkswagen con monos cuestionan los límites sobre la investigación con primates

Tres de los más importantes fabricantes de automóviles alemanes están siendo fuertemente criticados tras saberse que financiaron experimentos en los que se usaban monos para tratar de demostrar que las emisiones de los motores diésel no son dañinas para la salud. Prácticamente al mismo tiempo, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU (FDA, por sus siglas en inglés) anunciaba la suspensión de otro experimento en el que se utilizaban primates no humanos para estudiar la adicción a la nicotina. Ambos casos ponen de manifiesto las dificultades éticas que existen a la hora de abordar las investigación con animales, en una sociedad en la que la preocupación por el bienestar animal es cada vez mayor.

Después de respirar durante cuatro horas las emisiones que salían del tubo de escape de un motor diesel, un grupo de monos fue analizado por un equipo de investigadores del laboratorio Lovelace Biomedical (EEUU). El objetivo declarado del experimento, financiado por los fabricantes de Volkswagen, Mercedes-Benz y BMW, era determinar el daño que provocaban los gases, pero sus resultados nunca se publicaron y no queda claro qué le sucedió a los animales, según revelaba la semana pasada el periódico The New York Times.

No es el único escándalo relacionado con la investigación con primates en los últimos días. El pasado mes de septiembre, la primatóloga y activista Jane Goodall envió una carta a la FDA en la que aseguraba sentirse “impactada” tras conocer que se estaban realizando experimentos de adicción a la nicotina “crueles e innecesarios en monos”. El director de la agencia, Scott Gottlieb, decidió entonces suspender los experimentos e iniciar una investigación que concluyó la semana pasada con el cierre definitivo del proyecto y el traslado de los monos a un santuario.

En un comunicado publicado el pasado viernes, Gottlieb aseguró que había quedado claro que “el estudio no era consistente con los altos estándares de bienestar animal de la agencia” y anunciaba que estos hallazgos eran una muestra de que el programa de animales de la FDA debía ser revisado. En un discurso similar, el portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, aseguró que los experimentos financiados por las empresas de automóviles no tenían “ninguna justificación ética ni científica”.

Bordeando los límites de lo aceptable

La investigación con animales está sometida a una legislación que se ha renovado mucho en las últimas décadas y que establece una serie de controles para que todos los procedimientos que puedan causar daño a un animal sean valorados por uno o varios comités éticos formados por profesionales en bienestar animal.

Los primates no humanos son los animales más protegidos por la actual legislación europea, que prohíbe los experimentos con grandes simios, como gorilas, chimpancés, bonobos y orangutanes, y que permite el uso del resto de primates “únicamente en aquellos ámbitos biomédicos esenciales para el beneficio del ser humano”.

Sin embargo, no siempre es fácil establecer dónde está el límite de lo necesario. “Ese es el quid de la cuestión y es algo que es difícil de objetivar”, asegura a eldiario.es Javier Guillén, director para Europa y Latinoamérica de AAALAC International, una asociación que evalúa y acredita programas de cuidado y uso de animales de experimentación. “Es un tema ético muy complejo, pero si asumimos que es necesario encontrar tratamientos para distintas enfermedades, está claro que, a día de hoy, los animales siguen siendo necesarios”.

Dos experimentos polémicos, pero muy diferentes

La investigación suspendida por la FDA es un claro ejemplo sobre lo difícil que es determinar dónde está el límite de lo tolerable. En declaraciones a The New York times, el profesor de biología del comportamiento de la Escuela de Medicina Johns Hopkins, Jack Henningfield, se mostraba contrario al cierre del proyecto y abogaba por una modificación de sus condiciones, ya que el estudio, que calificó como un “importante servicio a la humanidad”, se realiza “para abordar preguntas realmente importantes sobre la naturaleza de la adicción al tabaco”.

Sin embargo, la vicepresidenta de la Sociedad Española para las Ciencias del Animal de Laboratorio, Isabel Blanco, muestras sus dudas en este caso. “Si la finalidad hubiera sido conocer la evolución del cáncer de pulmón, que es uno de los más letales, podría tener cierta justificación, pero por el problema de adicción, no lo tengo tan claro”.

Con respecto al estudio financiado por las empresas automovilísticas, existen más sombras que luces. Blanco reconoce que es difícil hacer valoraciones sin conocer más datos sobre el estudio, pero asegura que el experimento en sí mismo podría ser aceptable “si las concentraciones de dióxido de nitrógeno son similares a las que percibe cualquier animal de un zoo que viva en una gran ciudad”.

Sin embargo, el problema de este estudio no se encuentra en el experimento, sino en el posible objetivo final de una investigación, que ha sido financiada por una empresa de automóviles. Según Guillén, “la financiación no se tiene por qué conocer en todos los casos”, pero, de conocerse, “podría influir en las decisiones”.

Por su parte, Blanco segura que “una finalidad como la de mejorar la imagen de una empresa hubiera sido muy discutida en el comité” y el proyecto habría sido “posiblemente rechazado”. El problema, señala esta especialista, es que los comités éticos “no pueden hacer elucubraciones sobre la verdadera finalidad del experimento” más allá de la información que viene incluida en los documentos que se presentan para valorar el proyecto.

La ley promueve las alternativas

La legislación comunitaria indica que se debe “tratar de facilitar y fomentar el avance de enfoques alternativos” a la experimentación animal. Sin embargo, “el problema es que los métodos alternativos están muy limitados en la actualidad, carecen en muchos casos de validación o no han sido suficientemente desarrollados para equipararse a los resultados que se obtienen con animales”, asegura Guillén. Según un documento de consenso publicado en 2016 por la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), “para el estudio de procesos que afectan a varios órganos simultáneamente, como en el cáncer, o a órganos complejos, como el cerebro, los métodos alternativos no son suficientes y la investigación tiene que recurrir al uso de modelos animales”.