“Quería hacer un Grado Superior en Diagnóstico de Imagen y Medicina Nuclear. Miré en internet y solo existía en un instituto público que lo ofreciera en Madrid. Hice la solicitud de matriculación y me quedé fuera. Entonces empecé a preguntar en centros privados: precios, qué becas había, etcétera. Lo único que se asemejaba a lo mío que me podía permitir es un centro privado de Canillejas en modalidad mixta presencial-online porque en el turno de mañana, el que es presencial y que yo quería, no quedaban plazas ya. Esa era mi mejor opción. Me va a costar unos 6.500 euros por dos años, 250 euros mensuales. Como mis padres no me pueden ayudar, he tirado de algunos ahorros que tenía del año pasado y además estoy trabajando de camarera para pagarlo”.
La historia de Natalia, de 20 años, es la de otros tantos decenas de miles de jóvenes de toda España que ven sus aspiraciones truncadas porque no pueden acceder a una plaza pública de Formación Profesional. Si se busca la definición de “morir de éxito”, la evolución de la FP en España debería estar justo al lado. También, al menos en el caso de la Comunidad de Madrid, de lo que son las políticas privatizadoras.
Los datos muestran el crecimiento del sector privado registrado en la última década. Lo público ha subido también, pero a un ritmo mucho más lento que lo privado, que poco a poco va cerrando la brecha, como se puede ver en el gráfico. Lo privado ha crecido un 205% de media en la última década, con picos en Catalunya y Madrid. Lo público no llega al 75%.
¿El resultado de esta evolución? Que en diez años lo privado ha pasado de suponer un cuarto de toda la FP a un tercio. De nuevo, Madrid y Catalunya se llevan la palma con la mitad del sistema en manos privadas.
Del “estudia FP” a “lo siento, no hay plazas”
Tras años y años de campaña para levantar la imagen de la que históricamente fue la hermana pobre y “para el que no vale para estudiar”, después de convencer a la sociedad de que la Formación Profesional es una salida tan digna y en ocasiones mejor a nivel de empleabilidad que las opciones académicas (Bachillerato y Universidad), después de invertir cientos de millones de euros, ahora se le dice a decenas de miles de personas que no pueden coger el ciclo formativo que quieren. Que no hay plazas públicas, que estudien otra cosa o que se vayan a la privada a pagar miles de euros por algo que podrían tener gratis o por un puñado de euros. Si la cosa se da mal, pasarán a engrosar la estadística de las personas que nunca pasaron de la Secundaria, una estadística que el Estado, al menos en el discurso, aspira a reducir.
O que esperen un año, como decidió hacer Andrea Muñoz, que para su desgracia tiene experiencia en quedarse fuera de la FP. Hace dos años intentó hacer el Grado Medio en Técnico en Vídeo Disc-jockey y Sonido. Pidió siete centros. Agua en los siete. Volvió a la carga en 2023, con el mismo resultado. Decidió, por no quedarse de brazos cruzados, estudiar Bachillerato, una opción cada vez más habitual entre los excluidos de la FP y que a la vez provoca que estudiantes que querían hacer Bachillerato se queden sin plaza. De momento, no ha perdido la fe, cuenta, y lo volverá a intentar el año que viene.
Esta joven ha experimentado en sus carnes la tozuda realidad, más allá de los mensajes institucionales poniendo en valor la Formación Profesional o de que Moncloa destine periódicamente millones de euros a las comunidades autónomas para que estas creen plazas públicas. Desde hace unos cuantos cursos, la oferta de la FP pública es incapaz de absorber la demanda.
En la Comunidad de Madrid, el alumnado matriculado en centros privados ha subido en una década un 1.523% en los grados medios (lo que supone mutiplicarse por 16) y un 844% en los superiores (nueve veces más para esta etapa alternativa a la universidad)
En la Comunidad de Madrid cada año son más los rechazados por un sistema que ha priorizado lo privado por encima de lo público sin disimulo. El alumnado matriculado en centros particulares ha subido en una década un 1.523% en los grados medios (lo que supone mutiplicarse por 16) y un 844% en los superiores (nueve veces más para esta etapa alternativa a la universidad). Hay grados con alta demanda y empleabilidad, sobre todo en las familias sanitarias (como le ha sucedido a Natalia), que apenas se imparten en la red pública. Traslación de todo lo anterior al día a día de tanta gente: los 40.000 excluidos del pasado año han subido este curso hasta 50.000, según un estudio inicial de CCOO que ni siquiera contempla todos los centros porque la información no es pública. Uno de cada dos solicitantes se queda fuera.
En Catalunya son más transparentes. La Generalitat admite el problema, lo dimensiona y se esfuerza en resolverlo, aunque de momento sin éxito. También cada año sube el número de aspirantes sin plaza. El curso pasado fueron en primera ronda 20.000 y ahora son ya más de 30.000, con un par de matices: hoy mismo se sabrá cuáles de esos 30.000 entran en segunda ronda en alguna de las 10.000 plazas vacantes en estudios que no han escogido y, además, el Departament d'Educació se dio cuenta a posteriori de que la mitad de esos 30.000 en realidad no cumplía los requisitos para cursar la FP (son alumnos que hicieron la preinscripción antes de lograr el título en la ESO pero que luego suspendieron).
Es muy frustrante porque sientes que nunca lo vas a conseguir. ¿Por qué tengo que inscribirme en algo que no me gusta solo por estudiar algo?
No son las únicas comunidades autónomas que dejan fuera a gente de la red pública, pero sí las que más lo hacen, también las únicas que cobran por estudiar en la red pública, y además tienen el altavoz como para que trascienda. Pero Rebeca Sánchez o Pablo Rodríguez en Asturias, Daniel Bernal en Zaragoza o Virginia J. en Jaén dan cuenta de un problema nacional.
“Siento que nunca lo voy a conseguir”
Virgina, de 32 años, cuenta que quería volver a las aulas. Se quiso matricular en un Grado Medio de Auxiliar de Enfermería en Linares, Jaén. Con su 8,5 de media en el Grado Superior que cursó en 2018 y el 7 del Bachillerato, tenía confianza en que lo lograría. No pasó y está en el puesto 8 de lista de espera. “Solo lo he intentado en un centro, porque es el que me interesa, pero recuerdo que antes era mucho más fácil acceder a la FP”, reflexiona. “Es muy frustrante porque sientes que nunca lo vas a conseguir. ¿Por qué tengo que inscribirme en algo que no me gusta solo por estudiar algo?”, se pregunta.
Porque la alternativa, por crudo que sea, es ir a lo privado, como Ana R. M., que ya tiene cierta experiencia con que Madrid le cierre la puerta en las narices. Esta joven solicitó el Grado Medio de Auxiliar de Enfermería hace tres años y no la cogieron, por lo que se puso a trabajar para ganar dinero. “Llevo trabajando desde los 18 años, casi cuatro años en un gimnasio, antes de dependienta y de auxiliar de seguridad. De lo que me saliese y que me permitiese compaginar con mi vida y estudios”. Al año siguiente volvió a solicitarlo, con el mismo resultado. Pero ya no quiso esperar más y optó por un centro privado. En el Santa Gema Galgani pagaba 310 euros al mes.
A diferencia de algunos amigos (“directamente echaron plaza en el privado porque sabían que no iban a entrar en el público”), Ana es resistente al fracaso, quería seguir estudiando y volvió a probar en lo público. Pidió plaza en el Grado Superior de Educación Infantil en Madrid. Con la experiencia previa, abrió su arco y probó fortuna en numerosos centros: Villaverde, Fuenlabrada, Móstoles… “Llegué a echar hasta en San Sebastián de los Reyes, que me pilla lejísimos”. Pero ni siquiera eso funcionó y ha tenido que optar por el centro privado CCC para cursar un Grado Superior de Educación Infantil. Como es privado, tiene que trabajar para pagar los 264 euros al mes que le cuesta.
Quien no haya rascado plaza en lo público y no pueda o quiera ir a lo privado solo le queda esperar. Es lo que está haciendo Pablo Rodríguez en Asturias tras haber solicitado un Grado Superior de Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma. Rodríguez apuntó a todo, presencial o a distancia. Ampliar sus opciones no le sirvió. Aún tiene una pequeña esperanza de que lo llamen a finales de octubre, cuando se acaben de cerrar las listas, pero como no tiene mucha fe se ha buscado un trabajo de comercial.