Famoso, guapo, con dinero: el caso Alves desmonta los estereotipos que ocultan la raíz de la violencia sexual

Marta Borraz

29 de enero de 2023 22:04 h

0

El futbolista Dani Alves está en prisión provisional acusado de agresión sexual a una joven en una discoteca de Barcelona el pasado 30 de diciembre. El caso ha puesto sobre la mesa la utilidad de los protocolos contra la violencia sexual, pero también está ayudando a desmontar algunos mitos sobre la misma: que siempre la perpetran hombres considerados depravados, asociales, desconocidos, incapaces de controlar sus impulsos, no integrados en la sociedad o incluso poco atractivos. De ahí, que ante estos casos es frecuente que surja la reflexión de por qué hombres famosos, con poder y dinero y probable éxito en el ligue harían algo así.

Que no depende de eso es algo en lo que coinciden las expertas consultadas: la razón de la violencia sexual no es que quien la ejerce lo haga porque no tenga posibilidades sexuales. “La lógica de que por qué un hombre va a forzar a la víctima pudiendo tener a cualquier otra mujer es simple y activa múltiples prejuicios, el primero, que el sexo de los hombres es irrefrenable e indiscriminado, que les da igual con quién, pero no es así y, de hecho, parece que en este caso quería con la que no le correspondía”, explica la experta en políticas públicas de género y feminismo Laura Macaya, diseñadora del protocolo No Callem del Ayuntamiento de Barcelona activado en la discoteca.

La experta cree que la falsa creencia de que “los hombres socialmente poderosos” no agreden sexualmente está “muy puesta en cuestión” después del #MeToo, pero aún así sigue operando. “Parecería que esas personas no violan por no meterse en problemas y no tener la necesidad”, asegura.

Coincide Pablo Santos, responsable de masculinidades de la organización Otro Tiempo, para el que el caso de Dani Alves “desmonta el mito de que el agresor machista es un malvado, enfermo o inadaptado, el 'otro' frente a la sociedad de 'buenos', pero también el de que es un hombre que no tiene sexo porque no tiene las herramientas para conseguirlo por otra vía”.

Expertas y estudios llevan tiempo demostrando que no es así: la violencia sexual la cometen mayoritariamente hombres del entorno, conocidos por las víctimas. Sus familiares, sus amigos, sus citas, sus parejas. Así lo pone de manifiesto la última Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer, según la cual el 60,9% de las víctimas fueron agredidas por un familiar, un amigo o un hombre conocido. El 44,2% dicen que los hechos sucedieron en una vivienda y el 17,8% en bares o discotecas. En el 99,6% de los casos el agresor era un hombre. A ellas hay que sumarles las mujeres agredidas por sus propias parejas o exparejas.

Las cifras son congruentes con un reciente estudio de sentencias del grupo de trabajo Sexviol, formado por cuatro universidades públicas españolas, que cifró en el 80% la proporción de atacantes conocidos y que se trata de parejas o exparejas en el 17,4% de los casos. Además, un 70,2% de los agresores no contaba con ningún antecedente penal y solo el 1,7% había sido denunciado antes por este mismo delito.

La experta en violencia sexual y asesora del Ministerio de Igualdad Bárbara Tardón ha hecho un estudio exhaustivo sobre lo que llama “el relato distorsionado” que existe sobre lo que es un violador. “Ha sido construido a lo largo de los siglos a través de un sistema de creencias que beneficia incluso a los propios agresores y perjudica a las víctimas”, asegura. Sin embargo, “sabemos que los violadores pertenecen a clases sociales bajas, altas, con y sin dinero, son famosos, anónimos, feos, guapos, con y sin atractivo...”, añade.

Pero, además, las expertas coinciden en que los hombres considerados exitosos a la hora de ligar también pueden violar porque “obviamente” su “capital sexual o estas posibilidades de éxito no son plenas”, cree Macaya, que es también directora de la asociación Genera. “Hay que dar por hecho que no todas las mujeres caerán rendidas a sus pies, tienen agencia”. A ello apunta la politóloga y abogada de Dones Juristes Júlia Humet: “No es un tema de tener acceso o no a chicas, sino de ser consciente de qué es el consentimiento. Ligar mucho no implica hacer con las mujeres lo que quieras, aunque sí quizá autoconcebirse como que puedes. La realidad no es esa, las mujeres tienen capacidad de decidir”.

Por qué los hombres violan

Es, según Tardón, “la pregunta del millón”. Hay desde hace años profundos debates y disertaciones feministas sobre por qué existen las agresiones sexuales. Para Santos, la respuesta apunta hacia los estereotipos que construyen la masculinidad: “Implican fundamentalmente la legitimidad para relacionarse desde un lugar de poder con las mujeres y desde unos axiomas esencialistas en los que el deseo sexual de los hombres es irrefrenable. ¿Por qué un hombre puede hacer algo así? Porque cree que tiene derecho, porque los estereotipos que tiene en su cabeza sobre las mujeres y el sexo no le hacen ver que es una barbaridad, sino una opción”.

El profesor en Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valladolid Iván Sambade coincide con el sociólogo y asegura que existe la posibilidad de que los hombres “confirmen su poder” a través del “control de las mujeres”, lo que puede conllevar un “cierto derecho” de “uso sexual sobre ellas” ante el que los límites o negativas no son tenidas en cuenta.

Tardón coincide en que la diferencia de “poder” con el que la sociedad patriarcal dispone a hombres y mujeres forma parte de la violencia sexual, pero apuesta por huir de “reflexiones que únicamente lo asocian a él”. “Hay poder, pero también hay control de la sexualidad de las mujeres. Históricamente a los hombres se les socializa desde un mandato de género que determina que pueden ejercer ese control de nuestra libertad sexual, no podemos obviar esta parte”. Humet apunta a esa construcción de la sexualidad, en la que ellos “son el centro” y el consentimiento ajeno “no es importante”, “ni preocupa”, ni se pregunta e incluso “ni se pasa por la cabeza”.

Macaya, por su parte, coincide con las demás, pero añade algunos matices porque considera que el funcionamiento de la violencia “es más complejo” y rechaza la idea de que en todos los casos y tipos de violencia se den los mismos factores y de la misma manera. “No es lo mismo un asesinato por parte de una pareja tras una separación que una violación de un hombre en una discoteca”, aclara la experta, para la que en el caso de Dani Alves, la cuestión de género “es un eje fundamental”, pero añade también “el de clase o privilegio económico”.

“Hay que tener en cuenta que se produjo en la zona VIP de una discoteca, donde se producen unas relaciones de poder determinadas. Suele haber una percepción de impunidad, de que todo lo que hay en la zona VIP es suyo. Y eso no es solo masculinidad, también es diferencia de clase”, afirma Macaya.

La directora de Genera, una asociación catalana en defensa de los derechos de las mujeres, cree que el caso desmonta algunos mitos sobre los agresores sexuales, pero también desliza la posibilidad de que esté “reforzando” estereotipos sobre las víctimas. En esta ocasión, la joven denunció de forma inmediata al portero de la discoteca lo que había ocurrido, fue al baño de la zona VIP sin saber que lo era, desconocía quién era Dani Alves y ha tenido un relato “contundente” y sin contradicciones, según han publicado varios medios de comunicación.

“¿Y qué ocurre cuando esto no es así? ¿Qué hubiera ocurrido si hubiera querido estar en la zona VIP para sacar tajada? En la mayoría de ocasiones, en un estado de shock postraumático, es común que los relatos no sean coherentes. ¿Qué hubiera pasado? ¿O si no hubiera renunciado a la indemnización que le corresponde?”, se pregunta Macaya, que cree que hay que poner el foco en evitar construir “un tipo ideal de víctima”, a la que la sociedad no cuestiona, y otro que no lo es. Es algo que no es ajeno incluso a las sentencias que se dictan: según un estudio del grupo de investigación Antígona de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), la credibilidad de las víctimas en los procesos sigue estando influenciada por cómo se han comportado ellas tanto antes como durante y después de la agresión.