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Ganar tiempo para salir de la calle: historias de la vida sin hogar

Manuel, Patricia, Miguel Ángel y Alfonso, en la puerta de una de las viviendas para la recuperación de la salud gestionada por Hogar Sí

Cristina Armunia Berges

21 de noviembre de 2021 22:26 h

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Ganar tiempo. Recuperarse. Salir definitivamente de la calle. Tiempo para pensar cuáles van a ser sus siguientes pasos, pero también para curarse del todo con descanso y acceso sanitario continuado. Esa es la tesis del programa de vivienda para la recuperación de la salud de Hogar Sí, que cuenta con un centro al norte de Madrid con 60 plazas. Cuando no tienes que estar pensando cada día en dónde dormirás a la noche siguiente, es posible que una persona pueda recuperarse de una dolencia. Hogar Sí proporciona tiempo a personas que tratan de alejarse de las calles.

“En la calle o en recursos colectivos [como albergues], uno está y dedica todas las energías y todo el tiempo del día a sobrevivir. Cuando además estás enfermo, dedicas muchísima energía a ir a urgencias y a estar convaleciente en un sitio en el que no se puede estar, en el que no se puede tomar la medicación”, explica José Manuel Caballol, director general de Hogar Sí. “Cuando todo eso lo tienes asegurado, lo que tienes es una tranquilidad como la que tenemos cualquier ciudadano cuando estamos enfermos en nuestra casa, que nos permite abordar alguna de las cosas que hemos dejado de lado o que hacía mucho tiempo que no hacíamos”, asegura. “Pueden poner la cabeza en otras actividades que, lejos de ser de supervivencia, son incluso placenteras. Tienen que ver con el ocio o con la recuperación emocional”, asegura Caballol.

Si cuentas con tiempo, también es factible estudiar si una persona tiene derecho a cobrar una prestación, como el ingreso mínimo vital o pensiones no contributivas, o empezar a plantearse una nueva vía laboral. Alfonso, Patricia, Manuel y Miguel Ángel perdieron su empleo, luego su casa y después enfermaron. Los cuatro quieren recuperarse y volver a empezar.

Miguel Ángel tuvo un accidente en la Cañada Real durante Filomena

“Aquí estoy en la gloria”, comenta Miguel Ángel, que tiene 59 años, nació en Almagro (Ciudad Real), pero se siente casi casi de Madrid. Le acaban de entregar un diploma porque ha ganado un campeonato de mus. Sus manos rozan la funda plástica que resguarda el papel con su nombre completo: Miguel Ángel Manzano Parra. Es un nombre bonito, comenta. No quiere volver a la Cañada Real. Allí, durante el temporal de Filomena, tuvo un accidente al tratar de quitar la nieve del tejado de la casa en la que vivía. El techo se derrumbó y él terminó en el hospital con diversas fracturas.

Todavía le duele la cadera. “El tejado se llenó de nieve, la casa era un poco vieja, pero yo trataba de mantenerla bien. Subí a quitar la nieve y ¡pum! Se rompió el tejado. Fue un accidente total”. Un vecino recogió a Miguel Ángel y lo llevó hasta las urgencias del Gregorio Marañón. Esa parte no la recuerda. Estuvo con morfina más de dos semanas.

Con todo, se siente agradecido. “Cada día mejoro más. Estoy muy agradecido a todos los auxiliares, médicos y compañeros”. Explica que dentro del programa ha recuperado su calidad de vida y que no le agobia cada día cómo será la jornada siguiente.

Miguel Ángel era restaurador de viviendas y decorador. Cuando se recupere, espera poder encontrar trabajo pronto. “Mi obsesión, lo que yo quisiera es arreglarme del todo la cadera y poder funcionar. No menear el mismo peso que antes, pero poder moverme de una forma libre. Subir y bajar de un andamio. En cuanto esté recuperado, tengo infinidad de trabajo”.

La pandemia dejó en la calle a Manuel

Manuel es de Barcelona, tiene 50 años y muchas inquietudes. Le faltan horas en el día para cumplir con todas las actividades que tiene entre manos. Por las mañanas está asistiendo a un curso para ser recepcionista de hotel, se ha aficionado a la cocina y los domingos es delegado de árbitro de fútbol en Seseña. Durante 25 años fue árbitro y entrenador de fútbol sala femenino, pero ahora no puede correr.

“Lo perdí todo con la pandemia”, relata Manuel con la voz un poco entrecortada. “Cogí el coronavirus el 19 de marzo, justo cuando empezaba. Cuando me empecé a recuperar, ya no se podía salir a la calle. Yo trabajaba repartiendo publicidad. Perdí el trabajo y la empresa cerró”, recuerda. Vivió de lo que había ahorrado mientras pudo, un dinero que guardaba para emprender un proyecto deportivo en un pueblo de Toledo. “Me gasté todo el dinero. Me echaron de la casa porque no podía pagar y ahí fue cuando empecé a vivir en la calle”. Su compañero de piso pudo irse con su familia, pero él no.

Poco después, volvió a caer enfermo. “Me dio por segunda vez todo y acabé en el hospital. El coronavirus al principio no me hizo daño, pero hizo que el corazón se me quedase pequeño, que no pudiera bombear ni respirar. Me dejó sin fuerzas”.

Para volver a empezar necesita una cosa: “Fundamentalmente, dinero. Porque ganas, interés en proyectos tenemos todos, cada uno a su manera, con su estilo. Pero tenemos un proyecto, un interés y unas ganas de vivir. El problema es que si no tienes para pagarlo, es muy difícil”. Cuando llegue el momento de salir del centro de Hogar Sí, quiere compartir piso con dos personas más, en cuanto estén todos recuperados.

Alfonso, extrabajador de banca

A Alfonso le dio un ictus estando en la calle. Es de Madrid, tiene 62 años y estuvo más de 30 años trabajando en el Banco Santander. “Hubo un ERE terrible. Nos echaron a la calle a 15.600 personas”, recuerda. Después de aquello, no logró encontrar otro trabajo que estuviera bien remunerado. “Me ofrecieron en otro banco para su banca online, pero con contratos totalmente leoninos que a mí no me daban ni para subsistir”.

Vivió dos años en la calle y, tras el ictus, ingresó en el hospital San José. Ahora lleva siete meses en el programa de viviendas para la recuperación de la salud. “Esto te lleva a tener una calidad de vida muchísimo mejor que la que tenías”. Suena agradecido y está todo el tiempo sonriente.

“Aquí he recuperado, no la ilusión de ser bancario otra vez, porque yo llevaba 35 años en un banco. Pero sí los contactos que yo había hecho en ese trabajo”, explica. Su principal obstáculo es que no tiene ordenador propio, así que, siempre que puede, pide uno prestado. “He puesto los contactos a funcionar y ahora mismo estoy con un proyecto que de momento no ha producido capital”. Tiene la ilusión de poder aportar parte del dinero que logre ganar en el futuro a los proyectos de Hogar Sí. “Ya empiezo a ver la primera lucecita al final del túnel”.

Patricia, su nieta y la costura

Hay dos cosas que ilusionan a Patricia por encima de todo: su nieta y la costura. Esta uruguaya de 49 años dedica gran parte del día a hacer arreglos con su máquina de coser y espera poder vivir de ello más adelante. Solo con los encargos que tiene en el centro tiene muchísimo trabajo. “No me dan las horas porque sinceramente tengo bastante trabajo para hacer de compañeros que viven aquí”. Ahora camina con una muleta, pero estuvo mucho tiempo sin poder moverse.

“Cuando me quedé parapléjica, me mataron. Primero estuve ingresada en la Fundación Jiménez Díaz y luego me mandaron a Toledo. Mi hija estaba embarazada. Me perdí todo su embarazo, me perdí el estar ahí. Cuando nació mi nieta, perdí a mi pareja”, recuerda amargamente. “Me dejó tirada en el peor momento. Vivía con él. La casa era suya”.

Los meses que estuvo ingresada en el Hospital Nacional de Parapléjicos no pudo recibir visitas “porque había pacientes con COVID” y su hija estaba embarazada. “Fue un golpe de soledad que fue muy duro de sobrellevar”. Un año y dos operaciones después ha vuelto a caminar. “Yo tenía que recuperar mis piernas porque quería ser abuela, llevar a mi nieta al parque y todas esas cosas que uno siempre ha visto hacer a los abuelos”, relata.

Cuando le preguntas qué les pediría a los gobernantes para mejorar el acceso a la vivienda de la gente con menos recursos plantea que se reactive la construcción o que se llenen las casas que están vacías. “No es solo un problema de España porque yo soy uruguaya y allí pasa igual. Que de repente tú vas por la calle y hay montones de casas abandonadas”.

Una de las reivindicaciones de Hogar sí es que, dentro de la ley de vivienda, se implementen medidas fiscales que faciliten que el tercer sector pueda alquilar viviendas para uso social. Por ejemplo, Hogar Sí cuenta con 300 viviendas en toda España que dedican a su solución de ‘Housing First’, la vivienda primero. Se trata de un modelo para otorgar una vivienda de manera directa a las personas que lo necesiten y que ya se ha demostrado rentable en países como Finlandia, Bélgica o Francia. También trabajan en otras tres vías: su solución para la recuperación de la salud, Salud empleo y Housing Led, otro de los programas de viviendas compartidas. En España hay unas 30.000 personas sin hogar.

“Tenemos 300 viviendas de alquiler en toda España que dedicamos exclusivamente a proyectos para personas sin hogar y tenemos más desventajas que cualquier ciudadano para poder alquilar estos pisos, porque como somos una entidad jurídica, tenemos que retener el IRPF, tenemos que pagar el IVA”, explica Caballol. “Lo que estamos pidiendo al Gobierno es que incluya en esta ley de vivienda unas medidas fiscales que favorezcan que las entidades del tercer sector podamos alquilar viviendas en condiciones ventajosas, siempre y cuando las destinemos a este tipo de programas”.

El director general de Hogar Sí considera que este tipo de propuestas “son cosas fáciles de entender por todo el mundo”. “Hay un anteproyecto que próximamente irá al Congreso. En ese sentido, lo defenderemos ante los grupos parlamentarios y les propondremos que presenten enmiendas en esa dirección”, zanja. 

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