“Es el primer gran error del Papa, y puede ser una traba a sus intentos por cambiar la Curia y acabar con su poder”. Las impresiones son de un clérigo español, que lleva varias décadas trabajando en la Santa Sede. La declaración del cardenal George Pell ante la policía australiana para responder a las acusaciones de abusos sexuales durante su etapa en Australia amenazan con tambalear el proceso de reformas auspiciado por Bergoglio.
Hace unos meses ya había sido investigado por posible encubrimiento de otros casos. Ahora, dos hombres han denunciado al religioso por tocamientos mientras un tercero asegura haberle visto exponiéndose desnudo ante varios jóvenes. El cardenal niega las acusaciones.
No hay que olvidar un dato fundamental: George Pell es el actual número tres del Vaticano, una suerte de superministro de Economía de la Iglesia católica, como le llaman informalmente, y uno de los firmes defensores de las políticas de austeridad iniciadas por el Papa, lo que le ha valido grandes detractores en el seno de la Curia.
Las diferencias con Pell fueron, precisamente, una de las causas del estallido del caso Vatileaks. Por la filtración de documentos confidenciales, que acabaron con la condena del sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda, se conocieron los despilfarros que se cometían en la curia vaticana y que tanto el Papa como Pell querían atajar.
Trama de pederastia en Australia
Desde hace años, la policía australiana está investigando toda una trama de abusos sexuales en la Iglesia del país, que durante años comandó Pell, aunque las supuestas agresiones sexuales fueron denunciadas hace solo un año y medio.
Hasta la fecha, se acusaba al cardenal de gestionar de manera negligente casos de abusos cometidos por sacerdotes durante su etapa como arzobispo auxiliar de Melbourne. De hecho, el purpurado declaró hace meses ante la Real Comisión de Abusos del Parlamento australiano respecto a estos casos. En esa comisión admitió que se habían encubierto delitos.
Pell lo hizo a través de videoconferencia en el Hotel Quirinale, aduciendo problemas de corazón y de exceso de grasas, que le impedirían viajar. Sin embargo, esa misma semana se le sorprendió degustando una jugosa y calórica comida en un lujoso restaurante romano.
Ahora, son varias personas las que acusan directamente a Pell de haber abusado de ellas cuando era un joven sacerdote en la década de los 70. En julio, dos hombres denunciaron que Pell les tocó de forma inadecuada en una piscina, mientras que otro declaraba a un programa de televisión del país que había visto al hoy cardenal exhibiéndose desnudo ante tres menores a finales de los 80.
En la declaración, el cardenal negó estas acusaciones, tal y como confirmó una portavoz de la policía australiana, que aseguró que “las investigaciones siguen en marcha”. Por su parte, desde la oficina de Pell se subraya que “el cardenal repite su rechazo anterior a todas y cada una de las acusaciones de abusos sexuales y continuará cooperando con la policía de Victoria hasta que finalice la investigación”.
Pérdida de confianza
El propio Francisco fue cuestionado en agosto, a su vuelta de un viaje, por las acusaciones contra Pell. “Debemos esperar a la justicia y no hacer juicios antes de tiempo”, dijo el pontífice. Inocente o culpable, lo cierto es que los colaboradores de Francisco ya se están moviendo, y que el propio Pell está perdiendo la confianza del Papa.
Una muestra de ello se produjo la pasada semana, cuando tras la firma del nuevo acuerdo entre el Estado Vaticano e Italia en materia de transparencia económica se supo que la administración de la misma dependerá de la Secretaría de Estado (bajo el mando del cardenal Parolin), y no de la Secretaría de Economía (dirigida por Pell), como estaba previsto en sus estatutos.
En una nota de prensa, la Sala Stampa informó que el nuevo acuerdo –que requiere que poseedores de cuentas en el Banco Vaticano declaren estas cuentas a las autoridades italianas si es que aún no lo han hecho– será exclusivamente la competencia de cardenal Pietro Parolin. Sin embargo, desde Roma se apunta a que esto “no será suficiente” y que, “por el bien del propio Papa”, la caída de su superministro de Economía debería darse de inmediato.