Algo falla en España, reflexiona el director de un centro de Formación Profesional (FP), cuando pese a tener una tasa de desempleo del 15,3% una “importantísima empresa” de ascensores es incapaz de encontrar técnicos de mantenimiento. “Y somos de los países del mundo con más ascensores” con casi 20 por cada mil habitantes, completa su desconcierto Luis García Domínguez, presidente también de Asociación Nacional de Centros de Formación Profesional FP Empresa.
Lo que “falla” es que España apenas tiene técnicos medios y superiores. La FP, el itinerario formativo que debería solucionar esta carencia, ha sufrido durante años el estigma de ser considerada la hermana pequeña de la vía académica, de ser la alternativa para los que no valían para estudiar. Rafael Campanario, hoy presidente de la Asociación de Profesorado de Enseñanza Secundaria y Superior de Formación Profesional, recuerda cómo cuando tenía 14 años y anunció que quería hacer un ciclo de Formación Profesional (FP), su tutor de lo que entonces era la EGB le dijo a sus padres: “Pero si este chico vale mucho, cómo va a ir a la FP. Tiene que hacer el Bachillerato”. En los años 90 esta conversación, o en el sentido contrario, se oía recurrentemente en las casas. “El que vale, a la Universidad. El que no, a la FP”.
El resultado de estos años de menosprecio a la FP –aunque ya ha cambiado la percepción, la Educación es como un gran transatlántico al que le cuesta virar– es un país en el que un 36% de la población que finalizó la ESO eligió la FP de Grado Medio frente a un 64% que optó por la vía académica del Bachillerato, probablemente camino de la Universidad. La comparación con los países europeos más avanzados señala el déficit que arrastra España. En Europa, más de la mitad de los jóvenes opta por la Formación Profesional de media, con picos superiores al 60% en países como Finlandia, Austria o los Países Bajos.
La consecuencia es que el 25% de la población adulta española tiene actualmente una cualificación intermedia y un 35% una baja, cifras que no concuerdan con lo que exige el mercado laboral. Las previsiones dicen que en cuatro años España necesitará tener un 49% de sus puestos de trabajo cubiertos por empleados con una cualificación intermedia y solo un 16% con baja cualificación. Levantando la vista hasta el 2050, el desequilibrio es aún mayor: el Plan 2050 que presentó la Moncloa la semana pasada apunta a tener –es un plan prospectivo que señala lo que sus autores consideran sería deseable– para mitad de siglo un 17% de titulados en Formación Profesional Superior y un 30% que titulen al menos en Bachillerato o FP Media.
Han pasado treinta y algún años desde que a Campanario su tutor le sugirió que se pensase su elección y la Formación Profesional ha dejado de ser la hermana menor de la educación académica. Pero falta camino por andar. Aunque cada vez tiene mejor aceptación, en algún imaginario todavía se ve como una solución peor que la Universidad. El Gobierno se propuesto darle a la FP el impulso que necesita para convertirla en lo mismo que tienen en otros países europeos. Lo que es, básicamente: una opción formativo-laboral con muchas salidas y tasa de empleabilidad del 80%, que lo mismo sirve para empezar a trabajar tras dos años que como primer paso de un camino que puede acabar en la Universidad. Europa lo está pidiendo. El mercado laboral, ávido de técnicos medios y superiores, también.
Es igualmente cierto que no es este el primer Ejecutivo que intenta revalorizar la etapa. Prácticamente no ha habido uno que no lo haya probado, con más o menos entusiasmo. El último intento, del PP, pasó por la creación de la FP Dual, una idea con buena acogida entre las empresas que sin embargo no ha acabado de despegar. Apenas un 4,2% del alumnado presencial de FP cursa hoy una FP Dual, cuando la media de la OCDE es del 18%. Cuando el Gobierno apruebe la nueva ley de FP el objetivo es que todos los alumnos cursen esta modalidad, que incluye más tiempo de prácticas en empresas (un mínimo del 33% frente al 20% aproximado de la versión estándar).
El impulso que quiere darle ahora el Ejecutivo es, quizá, el más ambicioso de cuantos ha habido, y cuenta con una ventaja que otros gobiernos no tuvieron: la inyección de millones de euros de los fondos europeos de recuperación permitirán que el plan sea más que una declaración de intenciones. El Ministerio de Educación va a destinar unos 2.000 millones de euros, casi la mitad de sus fondos extraordinarios, a desarrollar la nueva ley de FP que está preparando y a tratar de corregir uno de los principales déficits que tiene el sistema ahora mismo: la falta de plazas. Cuenta también el departamento de Celaá con otro elemento a su favor: el apoyo de sindicatos y empresarios, como quedó patente el pasado lunes tras la presentación de la Alianza por la FP, que junta a administración, representantes de los trabajadores y de los empleadores en este intento de impulsar la Formación Profesional.
Se duplican los alumnos
Que la FP está creciendo, en números y en imagen, es un hecho. En lo que va de siglo, esta vía formativa ha casi duplicado su alumnado en todas sus etapas. Solo hablando de la formación presencial, la FP Básica, creada el curso 2014-2015 para el alumnado a partir de 3º de la ESO (excepcionalmente, 2º), ha pasado de 39.867 alumnos el año que se implantó a 76.440 el pasado curso. La siguiente etapa, la FP de Grado Medio, equivalente al Bachillerato, va camino de doblar su alumnado: los 191.456 alumnos del curso 2000-01 son hoy 336.374. Por último, la FP de Grado Superior ya se ha multiplicado por dos: de 185.051 alumnos hace 20 años a 370.159 el curso pasado. A estos 782.000 alumnos presenciales habría que sumar algo más de 100.000 que cursan un módulo a distancia para llegar a los 891.505 matriculados en FP en España en 2019-2020.
Este aumento habla de una etapa que va ganando prestigio, coinciden los profesionales. “Creo que ha cambiado ese desprestigio que tenía”, opina Luis García Domínguez, presidente de la Asociación Nacional de Centros de Formación Profesional FP Empresa, que señala a la habitualmente denostada Logse como responsable en parte al establecer las etapas (media y superior) y las prácticas formativas en empresas. “Es una enseñanza de primera categoría”, justifica esta mejoría en la imagen el profesor Campanario.
Y por eso la demanda excede la oferta. Cada año se quedan fuera de la Formación Profesional varias decenas de miles de jóvenes en toda España. El pasado, 20.000 solo en Madrid. Y esto es un problema, explica Ana Cobos, presidenta de COPOE, la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación de España, que excede las circunstancias individuales. “Estos alumnos sin plaza en el Grado Medio, antes que quedarse en casa, se ponen a hacer el Bachillerato. Y si hace falta estar concienciado para hacer el Bachillerato en general, imagínate el que no quería hacerlo y lo hace porque no tenía plaza. Le va a ir mal, es probable que acabe abandonando”, explica esta orientadora.
Para García esta es una de las claves, y no está en el debate público. “Necesitamos que el sistema educativo y social mejore la orientación de la carrera profesional. ¿Cómo sabe un chaval de 9 o 10 años qué quiere estudiar? Influye mucho la familia, los medios y las redes”, argumenta, y pone sobre la mesa cuestiones que probablemente excedan el ámbito educativo o incluso político. “Es una pelea muy difícil. ¿Cómo cambiamos la imagen de lo que es una persona feliz o completo a nivel laboral? Los roles que se presentan en los medios, cine, en los videojuegos apuntan a que el éxito es, por ejemplo, ser un gran abogado”. Y recuerda el poder de los medios, también en el sentido contrario: “Cuando empezó Masterchef tuvimos un subidón de alumnos [en los ciclos de Cocina] brutal”.
La orientadora Cobos coincide con García. “La orientación debería empezar en Infantil, no entrar en la vida de un estudiante en el momento en el que tiene que tomar la decisión. Es un proceso que va relacionado con la construcción de un proyecto de vida, y esto hay que empezarlo cuanto antes. Jugar a las profesiones de niño, por ejemplo, ya una orientación vocacional”, reflexiona. Porque luego pasa lo que pasa: algunos estudios, algo desactualizados, hablan de que el abandono el primer año de los grados medios ronda el 50%. Cobos también destaca la situación inversa: jóvenes que van a Bachillerato por hacer algo y lo acaban dejando. Estos casos hablan, reflexiona, de una elección cuanto menos cuestionable en ambos casos, probablemente porque se tomó con información insuficiente.
Consciente de la carencia de plazas, el Gobierno lleva meses anunciando que va a crear 200.000 nuevas plazas para 2023 (60.000 de ellas ya están operativas). Porque la FP, ahora sí, va teniendo buena prensa. Entre el alumnado, sí, con un 93% de jóvenes que lo consideran una buena alternativa a la Universidad, según un estudio del instituto Edlix, de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR). Pero, sobre todo, entre el empresariado, explica el director García. “Excepto los industriales, los empleadores que no tenían experiencia con la FP también tenían esta imagen negativa, pero ya se han dado cuenta de que es mejor contratar a un titulado medio de FP que a otra persona, por ejemplo un graduado universitario, que seguramente tenía las expectativas más altas, que a corto plazo va a necesitar un periodo de adaptación y a largo probablemente se frustre”, razona.
A por la nueva ley
Pero, pese a que según los profesionales está en el buen camino, la FP sigue presentando muchas carencias, oferta aparte. El primero de ellos, el de siempre con la Educación en España. “Necesitamos invertir. Que la FP esté bien dotada con la maquinaria y los programas necesarios para el desarrollo de la actividad que en un futuro nos van a pedir las empresas”, explica el profesor Campanario. García añade: “La FP abarca todos los sectores, pero en general la mayoría de las profesiones tienen un componente técnico, tecnológico, que cambian a una gran velocidad. Tenemos que estar a la última”. En esta afirmación, “estar a la última”, se incluye también la oferta formativa (las especialidades), que Educación lleva meses actualizando.
El otro problema que destaca el director de la Asociación FP Empresa también es común a la Educación en general: las famosas ratios. “La futura ley debería incluir una bajada, al menos en los talleres”, pide García. La pandemia también trajo la semipresencialidad a este ciclo, con todos sus elementos negativos, pero también ha servido para que los profesores hayan visto lo que es trabajar con la mitad de alumnos. “Poder orientar, corregir, monitorizar a 15 alumnos no tiene nada que ver con tener 30”, sostiene García.
A todo ello (bueno, de las ratios no se ha hablado) tratará de ponerle remedio con la nueva ley de FP que está tramitando actualmente. Entre las principales novedades que pretende introducir el Ejecutivo está que el alumno que se gradúe en la Formación Profesional Básica (FPB) obtenga directamente el título de la ESO (hasta ahora no lo hacía), lo que permitirá seguir progresando por el sistema. También quiere el Ejecutivo cambiar la estructura de los ciclos formativos. La idea, explican desde el ministerio, es avanzar hacia una “organización modular de las enseñanzas”, un poco al estilo de la Universidad, pero además con una “duración variable” en función de las necesidades de cada perfil profesional. Se acabó la uniformidad de que todos los ciclos se extiendan por dos años sin excepciones.
Esta idea entronca también con la maniobra del Gobierno de unir bajo el paraguas del Ministerio de Educación toda la FP: la formativa inicial y la formación para el empleo de personas adultas. “La FP tiene que estar abierta y reaccionar muy rápidamente a las necesidades de los distintos sectores. Si tú tienes una determinada cualificación y te has quedado en el paro porque tu puesto era obsoleto o porque la empresa decide prescindir de ti, y tienes que recualificarte para un sector emergente, ¿necesitas hacer un curso de 2.000 horas (lo que dura la FP actualmente)? Pues mal no está, pero si eres un padre de familia igual no puedes esperar y, con una experiencia laboral previa, con 500-700 horas ya puedes dar respuestas al mercado”, cierra García.