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COVID-19

La fatiga pandémica y el fin del estado de alarma complican el control para evitar un repunte de contagios

El resultado electoral del pasado martes en Madrid dependió también de quienes “quieren dar por finalizada la pandemia”, como escribió Iñigo Sáenz de Ugarte en su crónica. Esta sensación no es exclusiva de la región gobernada por Isabel Díaz Ayuso, sino que responde a una fatiga pandémica generalizada que pone en riesgo el cumplimiento de las restricciones todavía vigentes. El fin del horizonte mental que suponía el estado de alarma y el despegue en el ritmo de la vacunación pueden provocar, según los expertos en Salud Pública, que la ciudadanía genere desafección hacia las medidas que han mantenido las comunidades, lo que se traduzca en un repunte de contagios.

La otra complicación son las decisiones jurídicas. La caída del estado de alarma pone en manos de jueces y fiscalías con criterios dispares la aprobación de medidas como el toque de queda, la limitación de reuniones o los cierres perimetrales en las comunidades. Esto genera un mapa desigual –incluso en regiones con incidencias parecidas– que preocupa a Sanidad, como reconoció Fernando Simón. El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias puso énfasis en que el fin del estado de alarma no implica el fin de las medidas de control, y en que se puede intentar frenar la transmisión sin “impactar en los derechos fundamentales de los ciudadanos”.

“Esas medidas hay que limitarlas a lo mínimo imprescindible”, defendió Simón, refiriéndose al toque de queda y los cierres entre comunidades. “Una de las cosas que hemos aprendido en la pandemia es la necesidad de actuar rápido y de forma gradual”, advirtió el portavoz de Sanidad, que apostó por acciones no farmacológicas que “no limiten los derechos fundamentales”. Aun así, varias regiones han pedido a los tribunales que mantengan el toque de queda. Baleares y Valencia, justo las dos con menor incidencia en España, lo han conseguido; Navarra sigue a la espera; y los jueces ya lo han tumbado en Euskadi y en Canarias, aunque esta última recurrirá ante el Supremo.

Una de las cosas que hemos aprendido en la pandemia es la necesidad de actuar rápido y de forma gradual. Las medidas que impactan en los derechos fundamentales hay que limitarlas a lo mínimo imprescindible

“Es imprescindible vigilar que no haya una sensación caótica”, apuesta Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología. “No importa tanto que haya un caos normativo, que puede que no lo haya, como que triunfe esa percepción y que derive en menor adherencia al cumplimiento de las medidas”, vaticina. En especial las que tienen que ver con el ocio nocturno, como el cierre de los locales o la limitación de las reuniones, “funcionan solo si la gente las acepta a nivel individual, porque no puede haber un policía detrás de cada persona”, defiende el epidemiólogo.

Es ahí donde entra en juego la fatiga pandémica. “Es algo que deberíamos tomarnos muy en serio”, opina José Martínez Olmos, exsecretario general de Sanidad y profesor de Salud Pública en la Universidad de Granada, que aconseja “combinar los mensajes positivos y de esperanza con los que describen la realidad epidemiológica” para “no crear falsas esperanzas”.

Las imágenes que se vivieron en algunas ciudades en la noche de este sábado, cuando a las doce se acabó el toque de queda, ponen el acento en la importancia que tendrá ahora la capacidad de los ciudadanos para actuar con responsabilidad. Algunas comunidades lograron que se cumpliese la normativa, pero en otras el control brilló por su ausencia. Antidisturbios, cohetes, trifulcas, vítores y silencios protagonizaron imágenes que han generado cierta preocupación.

Con casi 19 millones de personas inmunizadas con al menos una dosis, Martínez Olmos admite que la vacunación avanza a buen ritmo, pero que “aún quedan por llamar muchas personas vulnerables”. Por otro lado, respecto a las incidencias, Madrid, Navarra, Aragón y Euskadi superan o rondan los 300 casos por 100.000 habitantes, y en el caso de la última este dato se sitúa en 450. “Hay incidencias muy altas que no solo no bajan, sino que están subiendo”, dice respecto a Catalunya y Baleares, las únicas que han experimentado un repunte. “Es difícil pensar que, sin estado de alarma, su curva no vaya a seguir subiendo”, apunta Olmos.

Es difícil pensar que, sin el estado de alarma y muchas de las medidas que permitía, las curvas de las comunidades que ya están subiendo vayan a parar de hacerlo

“Es evidente que hay una fatiga pandémica en la ciudadanía. Ha sido una pandemia larga y no acabamos de entender que esta es una batalla de largo aliento y en la que no podemos bajar la guardia”, añade Daniel López Acuña, exdirectivo de Salud Pública en la OMS. El fin del estado de alarma, según el epidemiólogo, “nos sitúa en un momento de pasotismo en las conductas sociales que puede dar lugar a repuntes y a contagios renovados”. Por otra parte, cree que es un error judicializar estas decisiones. “Los jueces no tienen por qué convertirse en auditores de la autoridad sanitaria”, defiende. Más allá de eso, a los expertos les preocupa la sensación que genera en la ciudadanía: “Cansa mucho que presenten una medida y que al poco tiempo un juez la pare”, cree Gullón.

“Si esto no funciona –continúa Martínez Olmos– habría que pensar en rectificar y volver de nuevo a un estado de alarma que proporcione garantía jurídica”. “La disparidad de medidas y de interpretaciones condiciona su éxito”, cree el experto en Salud Pública.

El epidemiólogo Pedro Gullón cree que las comunidades deberían actuar con consenso para que eso no ocurra, ya que “la hoja de ruta común existe aun sin estado de alarma”. El portavoz de la SEE se refiere al documento de acciones coordinadas que aprobó en octubre el Consejo Interterritorial y al que también se encomendó Fernando Simón para evitar un escenario de repuntes.

Medidas no farmacológicas: ¿cuáles son mejores?

El semáforo de Sanidad, documento aprobado por el Ministerio y las consejerías de Salud de todas las regiones, establecía diferentes escenarios dependiendo de la situación epidemiológica. La tabla no solo incluía la incidencia acumulada, sino que presentaba un sumatorio de indicadores antes de recomendar algunas medidas menos estrictas que los toques de queda o los confinamientos. “Nos hemos acostumbrado a unas restricciones durísimas y que tienen un punto jurídico complicado, pero las medidas del semáforo también pueden llegar a mitigar la pandemia”, opina Gullón, de la SEE. “Hay que dar más valor a ese documento común para ayudar a reducir la sensación de caos”.

Por el contrario, López Acuña cree que “lamentablemente Sanidad se escuda en un documento que reconoce que no es de obligado cumplimiento”. Estas sugerencias, en su opinión, no son suficientes porque no limitan la interacción ni la movilidad social. “Sin el toque de queda, hay que ser más tajantes con las medidas que se pueden tomar, sobre todo en las comunidades con alerta extrema”, avisa el epidemiólogo. Sería el caso de Aragón, Catalunya, Madrid, Melilla, Navarra, Euskadi y La Rioja, todas por encima de los 250 casos por 100.000 habitantes y muchas de ellas con una alta ocupación en UCI.

Nos hemos acostumbrado a unas restricciones durísimas y que tienen un punto jurídico complicado, pero las medidas del semáforo también pueden llegar a mitigar la pandemia

José Martínez Olmos también se considera partidario del toque de queda, “porque coincide con el periodo de descanso de la gente y es muy fácil de asegurar su cumplimiento, mucho más que el de los cierres perimetrales”. Pero ante la imposibilidad legal de implantarlo en muchas comunidades, el profesor de Salud Pública opta por las normas “que tienen que ver con la limitación de horarios, de aforo y el cierre de los interiores en el caso de la hostelería, pero dependiendo siempre de los niveles de incidencia”. En ese sentido, destaca a Baleares y a La Rioja, que ya han anunciado un plan de actuación adecuado a los diferentes niveles de incidencia dentro de su comunidad.

Por su parte, Pedro Gullón piensa que “no es cuestión de mantener todo por mantenerlo”. “Si no hay incidencias altas, hay que ir relajando cada vez más las restricciones porque no son gratis y también tienen efectos secundarios en la salud”, alerta el epidemiólogo. A su entender, una medida “transversal” es el teletrabajo. “Es lo más básico y lo que menos daño hace, y algo que el documento incluía en todos los niveles de riesgo”, recuerda. Por otro lado, aunque cree que las restricciones al ocio nocturno tendrían que mantenerse durante más tiempo, apuesta por “trasladar a los exteriores actividades como conciertos o exposiciones”. En definitiva, desescalar “con mucho cuidado mientras que el virus siga provocando muertes y hospitalizaciones”, como hasta ahora.