Una misa oficiada por el arzobispo Fernando Pérez ha puesto fin a la primera de las dos javieradas de 2016, que ha visto sensiblemente mermada la afluencia de peregrinos debido al mal tiempo.
A dos grados de temperatura y con la nieve en la sierra de Leyre decorando el paisaje, cientos de personas se han congregado para asistir a la misma en la explanada del castillo de Javier, donde nació el patrón de Navarra y de las misiones, San Francisco Javier.
Una parte de estos peregrinos, los procedentes de la Ribera de Navarra, han tardado dos días en llegar a Javier, aunque la mayoría han hecho el camino en una sola jornada al tener que superar distancias menores, como en el caso de Pamplona, con medio centenar de kilómetros.
El mal tiempo ha hecho que este año haya disminuido sensiblemente el número de peregrinos, y de hecho los datos aún provisionales de Cruz Roja indican que han sido 520 las personas atendidas en sus puestos se socorro, 329 en los instalados para la javierada de la Ribera, 114 en los del área de Pamplona y 77 en los de la zona Media, frente a las 1.193 del año pasado.
Sólo dos peregrinos necesitaron ayer ser trasladados a centros asistenciales desde los puestos de Javier y Figarol por sentirse indispuestos.
La gran mayoría de las atenciones prestadas por los voluntarios de la Cruz Roja se han debido a tratamiento de ampollas (170), masajes (169), lavados (57) y curas (62).
Estos voluntarios forman parte de los dispositivos que se movilizan para atender a los peregrinos y mantener la seguridad viaria durante las javieradas, la segunda el próximo fin de semana, con 325 agentes de la Guardia Civil y 200 de la Policía Foral, 40 voluntarios de Protección Civil, y 240 de Cruz Roja y DYA.
Más de una docena de sacerdotes han acompañado en el altar al arzobispo de Pamplona y Tudela, entre ellos el superior de los Jesuitas y el obispo electo de Vitoria, Juan Carlos Elizalde.
En su homilía Francisco Pérez ha criticado “los falaces paraísos del materialismo, del hedonismo y del pansexualismo”, al tiempo que ha alertado de “nuevas enfermedades psicológicas y afectivas a causa del desorden ético y moral”.
“Nunca habrá una sociedad de bienestar verdadera si no hay un corazón renovado y convertido”, ha afirmado el arzobispo, quien ha tenido además palabras de recuerdo para refugiados, enfermos y misioneros.