¿Fiebre del oro submarina? El plazo para regular la minería en los fondos terminó, ya pueden presentarse solicitudes

Raúl Rejón

14 de julio de 2023 22:33 h

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El 9 de julio expiró el ultimátum. Así que, en teoría, ya pueden comenzar los trámites para proyectos de minería en el fondo del mar. El estado insular de Nauru había puesto en marcha el plazo legal de dos años para que se redactaran unas reglas de explotación comercial antes de activar el plan de extracción de minerales submarinos que comparte con la empresa The Metals. Pasada la fecha, no hay todavía una regulación.

La Autoridad Internacional de Fondos Marinos (ISA) está ahora reunida en Jamaica para abordar el asunto del reglamento. Tiene los deberes pendientes desde 1994, cuando, tras declarar los océanos sin jurisdicción nacional “patrimonio de la Humanidad”, la Convención del Mar de Naciones Unidas impulsó la creación de la ISA para redactar esas reglas.

El ultimátum de Nauru, un Estado insular de 2,1 km2 y 12.000 habitantes, puso a los 167 Estados miembro –más la Unión Europea– contra las cuerdas: o se creaba una norma en 24 meses o Nauru podría ya iniciar los trámites para explotar el fondo marino de la mano de The Metals.

Esta minería consiste en localizar y extraer nódulos minerales en aguas internacionales más allá de los 200 metros de profundidad, muchas veces a kilómetros. La maquinaria pesada desciende hasta las planicies abisales para excavar el fondo y bombear hacia la superficie el material buscado mientras se dejan en el agua los restos y sedimentos liberados.

Ahora mismo hay una gran incertidumbre. Lo que esperamos es que los países acuerden una prórroga de esa cláusula de dos años porque ahora, en teoría, ya podrían activarse solicitudes

“Ahora mismo hay una gran incertidumbre, no se sabe lo que va a pasar. Lo que esperamos es que los países acuerden una prórroga de esa cláusula de dos años porque ahora, en teoría, ya podrían activarse solicitudes”, explica Juan Luis García Varas, coordinador del programa de océanos de WWF.

Eso serviría, dice, “para no actuar bajo la presión de que se ha cumplido un plazo y dejar trabajar al grupo encargado de desarrollar el reglamento”, abunda García Varas. En todo caso, “faltaría mucho tiempo para tener una normativa que tenga en cuenta los trabajos de la ciencia”.

De hecho, la misma minera, inscrita en Canadá, tiene otros dos proyectos similares auspiciados por los estados insulares de Toga y Kiribati. Los tres ocupan zonas contiguas del océano entre el golfo de México y Hawaii. Al tratarse de aguas más allá de la jurisdicción de cualquier país, la empresa necesita un Estado espónsor que lleve el proyecto a la ISA.

Nauru, Kiribati y Toga son tres países isla en peligro de desaparecer a consecuencia del cambio climático. La subida del nivel del mar amenaza con inundarlos. Y ahí es donde han encontrado una palanca de fuerza las compañías interesadas en la minería submarina porque los materiales que buscan se utilizan en turbinas eólicas, placas solares o coches eléctricos. “Las llamadas para hacer una transición hacia las energías renovables y el transporte eléctrico son cada vez más fuertes a la luz del creciente caos climático. La demanda de minerales se multiplicará por once en 2050”, afirmaba la propia The Minerals Company al presentar un trabajo financiado por la empresa sobre de dónde vendrían esos materiales. “La escala de la transición es monumental y el tiempo pasa de manera desalentadora”, decían.

En esta línea de pensamiento, la industria minera llama a los nódulos minerales que rastrea en el fondo marino “baterías en una roca” porque contienen cobre, manganeso, cobalto o níquel, que se utilizan para los vehículos eléctricos.

Una “narrativa engañosa”

Sin embargo, muchos científicos califican esta argumentación como “una narrativa engañosa”. Así lo ha afirmado recientemente el Consejo Asesor de las Academias de Ciencia Europeas (EASAC). “El discurso de que la minería marina es esencial para alcanzar los objetivos climáticos es engañoso”, ha explicado su director medioambiental, Michael Norton. “Esta minería no proporcionaría muchos de los materiales cruciales que se necesitan para la transición verde y otros sectores tecnológicos. Además, no se han considerado adecuadamente en las previsiones las posibilidades de mejora en el reciclaje –que son enormes– y la innovación tecnológica”, ha defendido.

Este Consejo, que agrupa a las academias de ciencia de la Unión Europea, Noruega y Gran Bretaña, considera que ir “ciegamente hacia la minería submarina” pondrá en riesgo de peligro irreparable “millones de kilómetros cuadrados de fondos marinos”.

Al mismo tiempo, hay cada vez más países que entienden que la falta de información sobre qué daños conllevarían los trabajos mineros en el lecho marino justifica aplicar un principio de prudencia. “Los Estados no pueden regular sin datos y aún hay mucho desconocimiento sobre qué consecuencias tiene la minería a gran profundidad. Unas consecuencias que, si comienza la actividad ahora, ya serían luego irreversibles”, afirma el responsable de WWF.

De los países ahora reunidos en Jamaica, Francia aboga por la prohibición. Un grupo más numeroso que incluye a España, Alemania, Chile, Panamá, Costa Rica, Ecuador, Vanuatu, Suecia, República Dominicana o Irlanda piden una “pausa precautoria”. Algunos otros, como Fiji, Palau, Samoa o Suiza, quieren que se establezca una moratoria concreta.

Incluso un país con un sector minero tan potente como Canadá declaró el 10 de julio, al inicio de las conversaciones de la ISA, su apoyo a “una moratoria para la minería marina comercial por la falta de conocimiento sobre sus impactos y de una regulación robusta”. La posición de Canadá es vista por los observadores como un punto “cualitativamente relevante”.

El consejero delegado de The Metals, Gerrard Barron, defiende que obtener materiales nunca es inocuo y que su actividad genera menos impactos: “La extracción de metales –de cualquier fuente– es, por definición, no sostenible y genera daños ambientales”, ha dicho, pero añade que la minería submarina “genera un 70% menos de CO2” que la minería en tierra, “un 100% menos de residuos sólidos y un 93% menos de riesgo para la vida salvaje”.

A lo que, por ejemplo, Peter Haugan, director de política del Instituto de Investigación Marina de Bergen (Noruega), ha contrapuesto: “El océano fue el origen de la vida en la Tierra. Sería temerario tirarse de cabeza a la minería marina y destruir estos ecosistemas que son vitales para nuestra supervivencia”.