Un virus con el potencial de desatar una pandemia humana se extiende por las granjas de uno de los países más grandes del mundo como nunca antes se había visto. Un número indeterminado de trabajadores presenta síntomas y algunos dan positivo. También lo hace un hombre sin que se sepa cómo el patógeno llegó hasta él. Sus contactos con síntomas no son analizados ni su existencia es comunicada. La secuencia genética tarda tres semanas en compartirse. Los alimentos contaminados escapan a las medidas sanitarias. La comunicación oficial avanza a trompicones y con retraso.
Este descontrol no ocurrió en China durante las primeras semanas de la covid-19, ni tampoco en un país sin recursos tecnológicos: hablamos de Estados Unidos y de la gripe aviar H5N1, que desde hace casi un año se extiende entre sus vacas entre saltos puntuales a humanos.
La buena noticia es que el temido patógeno no parece ser capaz de desatar una pandemia de gripe humana tan devastadora como numerosos comentaristas temen desde hace años, en ocasiones con un exceso de alarmismo. La mala es que, cada vez más, esto lo sabemos gracias a la incapacidad de Estados Unidos para controlar, vigilar, testear y comunicar su crisis. Son fallos que inevitablemente recuerdan a la pandemia de covid-19 y que preocupan de manera creciente a los expertos desde hace meses.
“En el caso de la gripe aviar Estados Unidos nunca ha ido por delante, siempre ha estado por detrás”, explica a elDiario.es la viróloga del Laboratorio de Referencia de Gripe y Virus Respiratorios del Centro Nacional de Microbiología-Instituto de Salud Carlos III, María Iglesias.
“Muy bien no lo están gestionando, porque uno espera más de un país al que nadie puede igualar a nivel individual de laboratorios y expertos, pero la respuesta de salud pública y la parte de sanidad animal está siendo bastante deficiente”, comenta la viróloga veterinaria en el Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria Elisa Pérez.
Hasta ahora, la gripe H5N1 se había extendido entre las vacas lecheras infectando su tejido mamario y transmitiéndose a través de la maquinaria de ordeño —algo que no se ha detectado hasta ahora en otros sitios—. Además, algunos trabajadores en contacto con animales habían dado positivo o presentado síntomas. Todo esto, en un contexto de falta de datos que dificultaba saber qué estados y cuántos rebaños estaban afectados, ni cuántos trabajadores estaban siendo testeados.
El último capítulo de esta historia nos lleva a Misuri, donde el 6 de septiembre se reveló que una persona había dado positivo sin que existiera un contacto conocido con animales —ni con leche cruda de vacas infectadas—. La secuencia del patógeno, que podía revelar si el virus estaba mutando para adaptarse mejor al ser humano, tardó tres semanas en ser compartida. También con retraso se fue informando de que un contacto del paciente había mostrado síntomas sin que se le tomaran muestras y, más adelante, que también lo hicieron hasta seis sanitarios que lo habían atendido, lo que elevaría el clúster hasta las ocho personas.
Si esto hubiera pasado en un país de Latinoamérica estaríamos diciendo que no son capaces de secuenciar y pidiendo que manden la muestra a Estados Unidos
En ausencia de resultados de PCR, los investigadores llevan semanas esperando las serologías del paciente de Misuri —que podría confirmar si el positivo por H5N1 fue una infección real contra la que se desarrollaron anticuerpos—, la de su contacto y, ahora, la de los sanitarios. Antes de que este posible clúster fuera comunicado al público, la jefa de la unidad de enfermedades emergentes y zoonosis de la OMS, Maria Van Kerkhove, ya dijo que Estados Unidos “podía y debía” hacer más.
Según Stat, estos análisis de anticuerpos no estarán, como mínimo, hasta mediados de octubre. Pérez no se muestra muy preocupada por los sanitarios en contacto con el paciente de Misuri, pero sí por la falta de comunicación: “Es bastante probable que esos casos puedan ser otros virus respiratorios, pero no entiendo por qué no tenemos ya los resultados de serología al menos del contacto estrecho y del primer sanitario, porque no debería tardarse más de cinco días”. Solo entonces se podrá entender y valorar un poco mejor este posible clúster.
Iglesias piensa que existe una doble vara de medir cuando hablamos del control de enfermedades infecciosas: “Si esto hubiera pasado en un país de Latinoamérica estaríamos diciendo que no son capaces de secuenciar y pidiendo que manden la muestra a Estados Unidos”. Considera que estos sesgos son especialmente frecuentes con enfermedades como la gripe y la covid-19: “Por determinadas peculiaridades en Asia surgen muchos virus respiratorios y se da el mantra de que todo surge de allí, pero no es cierto, puede aparecer en cualquier parte y, de hecho, la gripe de 1918 salió de Texas”.
Descontrol y falta de comunicación
Llegado este punto es justo ejercer brevemente como abogado del diablo. La vigilancia —y más de virus respiratorios— no es sencilla en ningún país del mundo. La parte científica y técnica choca con la realidad política, social y económica de cada país, con conflictos entre regiones y lobbies. Para Estados Unidos es todavía más difícil.
“Pese a que sea una potencia tecnológica sus características políticas hacen que sea muy difícil establecer una vigilancia reglada, porque hay muchas regulaciones que no van a admitir”, asegura Iglesias. “Es muy complicado en un país que carece de leyes tan básicas como la obligatoriedad de pasteurizar la leche. Un brote en marcha hace que cualquier medida que tomemos vaya tarde”.
Dan poca información y se pierde mucha credibilidad, parece que todo el tiempo se estén guardando datos, desde las primeras vacas. Están consiguiendo una falta total de confianza y transparencia
A esto hay que sumar el poder de la industria ganadera. “No podemos olvidar que el lobby vacuno de la leche es muy poderoso y mueve muchos millones de dólares y tiene mucha fuerza”, explica Pérez. De hecho, algunos ganaderos impidieron la entrada a sus granjas para tomar muestras, algo que consideraría “impensable” en España. Critica la desprotección de los trabajadores, muchos de ellos inmigrantes sin papeles: “Hay personas con síntomas que nunca han ido al médico ni se han testeado, y no sabemos qué prevalencia real ha habido en ellos y en las vacas porque ignoramos cuántas pruebas se han hecho”.
Pérez aclara que no todos los estados han actuado igual. “Ha habido respuestas muy diferentes, desde Michigan que lo ha hecho muy bien hasta Texas que estaba declarando ahora casos de muestras de mayo porque ahora hay dinero para las granjas afectadas”. Sin embargo, al principio “no había interés en declararlo y existía confusión sobre si sacrificarían a las vacas afectadas”.
Esto ayuda a entender que no se detectara que el virus estaba extendiéndose entre el ganado hasta que los animales infectados se contaban por centenares —hoy hay más de 200 granjas afectadas —. “Dan poca información y se pierde mucha credibilidad, parece que todo el tiempo se estén guardando datos, desde las primeras vacas”, lamenta Pérez. “Están consiguiendo una falta total de confianza y transparencia dando trocitos cada fin de semana”, en referencia a las novedades que desde hace un tiempo parecen llegar siempre los viernes.
En Europa sería muy difícil que un laboratorio sacara una secuencia parcial con mutaciones que puedan tener cierta relevancia sin la certeza de que es cierto. La información es muy importante, pero si no es buena, ¿aclaras u oscureces?
Por su parte, Iglesias es muy crítica con la secuencia del paciente de Misuri compartida. “Dicen que es similar a lo que circula en las granjas y proponen que hay mutaciones nuevas que podrían ser preocupantes, pero no le doy mucha credibilidad dado el estado de la secuencia, que está incompleta y costó mucho de analizar”.
“En Europa sería muy difícil que un laboratorio sacara una secuencia parcial con mutaciones que puedan tener cierta relevancia sin la certeza de que es cierto”, plantea Iglesias. Duda incluso de la conveniencia de compartir algo así: “La información es muy importante, pero si no es buena, ¿aclaras u oscureces?”.
“Que no se haya tomado la muestra adecuadamente, que no se pueda secuenciar bien o que no existan muestras de un segundo contacto estrecho son fallos de protocolo”, dice Iglesias sobre lo que considera “otra debilidad” en materia de salud pública por parte del país norteamericano. “Los CDC pueden hacer un despliegue enorme, aunque ya vamos tarde porque hablamos de vigilar y si salta un caso tan evidente es que no has vigilado”.
Pérez señala medidas “muy sencillas” que se podrían haber implementado desde el principio, desde prohibir la leche cruda a aumentar la protección de los trabajadores en las granjas, donde ya los primeros meses “los veterinarios declararon que habían visto a trabajadores con conjuntivitis, moqueo y tos”. Y, por supuesto, más análisis: “Tenemos unos datos parciales de la imagen completa”.
La pandemia no parece estar cerca
Aunque la vigilancia, el diagnóstico, la comunicación y la transparencia sean fundamentales en una crisis como esta, las investigadoras entrevistadas dudan de que estemos al borde de una grave pandemia humana. Es más, las numerosas oportunidades que ha derrochado el virus para adaptarse confirmarían la percepción de que el H5N1 no lo tiene fácil para convertirse en un patógeno con transmisión entre humanos debido a factores como sus propias limitaciones adaptativas y posible inmunidad cruzada con otras gripes humanas.
“De momento no creo que haya una transmisión comunitaria silenciosa ni mucho menos, y si la hay no hay casos graves ni está colapsando los hospitales”, explica Iglesias. “No creo que nos estemos perdiendo algo muy grave, pero es especulación porque no tenemos datos”. Añade que el propio interés económico de la industria ganadera les está obligando a tomar medidas de salud pública por “miedo” a posibles pérdidas, porque las vacas infectadas ven reducida su productividad.
Me genera incertidumbre los cambios radicales en la epidemiología del virus desde finales de 2020, pero lo que me tranquiliza es que claramente le está costando muchísimo adaptarse, porque por oportunidades no está siendo, ya que hay más virus circulando que nunca, tanto en aves como en mamíferos
“Me genera incertidumbre los cambios radicales en la epidemiología del virus desde finales de 2020, que hacen difícil valorar su evolución, pero es verdad que el virus está muy extendido y si no ha dado más sustos es que realmente tiene muchos problemas para adaptarse a la transmisión a humanos y, todavía más, entre humanos”, dice Pérez. “Lo único que me tranquiliza es que claramente le está costando muchísimo adaptarse, porque por oportunidades no está siendo, ya que hay más virus circulando que nunca, tanto en aves como en mamíferos”.
“Me sorprende mucho que no se haya adaptado ya con ganado que se infecta masivamente y gente consumiendo leche no pasteurizada con la altísima carga viral que hay en las mamas de las vacas”, asegura Iglesias. El problema, dice, llegará cuando se vean “casos más localizados y una transmisión en la que podamos garantizar que hay transmisión entre humanos, porque hasta ahora no hay evidencias, solo especulación”.
Existen tres preguntas de cuya respuesta depende que algún día veamos una pandemia humana de gripe H5N1. Una, si el virus es biológicamente capaz de adaptarse a una transmisión entre humanos. Otra, si esto pasará algún día. La última, si eso provocará epidemias con tanto impacto como la covid-19 o la gripe de 1918, o si la inmunidad cruzada que la población tiene frente a otras gripes hará que se parezca más a la de 2009. De momento, como recuerda Pérez, “vamos subiendo peldaños” en la escala del riesgo zoonótico mientras a Estados Unidos le cuesta controlar esta crisis..