La ciencia no es neutra, no está libre de sesgos ni es independiente del contexto social en el que se ejerce. Ser trans fue considerado como un trastorno mental por parte de los principales manuales de diagnóstico del mundo hasta hace poco: la CIE [la Clasificación Internacional de Enfermedades] de la OMS fue modificada en 2018, mientras que el DSM-5 de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría cambió en 2012. La ciencia está intentando comprender mejor a las personas trans, pero como en muchos otros temas científicos y médicos, alrededor de ello hay consensos, controversias, incertidumbres, debates, conflictos de intereses y problemas estructurales.
Como en muchos temas científicos y médicos, detrás de todo hay personas: en este caso, uno de los colectivos históricamente más maltratados. Pero a diferencia de otros temas que trascienden menos al debate público, este es uno de los más politizados e ideologizados. Moda, contagio social, arrepentimiento, terapias agresivas, protección de los menores. A medida que se iban ganando derechos, los cuestionamientos ganaron también altavoces y repercusión, muchas veces de forma poco científica. De la supuesta influencia de las políticas públicas en un aumento descontrolado de jóvenes trans a las falsas noticias de que, no conformes con elegir su identidad de género, adolescentes de diferentes partes del mundo optaran con identificarse como animales.
El catedrático emérito de Psicobiología de la UNED Antonio Guillamón Fernández cree que la población —jueces, periodistas y profesionales sanitarios incluidos— desconoce “cuál es la génesis de la identidad de género y las variables que intervienen” y “no separa la orientación de la identidad”. El resultado, en su opinión, es “un caos al que mucha gente le saca partido políticamente”.
Una cuestión de derechos
En un tema complejo y que solo ha comenzado a abordarse decididamente hace poco tiempo –en términos científicos– las limitaciones encienden el debate y ceban la polarización argumental. Sin embargo, la atención que paulatinamente ha ido adquiriendo el tema también ha tenido su reflejo en la producción científica, derribando algunas ideas preconcebidas. “Los movimientos [sociales] han contribuido a una ciencia no solo más objetiva sino más justa socialmente”, sostiene la psicóloga de la Universidad Rey Juan Carlos Silvia García Dauder en el libro Transpsiquiatría. Abordajes 'queer' en salud mental.
“Es una cuestión de derechos humanos”, defiende a elDiario.es el especialista en Medicina Familiar y Comunitaria y miembro del Grupo de Salud LGTBIQ+ de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria Adrián Munera. “Luego puedes debatir si puede haber una mujer con pene, pero la realidad es que las personas trans tienen una vulnerabilidad social que hay que resolver. No puede ser que tengan menos derechos que el resto, y estos se consiguen con derechos sanitarios y acceso a la salud”.
Guillamón considera que habría que prestar más atención a la parte “queer” de la teoría queer: “Hay una gran variabilidad [en la especie humana], pero se desconocen las bases biológicas de la propia identidad. Es una de las cosas más complicadas, como tratar de explicar el yo o la mente. Pero si incides en el tema ideológico y político, en uno u otro sentido, al final sale perdiendo la población”. Y destaca uno de los temas que ha causado más debate y que la nueva Ley Trans recoge como posibilidad: la importancia de aceptar que “no todas las transiciones tienen por qué ser medicalizadas”.
Arrepentimientos y destransiciones
Se calcula que un 20% de las personas que pasan por esta intervención quirúrgica se arrepiente, un tercio ni siquiera la necesitaba y para otro tercio no soluciona el problema inicial. Hablamos, por supuesto, del reemplazo de rodilla. Esta frase, aparentemente fuera de contexto, intenta llamar la atención sobre cómo se ha instalado la idea del arrepentimiento en los cambios de sexo, a pesar de que la evidencia científica existente no lo avala.
De hecho, la nueva Ley Trans ya no obliga a someterse a procedimientos médicos para efectuar el cambio de sexo, pero la publicación de casos puntuales de arrepentimientos puede dar una impresión equivocada sobre su prevalencia.
Los datos disponibles sugieren que los arrepentimientos son infrecuentes. Un estudio publicado en 2022 mostró que el 98% de los adolescentes que iniciaron un tratamiento con terapias hormonales continuaba haciéndolo entre tres y seis años después
Guillamón cree que los datos disponibles no son buenos en comparación con otras áreas de la medicina, lo que dificulta los análisis: “No tenemos unas estadísticas válidas de cuántas personas trans binarias y no binarias hay, porque las que tenemos son las clínicas, pero no hay una idea clara de la población general”. Asegura que algo similar sucede con las destransiciones: “Los trabajos [que las estudian] son encuestas por internet, pero no tenemos unas cifras fehacientes”.
A pesar de esto, los datos disponibles sugieren que los arrepentimientos son infrecuentes. Un estudio publicado en 2022 mostró que el 98% de los adolescentes que iniciaron un tratamiento con terapias hormonales continuaba haciéndolo entre tres y seis años después.
Munera explica que las detransiciones requieren un contexto. En primer lugar, porque “la gente rehace su identidad y su orientación”, las cuales no necesariamente son “algo estanco” que se mantiene toda la vida. En segundo, porque en algunos casos la transición puede ser “un suplicio” que al final “no vale la pena” si se hace para lograr una mayor aceptación social: “Pelear con los médicos para perseguir ese passing [término que hace referencia a que no se ‘note’ que se ha transicionado] al final hace que haya gente que diga que no puede más y prefiera vivir un con perfil más bajo”. Por último, porque en otros casos se empieza una transición medicalizada pero “se consigue el cambio deseado y se acepta que puede ser una mujer con pene, por lo que no es que pare o se haya arrepentido”.
La insistencia en hablar de ‘moda’: la supuesta explosión en niñas
El aumento de personas que se identifica como trans o que buscan tratamiento en clínicas especializadas no suele sorprender a expertos debido a la mayor aceptación social con la que cuenta el colectivo. “Si tengo 14 años y me identifico como hombre, pero me van a discriminar, no lo comento y viviré como mujer. Pero si en el colegio me dan charlas, reconozco que esa realidad que yo sentía existe y que me puedo identificar como hombre aunque haya nacido con vagina, y tengo la necesidad de visibilizarme como hombre y transicionar...”, explica Munera.
Sin embargo, en los últimos años se ha extendido la idea de que este aumento es debido a un “contagio social”, una moda que hace que las niñas quieran transicionar. “Controversia sobre la disforia de género de inicio rápido” es un concepto establecido en 2018 en un polémico estudio que posteriormente tuvo que se corregido y matizado por sus errores metodológicos —se trataba de una simple encuesta online a padres y en la que ni siquiera se habló con las jóvenes—.
La idea del “contagio social” no es aceptada por la comunidad científica, pero la percepción de que hay más hombres que mujeres trans que buscan tratamiento es compartida por numerosos expertos. La causa, sin embargo, no es conocida. Munera teoriza que el tratamiento para hombres trans es muy sencillo: recibir testosterona hasta la dosis adecuada. El tratamiento feminizante, sin embargo, es otro mundo: “Tienes que bloquear la testosterona corporal e introducir estrógenos externos, juegas con dos tipos de pastillas y hay un gran desabastecimiento todos los meses”.
Esto puede hacer que, aunque la aceptación social haya aumentado en los últimos años y más personas busquen transicionar, a la hora de la verdad no todas lo tengan igual de fácil. “A lo mejor los hombres trans se están permitiendo transicionar porque ven que es un camino sencillo, pero si eres una chica trans y ves que a tu amiga todos los meses le faltan hormonas y que no tiene garantizado el acceso a cirugía para ponerse pechos, que es algo importante para muchas de ellas, al final prefieres no hacerlo”.
“No es tanto que haya muchas personas asignadas mujer al nacer que decidan transicionar a hombre como que es muy complicado para una mujer trans porque faltan hormonas y acceso a cirugía”, aclara Munera. “En comparativa puedes decir que parece que hay un repunte de hombres trans si no pones los datos en contexto, pero si analizas las causas ves que hay un gran problema de acceso a medicamentos y cirugía para las mujeres trans”.
¿Hay consenso con los bloqueadores hormonales?
Los consensos y el nivel de evidencias alrededor de los bloqueadores hormonales que toman muchas personas trans, también menores de edad, ha despertado una gran polémica en los últimos años. La cobertura del New York Times al respecto generó tantas protestas que algunos periodistas firmaron una carta en defensa de la libertad de prensa. Una investigación periodística publicada por la revista BMJ aseguró este año que existía una falta de consenso entre los profesionales sobre el uso de estos fármacos, y en Reino Unido se pausó el tratamiento después de que un centro de identidad de género cerrara entre las quejas de algunos extrabajadores, que consideraban que no existían suficientes datos tras el uso de estos medicamentos.
“Los datos de Holanda y Estados Unidos, donde llevan décadas tratando gente, muestran claramente que [el tratamiento hormonal] reduce los suicidios”, asegura Munera. “Aunque no sea el único motivo para transicionar, hacerlo baja mucho los indicadores del estado de ánimo negativo porque la persona se ve reconocida en su propio cuerpo y tiene una mayor aceptación social”. En ese sentido, numerosos estudios muestran que la salud mental mejora gracias a esta terapia, algo importante si tenemos en cuenta que los casos de suicidio son mayores en este colectivo.
Guillamón lamenta que estos tratamientos se estén dando desde los años 80 “de manera experimental” debido a que la terapia solo está aprobada por Sanidad para el cáncer de próstata y la pubertad precoz, pero admite que los análisis muestran que los jóvenes “lo toleran bien”.
Aun así, asegura que hacen faltan datos y estudios, pero que el problema es que “es muy difícil tener muestras homogéneas y en suficiente número”, lo que hace que los estudios sean “muy pequeños”. Esto es debido a que, además de tratarse de un porcentaje poblacional pequeño, existe mucha variación dentro de él: “Cuando se habla de trans hay que pensar que es todo un mundo, aunque hagamos una gran división entre binario y no binario”.