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La familia española se desmorona por culpa de la crisis

La familia, apoyo de muchos ante los estragos de la crisis, empieza a flaquear. \ Olmo Calvo

Elena Cabrera

La familia, principal apoyo de la estrategia de supervivencia durante la gran tormenta de la crisis, hace aguas. Lo indica Cáritas desde su Observatorio de la Realidad Social: asistimos al riesgo de desbordamiento de la familia debido al empeoramiento de la situación económica, el agotamiento emocional y la pérdida de la vivienda.

“Se está produciendo un debilitamiento de los lazos familiares” ha explicado Sebastián Mora, secretario general de Cáritas España, en la presentación del informe de esta organización religiosa de ayuda social. Según los datos de esta entidad recogidos en los últimos años, los tres recursos de amparo para las personas empobrecidas son, por este orden, la familia, las organizaciones sociales, los servicios sociales públicos y las redes comunitarias o vecinales.

Con el primer impacto de la crisis y la pérdida de empleo, los miembros de las unidades familiares buscaban en este núcleo compensar la falta de salario con las prestaciones públicas. Pero la incidencia del paro ha llegado a todos los miembros activos del hogar, tanto a los mayores como a los jóvenes, así como a la extinción de las prestaciones, lo cual ha “sobrecargado el papel protector de la familia”. Las personas en cuyos hogares se trabaja entre dos y tres meses al año tienen una tasa de 60,4% de pobreza, el doble de lo registrado en el resto de la Unión Europea. La pobreza infantil (menores de 16 años) afecta a un 26,7% de nuestra población.

Según datos recogidos en encuestas realizadas por la red de Cáritas Diocesanas, la familia aporta principalmente ayuda a sus miembros más precarios en cuanto a alimentación, tanto en dinero como en especie. En segundo lugar, para pagar la vivienda y los suministros del hogar. Después, para la escolarización de hijos y nietos. La cuarta estrategia de apoyo en la familia sería la de eliminar viviendas y concentrarse todos en una, para compartir gastos. Este último punto incluye las decisiones de los más jóvenes de retornar a la casa de los padres cuando ya se había producido la emancipación, la reagrupación entre compatriotas, en el caso de la población migrante, y la extracción de los ancianos de las residencias para incorporar al hogar no sólo su presencia sino también su pensión. Estas reacciones llevan consigo el hacinamiento de las personas en los pisos que comparten y, por tanto, peores condiciones de vida.

Ya en el aspecto del soporte emocional, en quinto y sexto lugar de este abanico de ayudas a esta familia expandida en tiempos de crisis, se encuentra la disposición a compartir los cuidados de los pequeños y los ancianos y el apoyo psicológico ante la adversidad.

La familia no resiste

Cáritas está alertando de que la familia no puede ser un saco elástico donde todo se soluciona. Una idea que se contrapone a la expresada por la ministra Ana Mato este mismo verano: “la familia es la más importante red de protección social frente a la pobreza y la exclusión”, en referencia al Plan Integral de Apoyo a la Familia que prepara su ministerio. “Ayuda a soportar el peso de la crisis”, añadió.

Pero las familias que mejor capean la crisis son las que el principal sustentador tiene más de 65 años. Como indica el Análisis de los comportamientos socioeconómicos de las familias en España, dirigido por Teresa López, y en el que se basará en gran medida el próximo Plan de Familia, “todos los datos parecen mostrar que el actual sistema de pensiones es un instrumento, ahora más que nunca, de carácter no sólo asegurador sino y, sobre todo, redistributivo, que en manos de las familias duplica sus efectos y utilidad. Actualmente su carácter bidireccional está demostrando, una vez más, el papel de red de protección que lleva a cabo la familia”. Y a pesar de esta constatación, la reforma de las pensiones que está llevando a cabo la ministra Báñez quedarán desvinculadas del IPC.

De entre la gran diversidad de familias, la más perjudicada por el empobrecimiento es la monomarental. Cáritas utiliza conscientemente el término monomarental, no aceptado por la RAE, y no monoparental, para resaltar que en el 90% de las agrupaciones de un adulto con menores dependientes se trata de mujeres. Según Eurostat, un 38,9% de los hogares monomarentales están bajo el umbral de la pobreza. Y es una cifra creciente, que ha aumentado 4,4 puntos porcentuales de 2007 a 2011 y que supone el triple del incremento registrado en el conjunto de la Unión Europea.

En cambio, el tipo de hogar que ha mejorado durante la crisis su posición relativa es el de la persona sola, cuyo umbral de pobreza descendió del 38,5% en 2004 al 24,6% en 2011. El otro colectivo que está teniendo un comportamiento positivo es el de los mayores de 65 años, principales baluartes para la contención de la crisis en las familias. Aunque sus pensiones han aumentado por debajo del IPC, la sociedad española se ha empobrecido mucho más.

El umbral de la pobreza viene descendiendo desde 2009 a consecuencia del empobrecimiento de la sociedad, lo que provoca que muchas personas mayores sean ahora “no pobres”. Por supuesto, no se trata de que hayan aumentado sus ingresos, ya que de hecho están perdiendo poder adquisitivo al revalorizarse sus pensiones por debajo del IPC.

A ser las prestaciones sociales una parte tan esencial del cascarón familiar, resultan devastadores los retrasos y las dificultades en el acceso a ellas. Se reduce el tiempo durante el que se recibe la prestación, aparecen tarifas para presentar solicitudes y documentación, y la burocratización del sistema impone largos plazos de espera. Según el Observatorio de Cáritas, el tiempo para concertar una primera cita en los servicios sociales públicos es de 22,8 días. Y el tiempo de tramitación de una respuesta es de 72,9 días. A pesar de unos plazos tan laxos y que dependen del tipo de ayuda solicitada, el estudio comparado en el tiempo indica que han descendido en los últimos tres años.

Retrasos en la renta mínima

La respuesta tarda más en llegar cuando estamos hablando de dinero. Y, cuando esto sucede, denota la difícil adaptación de los servicios sociales a las nueva realidad de la vida en crisis y, claro está, empeora día a día la situación del peticionario. En el caso de la Renta Mínima de Inserción, el retraso progresivo tiene una media de 198 días entre la solicitud y el cobro. Seis meses de espera para personas en peligro de exclusión social a los que Cáritas suele ayudar con un préstamo de dinero en concepto de adelanto. El retraso en el cobro es, con la crisis, el doble de lo que había que esperar antes de 2008. 223.940 personas recibieron en España la renta mínima en 2011, una cifra que varía según la comunidad autónoma y que va de los 300 euros en Murcia a los 658,5 en Euskadi.

En 2012, 600.000 hogares no tenían ningún tipo de ingresos, ni del trabajo ni por prestaciones. Más del 60% de los hogares tuvieron dificultades para llegar a fin de mes y el 12,7 tenía mucha dificultad. Además, el año pasado se realizaron 30.000 ejecuciones hipotecarias de primera vivienda. El 16,6% de las familias endeudadas lo están por encima del 40%. De la deuda de las familias, el 60% corresponde a la compra de la vivienda.

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