Doctor 'Horroris Causa'
¿Qué tienen en común Jordi Pujol, Mario Conde, Gerardo Díaz Ferrán, Rodrigo Rato o incluso Francisco Franco? A la evidencia que quizá le haya saltado en la cabeza añada este otro dato: los cinco han sido nombrados doctor Honoris Causa por alguna universidad española. Sus fotos, con el birrete, la toga y toda la pompa que la ocasión requiere, cuelgan de paredes en algunos de los principales centros del saber junto a las de otros nombres como Nelson Mandela, Mario Vargas Llosa o Alexander Fleming.
El Doctorado Honoris Causa (por causa de honor) es la máxima distinción que por motivo de honor entrega la universidad. No está ligado necesariamente a los méritos académicos –baste ver la breve lista aportada de personas que lo recibieron– y los candidatos tienen normalmente un padrino que propone su nombre en base a su currículum.
Ser doctor Honoris Causa es un hito en la trayectoria de cualquier persona y la distinción se entrega en una ceremonia con gran boato y trascendencia. A la de Mario Conde, por ejemplo, acudió el rey Juan Carlos. El proceso de elección varía según las universidades, pero lo habitual es que sea propuesto por un departamento o por varias firmas de miembros del claustro y luego se vote en el Consejo de Gobierno del centro, donde están representados todos los estamentos de una universidad (el equipo de dirección, directores de departamento, alumnos, etc.).
Todo Honoris Causa escucha frases como estas cuando recibe el reconocimiento: “Recibe el birrete con borla ... para que con él no solo sobresalgas sobre los demás en dignidad, sino que también, como con el yelmo de Minerva, estés protegido para la lucha”. “La sabiduría, con este anillo, se te ofrece voluntariamente como esposa en perpetua alianza: muéstrate digno esposo de de tal esposa”. “He aquí el libro abierto, para que abras los secretos de la sabiduría. Helo cerrado, para que dichos secretos, según convenga, los guardes en lo profundo del corazón. Te doy la facultad de enseñar, comprender e interpretar”. “Siéntate en la silla de la sabiduría para que desde ella, sobresaliente para tu ciencia, enseñes en la Universidad, en el foro, en el Estado, gobiernes, juzgues y prestes tus servicios”.
Lo que ya no está tan claro es que todos lo hayan merecido. La lista de Honoris Causa de España acoge ahora a personajes con dudosos honores en sus currículos. Tan dudosos que en algunas universidades hay movimientos para retirar estas distinciones, otorgadas a según qué personas al calor de momentos coyunturales. Alguno incluso se ha retirado.
Lo está sufriendo estos días Rodrigo Rato. “El milagro económico español” ya vio cómo la Universidad de Alicante dejaba sin efecto su nombramiento como Honoris Causa cuando estalló el caso de las tarjetas black. La UA tuvo suerte: la ceremonia no se había realizado aún, le bastó con revocar el acuerdo y de paso se ahorró la foto.
La Universidad Rey Juan Carlos de Madrid sí que llevó el proceso hasta el final en 2009, cuando era rector Pedro González-Trevijano, actual magistrado del Tribunal Constitucional. A la ceremonia de investidura acudieron, entre otros, Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, o Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad entonces.
Seis años después, Rato está imputado por el caso Bankia y se le investiga por varios delitos como alzamiento de bienes, blanqueo de capitales, administración desleal, etc. En la asociación de estudiantes Rise Up de la URJC opinan que “no cabe duda de que Rodrigo Rato ya no tiene hueco en un puesto de honor dentro” de la universidad y tiene abierta una petición que suma ya 70.000 firmas para que se le retire. El Consejo de Estudiantes lo solicitó formalmente por la misma causa. La dirección del centro piensa diferente o se lo tiene muy callado. No ha habido respuesta a esta petición –tampoco a la demanda que realizó este diario al respecto– y no parece estar entre sus propósitos.
Algo similar le ha ocurrido a las 11 universidades (de todo el mundo, la Oberta de Cataluña y la Ramón Llul en España) que otorgaron la misma distinción al expresidente de la Generalitat Jordi Pujol. El doctor por causa de honor admitió poco después que mantuvo una fortuna oculta en paraísos fiscales durante 34 años. ¿Dónde quedan sus méritos, su reconocimiento social y cultural? Y sin embargo su nombre sigue vinculado al de esas organizaciones que le distinguieron.
Otros casos paradigmáticos, más evidentes si cabe de la relajación que parece haber habido en los últimos años en el reconocimiento a Honoris Causa, son los de Mario Conde o Gerardo Díaz Ferrán. Ambos han pisado la cárcel. El banquero por antonomasia de mitad de los 80 fue honrado con un doctorado por la Universidad Complutense de Madrid en 1993. Después vendrían años de juicios y entre rejas por el caso Banesto. Insuficiente para la UCM, que le mantiene en su página web entre la relación de Honoris Causa.
Díaz Ferrán, quien fue presidente de los empresarios españoles de la CEOE, aún hoy sigue encarcelado. El hombre que tenía todas las recetas contra la crisis, que recomendaba trabajar más y ganar menos, fue nombrado Honoris Causa por la Universidad Miguel Hernández de Elche. A él le duró poco el honor. La universidad le retiró el reconocimiento ipso facto cuando fue condenado por fraude.
Es este un caso casi único. El otro precedente lo sentó la Universidad de Salamanca (USAL), que “rechazó” en 2008 –la dirección evitó el término “retirar”– el Honoris Causa con el que había distinguido al dictador Francisco Franco.
Además de estos casos más evidentes en los que el Honoris Causa parece haber perdido las “causas de honor” por las que fue reconocido, hay otra categoría de distinciones polémicas. En esta lista podrían incluirse el caso de Santiago Carrillo por la Universidad Autónoma de Madrid. Con el primero, exlíder del PCE, la UAM se topó con la presidenta regional, Esperanza Aguirre, que presionó todo lo que pudo y más a la universidad para que no le otorgara el título, según recuerdan fuentes conocedoras del proceso.
Llegó a decirle al rector de entonces, Ángel Gabilondo, que se atuviera a las consecuencias (la financiación de las universidades depende de los gobiernos regionales). La UAM siguió adelante con el proceso y la ceremonia se celebró en 2005 entre graves incidentes por las protestas.
Un caso similar de connivencia entre la universidad y la política sería el de José María Aznar. El expresidente del Gobierno ha sido investido Honoris Causa en varias ocasiones, entre ellas por la universidades UCAM de Murcia o la Cardenal Herrera de Valencia.
Y luego hay casos contrarios, como por ejemplo el de Rafael Nadal. El tenista balear rechazó la distinción a raíz del revuelo que se organizó en las islas cuando la Universidad de las Islas Baleares anunció que le iba a otorgar el doctorado. Fueron muchos los que pensaron entonces que los méritos de Nadal no eran suficientes para recibir tal mención. El tenista tomó nota y prefirió evitar la polémica. No es un gesto habitual.