Las familias monoparentales aguantan la alarma con una tasa de pobreza del 50%: “No puedo dejar de trabajar”

Sonia (nombre ficticio) tiene 45 años y un hijo de 3: son una familia monoparental. Empleada en el sector de la alimentación, sin posibilidad de teletrabajar y con un salario con el que ya llega justa a fin de mes, su salida actual para sobrellevar el estado de alarma pasa por dejar a su hijo con su madre de 77 años. “No puedo dejar de trabajar y no puedo reducirme más la jornada. Tengo mucho miedo de contagiar a mi madre”, dice Sonia, que vive en San Sebastián. En esta situación actual en la que trabajar y cuidar, conservar empleo y sueldo, se han convertido en un juego de malabares más complicado aún de mantener en el aire de lo que ya lo era antes, las familias monoparentales son un grupo de riesgo.

En España hay 1,8 millones de hogares encabezados por una sola persona que, en el 82% de los casos, son mujeres. Cerca del 50% está en riesgo de exclusión, según el indicador de pobreza AROPE, el que se utiliza para comparar los datos con el resto de Europa. Con esos mimbres, las familias monoparentales se enfrentan a la crisis sanitaria y económica del coronavirus sin que las medidas para trabajar y cuidar estén pensadas para su modelo. El teletrabajo es inviable para algunas de ellas. De ser posible, compatibilizar trabajo en casa, aunque sea con la adaptación de la jornada, y cuidado al 100% resulta una tarea complicada. Por otro lado, reducir el tiempo de trabajo y, por tanto, el sueldo es una quimera para la mayoría de hogares donde solo entra un salario y no hay con quien compartir cuidados.

En el caso de Sara, ya se acogió a una reducción de jornada para poder cuidar a su hijo. Su madre, población de riesgo por su edad, es su única persona de apoyo. “Las ayudas para conciliar que han aprobado a mi no me sirven de nada, no sirven para este modelo familiar. Me siguen haciendo ir a trabajar y no puedo quedarme sin cobrar”, apunta. Sus cerca de 700 euros al mes le dan para mantener a su hijo y a ella misma con lo justo. En ocasiones ha recibido una ayuda de los servicios sociales que ahora mismo no tiene. “Cuando llego a casa mi madre está desbordada y el niño, desesperado de atención. Ella hace lo que puede pero tiene 77 años. No sé cuánto vamos a durar en esta situación”, dice con angustia. Para afrontar el confinamiento y poder seguir trabajando, Sara y su hijo se han mudado a casa de su madre, pero ella tiene que seguir haciendo frente a una hipoteca. La moratoria de un mes aprobada por el Gobierno no le alivia especialmente: “Luego tendremos que pagarlo igual”.

La presidenta de la Federación de Asociaciones de Familias Monoparentales (FAMS), Carmen Flores, hace un llamamiento a tener en cuenta la realidad de estos hogares. Aunque hay quien podrá acogerse al teletrabajo, la adaptación o incluso la reducción de la jornada, dice, no son la mayoría. “La reducción nunca ha sido una salida viable para nuestras familias. Y, reduzcamos o no, ¿cómo hacemos para organizar cuidado y trabajo? Necesitamos que la corresponsabilidad sea con lo público, tiene que ser un hecho, no puede ser que estemos haciéndola solo con nuestros propios recursos”, señala. Aunque el Ministerio de Seguridad Social e Inclusión anunció una prestación social para personas que tuvieran que dejar de trabajar y dedicarse a cuidar durante la alarma, esta medida se ha quedado, de momento, en el tintero.

Flores alerta precisamente de que en esta situación hay madres que han tenido que rechazar trabajos y quedarse en casa porque no tenían con quien dejar a sus hijos. También señala el problema de las becas comedor, no resuelto en algunas comunidades: pasar más tiempo en casa implica más gasto en comida, no todas las familias pueden afrontarlo y no todas las monoparentales tienen ni siquiera reconocido el derecho a beca. Por eso, las asociaciones piden que se incluya a las familias monoparentales como un colectivo a proteger en las medidas que se tomen.

Asumir la diversidad familiar

Mar Ramos es auxiliar administrativa en turno de tarde en un centro de salud de Torrejón de Ardoz (Madrid), lo que implica que el teletrabajo, en su caso, es imposible. “Nuestros problemas con la conciliación son innumerables ya de por sí, así que esto agrava muchísimo las dificultades”, señala. Para este tipo de familias, por ejemplo, no hay posibilidad de dejar a los niños o niñas en casa cuando salen a hacer alguna de las actividades permitidas durante el estado de alarma, entre ellas, ir a la compra o a sacar dinero.

Hace unos días, en uno de estos trayectos para ir a la farmacia y a tirar la basura, Mar caminaba por la calle con su hijo, de algo más de un año, cuando de repente un hombre comenzó a hacerle aspavientos desde el coche “como increpándome por ir con el niño”, recuerda. Por situaciones como esta, el Gobierno ha aclarado estos días que sí se puede ir circular con menores, aunque las autoridades sanitarias recomiendan que no se haga una generalidad de situaciones particulares como las de estas familias.

“Hay problemas que vivimos en los que la gente no piensa, pero hay que tener en cuenta que hay otros tipos de familias”, señala Mar, que se acaba de trasladar a vivir con su madre para poder cuidar al tiempo que trabaja y evitar sacar al niño de casa si no hay necesidad. A pesar de las dificultades, la mujer considera que esta es “una oportunidad única” para que “la gente se dé cuenta de la diversidad familiar: a mí me ven por la calle y siempre dan por hecho que hay dos. Y no, en mi casa no hay otro progenitor. Ni en pandemia ni en no pandemia”.

La presidenta de la Fundación de Familias Monoparentales Isadora Duncán, María García, también alerta de la vulnerabilidad en la que se encuentran muchas familias monoparentales migrantes y que trabajan en la economía sumergida. “Ni siquiera pueden acceder a prestaciones de la Seguridad Social. ¿Cómo van a hacer?, ¿y cuándo pase esto?”. Las asociaciones están pendientes tanto de la aprobación de nuevas medidas, incluida una posible prestación económica, como de las ayudas sociales que las administraciones tomen con los 300 millones transferidos por el Gobierno.

Ana Marta Alonso, que pertenece a Madres Solteras por Elección, tiene 53 años y una niña de 10. Hasta hace poco tenía dos trabajos para poder llegar a fin de mes, uno como administrativa en una oficina entre semana y otro como camarera en un bar los fines de semana. “Necesito los dos para pagar el alquiler y completar gastos y eso era posible porque los fines de semana dejo a la niña con mis padres. En el bar nos han despedido así que ese ingreso ha desparecido de momento. Y en el otro, una parte del sueldo va en comisiones y con esta situación supondrá reducir el sueldo”, explica.

Además del despido, la situación se ha complicado para Ana porque se encuentra mal desde el lunes y es un probable caso de coronavirus. “No he cogido la baja para no tener ninguna reducción de sueldo así que sigo teletrabajando aunque me encuentro mal. La niña y yo estamos aisladas, mis padres tienen además 78 y 79 años”, dice. Reducir su jornada no es una opción, adaptarla tampoco porque su trabajo requiere su actividad durante unas horas concretas. Su conciliación ahora es dejar a su hija dormirse tarde para que no se despierte temprano y pueda asumir esas horas de teletrabajo por la mañana. “Entiendo que hay medidas que pueden ser complicadas de tomar. Pero no deberíamos ir tan ahogadas económicamente, necesitamos una ayuda”.

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