¿Fueron felices y comieron perdices? Las frustraciones del mito del amor romántico

Cenicienta y su príncipe azul se casaron, fueron felices y comieron perdices. Lo mismo sucedió con Blancanieves, Ariel la Sirenita o Bella y con tantas otras princesas de cuentos y películas. Pero ¿qué pasó el día siguiente a la boda?, ¿y dos años después?, ¿y diez años? ¿Seguían felices? ¿Compartían las tareas domésticas? ¿Respetaban sus carreras profesionales? ¿Se seguían atrayendo? ¿Cómo solucionaban sus problemas?

El día de San Valentín pone en evidencia que el mito del amor romántico y los tópicos que lo rodean siguen extendiéndose como la pólvora. “El amor no es malo, lo que es malo es mantener un ideal de amor que no se corresponde a la realidad, un amor que se considera que si es de verdad, será para siempre, en el que no caben dudas o contradicciones, en el que no hay momentos en que quieras y otros que no, un amor en el que pasas del enamoramiento a pasar toda la vida juntos. Esas ideas crean confusiones y frustraciones. Los cuentos y las películas se acaban con la boda pero nadie nos dice qué pasa después”, explica Ianire Estébanez, psicóloga y autora de 'Mi novio me controla lo normal', un blog en el que desmonta los mitos del amor romántico.

Coral Herrera, consultora en género y autora de una tesis doctoral sobre el tema, explica que el esquema del amor romántico apenas ha cambiado: “Es una utopía emocional, encontrar un príncipe azul con el que ser feliz, casarse, tener hijos, una hipoteca... Se pretende que la persona encaje en un esquema ideal”. Un modelo ideal en el que tener pareja es considerado el mejor estado posible, la soledad tiene connotaciones negativas, no caben las dudas o los conflictos dentro de las relaciones, y simplemente todo irá bien.

'Lo dejaría todo por ti'. 'El amor exige sacrificios'. 'Sin ti no soy nada'. 'El amor lo puede todo'. 'Busco mi media naranja'. Los tópicos que idealizan el amor y lo ponen por encima de cualquier otra cosa son fáciles de encontrar en películas o canciones, también en las actuales. “Es a través de la cultura como se crean los patrones emocionales. Los únicos modelos emocionales que tenemos son los mitos, en las escuelas no enseñan a gestionar las emociones”, dice Herrera, que señala que 'valores' como los celos, la posesión o la exclusividad se identifican necesariamente con el amor ideal. “Son unas pautas absolutamente rígidas sobre lo que debe ser el amor”, dice.

La sociedad promueve un modelo de amor en el que las parejas duren para siempre, desde los incentivos fiscales hasta las ayudas a familias con hijos. “La sociedad está preparada para que nos juntemos de dos en dos, no de seis en seis o de cualquier otra forma, así también somos más fácilmente controlables. Si pretendes establecer otro tipo de familia, incluso una pareja con otros valores, perturbas totalmente la estructura de la sociedad. Muchas veces, si eres soltero te cuesta insertarte en la sociedad, especialmente a partir de la treintena”, asegura Coral Herrera, que propone potenciar los movimientos sociales colectivos, de red y solidaridad. Señala también uno de los gestos más simbólicos sobre la idea del amor y las parejas: “Cuando se casan, las mujeres van del brazo de su padre, que las 'entrega' al novio, parece que no haya un solo instante en el que estés sola, sin un hombre al lado”.

Estébanez comparte esa idea y habla de los otros tipos de compañía y de amor que nunca parecen tan importantes: las amistades, la familia, los compañeros del trabajo. “A partir de los 25 más o menos se refuerzan los mensajes: ¿por qué no tienes pareja? Si la tienes, ¿cuándo te casas?, ¿cuándo vas a tener hijos? Romper con ese camino escrito es difícil”, explica.

La escritora y feminista Beatriz Gimeno también señala a la cultura como una de las grandes reproductoras de este mito. Para Gimeno, vivimos un retroceso respecto a los avances conseguidos hace varias décadas. “Se está insistiendo más que nunca en la idea del amor romántico, en una idea que mezcla la mujer entregada al amor y al cuidado de los demás con la modernidad y la libertad sexual. Pero la idea es la misma: las mujeres siguen siendo para otros, ponen a otros por encima de sus aspiraciones y deseos. Por ejemplo, muchas chicas se visten para que a ellos les guste, o tienen sexo pero el que a ellos les gusta, no al que a ellas les da placer. Al final, el amor acaba teniendo una importancia desmesurada, y muchas mujeres si no consiguen ese amor se frustran, no se concibe una vida sin pareja. Ahora no se trata de obligar a las mujeres a casarse sino de convencerlas de que es la mejor opción y forma de vida”, dice.

La autora de 'Mi novio me controla lo normal' también piensa que la libertad sexual de las generaciones jóvenes esconde en el fondo los mismos tópicos de siempre y que se mezcla con la idea de buscar al 'hombre ideal': “Ahora los jóvenes tienen vida sexual y hay más opciones que antes, las chicas viven diferentes relaciones y experimentan pero el objetivo final sigue siendo encontrar el amor perfecto. De alguna forma se permite que experimentes porque el objetivo final es ese, si no eres considerada una guarra o una fresca”.

“Lo mejor es un amor que no sea 'me muero por ti y sin ti no soy nada' sino 'estoy bien contigo y contigo soy algo pero sin ti, también'”, concluye.

Fotos: de la colección 'Princesas caídas' de Dina Goldstein