Sacar a Franco del Valle de los Caídos: una exhumación rápida y 'low cost'

Sacar a Franco del Valle de los Caídos “en una mañana” es posible, según los expertos consultados por eldiario.es. Con una exhumación low cost y tres pasos básicos: la decisión del Gobierno, extraer los restos y trasladar el cadáver. La escasa complejidad y coste económico de la operación contrasta sin embargo con la dificultad extendida –durante cuatro décadas de democracia– de tocar al dictador y resignificar el mausoleo franquista. Con una nueva ley memorialista o apelando a la propuesta de reforma que ya aprobó el Congreso, el cerco se estrecha sobre la tumba de Franco.

Pero, ¿cómo sería el procedimiento técnico? Mover la pesada lápida que cubre el sepulcro es la primera tarea. Luego queda comprobar el estado del ataúd y su interior y proceder a la extracción. Y finalmente inhumar al finado en otra ubicación o entregar el cuerpo a sus descendientes. Porque la familia Franco tiene derecho a estar al tanto de los trabajos, reclamar el cadáver y participar en el proceso con el abogado o perito que determine, en un caso similar a lo ocurrido en Pamplona con Mola y Sanjurjo

Antes, al mandato del Gobierno le seguirá la solicitud del permiso para el trabajo exhumatorio y el traslado de restos mortales cuya autorización recae en el Servicio de Sanidad Mortuoria de la Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid. Como partes, quedarán informados el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial y la Abadía Benedictina de la Santa Cruz del Valle de los Caídos.

“Mover la losa” con una extracción de bajo coste

La exhumación low cost de Franco “no necesita maquinaria pesada”, explica el antropólogo forense y profesor titular de Medicina Legal y Forense de la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco, Francisco Etxeberria. “Con una grúa simple se puede levantar la cubierta y hacerla rodar en el suelo, como se hizo en la tumba de Mola”, señala. Esta “cuestión técnica” precisa “habilidad y pericia”.

“El trámite es igual a exhumar en un cementerio” y en el proceso “es imprescindible la implicación de una empresa funeraria”, dice Etxeberria. “No se necesitan arqueólogos y no hay ninguna necesidad de contar con forenses, ya que se trata de una muerte natural en la que no existen diligencias judiciales penales”, expone.

“Hay que mover la losa y acreditar la conservación del ataúd”, apunta el antropólogo forense Juan Manuel Guijo Mauri. “¿Es de cinc o madera?”, pregunta, “porque si es metálico no hay problema, se saca directamente, pero si es de madera estará degradado y no puede levantarse”.

“En una mañana se resuelve el asunto”, ratifica Etxeberria. “Otra cosa distinta es exhumar en las criptas”, como en el caso de los hermanos Lapeña. El trabajo debe ser “lo más limpio y escrupuloso posible”, añade Guijo, “un proceso impecable y rápido” para cumplir el objetivo de reformular el significado golpista del Valle de los Caídos y “no dar argumentos a los allegados ideológicos”, caso de los herederos de la hija del dictador, Carmen Franco y la propia Fundación Franco.

Una ‘momia’ bien “conservada”

¿Y cómo estará el cadáver de Franco? ¿Como una momia egipcia, por hacer una idea? “Mucho mejor”, dice Juan Manuel Guijo, “un ejemplo puede ser el de Evita Perón”. O el de Lenin y Ho Chi Minh. “Hay que recordar que el cuerpo fue embalsamado y por ello puede encontrarse relativamente conservado, también en las partes blandas –y no solo los huesos–”, subraya Francisco Etxeberria.

“La conservación puede ser importante”, confirma Guijo. “Depende del medio ambiente en el que ha estado en el Valle de los Caídos, imaginamos que sometido a una humedad más o menos constante, y depende sobre todo de si el ataúd está sellado y si es de madera o metálico, si el muerto está aislado… puede haber un cuerpo casi completo”, revela.

En la exhumación “tienen derecho a estar los familiares y quienes designen, ya sea un abogado, notario o peritos”, añade Etxeberria. Y el propio Franco “tiene el derecho a ser tratado de conformidad a sus normas, costumbres, tradiciones y religión”, mantiene el antropólogo forense de la Universidad del País Vasco.

Los Franco decidirán dónde va a parar el cadáver y tendrán que asumir los costes. “El traslado a la nueva inhumación y los gastos de funeraria deben pagarlos los familiares”, entiende Etxeberria. “Deben pagar las tasas que les corresponda”, como en cualquier exhumación.

“La familia puede trasladarlo donde quiera, un lugar discreto o un sitio que se convierta en un lugar de peregrinación que contravendría la ley”, según Guijo. Por controversias como esta “no creo que sea tan fácil sacar a Franco del Valle de los Caídos”, augura.

¿Un ‘circo’ memorialista o franquista?

¿Puede convertirse el levantamiento de la tumba de Franco en una suerte de espectáculo? “Que sea una fiesta memorialista, o franquista, que eso se convierta en un circo, no lo veo”, afina Guijo. “Y no creo que la familia [de Franco] lo permita, ni sacar fotos, por ejemplo”, continúa. El Estado, insiste, “tampoco debe consentir al final que el centro de peregrinación del franquismo que es ahora el Valle de los Caídos se vaya a trasladar a Villanosequé… por eso no es tan fácil llegar y sacarlo”.

“Sacar a Franco es prioritario pero no lo único”, según Francisco Ferrándiz, antropólogo social y miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Y amplía: “También debe reubicarse a José Antonio Primo de Rivera para que no tenga un enterramiento prioritario como emblema del franquismo”, tal y como indicaba el informe de la Comisión de Expertos para el Futuro del Valle de los Caídos encargado en 2011 por el Gobierno Zapatero.

El líder falangista es el eje del que parte “la jerarquía funeraria franquista que enlaza con el apartheid funerario que hay en todo el país, con los republicanos tirados en fosas y cunetas y los franquistas recuperados y dignificados”. Desmantelar esta supremacía mortuoria de Cuelgamuros precisa “una actuación integral” que va más allá de sacar a Franco de su tumba, concluye.