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Los grandes incendios súperdestructivos llegan cada vez más temprano

Un equipo de bomberos trabaja para extinguir las llamas de un incendio en Toraño, Parres, Asturias

Raúl Rejón

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Marzo se ha despedido haciendo honor a su carácter incendiario. Cientos de focos han quemado miles de hectáreas en un mes que, aunque parezca contradictorio, suele ser el segundo con más siniestros de este tipo de todo año desde hace décadas. Sin embargo, incendios como el de Castellón o Baleira (Lugo), ambos muy virulentos y destructivos, muestran que, en los últimos años, los grandes incendios forestales estallan cada vez antes.

Se considera un siniestro de grandes dimensiones cuando supera las 500 hectáreas de monte abrasado. El fuego en Villanueva de Viver ha superado por mucho las 4.500 hectáreas. El de Baleira ha quemado 1.400 en poco más de 48 horas.

Desde al menos 2016, la serie temporal recopilada por el Ministerio de Transicion Ecológica muestra cómo grandes incendios van explotando en los primeros meses del año, normalmente menos secos y más fríos.

Si aquel curso no se declaró ninguno en ese periodo, al año siguiente se registró uno de 500 hectáreas en Candelario (Salamanca). En 2018, el primer gran incendio se declaró en mayo. En 2019 la estadística muestra un fuego en marzo de 770 hectáreas en Salas (Asturias) y otro de 1.192 en Dodro (A Coruña) el día 25 de ese mes. Un curso después, en 2020, hubo tres grandes incendios en marzo: Tineo (Asturias), San Nicolás de Tolentino (Gran Canaria) y otra vez Tineo. En 2021, entre enero y marzo, hubo cinco incendios de más de 500 ha. En 2022 fueron otros dos.

“Cada pocos años se dan las condiciones meteorológicas perfectas para que se produzcan olas de incendios inabordables que ponen en serio riesgo a las poblaciones”, explica la coordinadora del programa de Bosques de WWF, Diana Colomina. “Son crisis cada vez más frecuentes debido al cambio climático”.

Debido a la sequía prolongada y las altas temperaturas, nos estamos enfrentando a una oleada de incendios virulentos más propia del verano. La crisis climática va a hacer que estas circunstancias sean más habituales

Diana Colomina Coordinadora del programa de Bosques de WWF.

Colomina analiza que en estas semanas “debido a la sequía prolongada y las altas temperaturas, nos estamos enfrentando a una oleada de incendios virulentos que parece más propia del verano. Lamentablemente, la crisis climática –que acarrea más calor y lluvias menos abundantes– va a hacer que estas circunstancias sean más habituales”.

Desde luego los fuegos de Castellón y Lugo han evolucionado con violencia. En el levante, las llamas han ardido “descontroladas” durante días cebadas, precisamente, por una humedad muy baja del 20% y avivadas por vientos de más de 50 km/h. El incendio en Galicia ha doblado el umbral mínimo para ser calificado de grandes dimensiones en poco más de 24 horas.

Otro hito

Este 2023 va a dejar otro hito sobre incendios adelantados. El primer incendio de más de 3.000 hectáreas registrado en 2016 se declaró el 3 de agosto. En 2017, fue el 24 de junio. En 2018 se registró el 6 de agosto. Al curso siguiente, en 2019, un siniestro de esa dimensiones no llegó hasta el 26 de junio. En 2021 fue el 20 de mayo y en 2022 en época parecida: 6 de junio.

El primer incendio que arrasa más de 3.000 hectáreas este 2023 ha llegado el 23 de marzo.

Panorama climático desfavorable

Desde luego, los datos meteorológicos apuntalan este panorama de grandes incendios tempranos. Las temperaturas durante los días en los que ha estado ardiendo la sierra castellonense y el noroeste peninsular, donde Asturias ha sumado más de un centenar de fuegos, han sido “muy superiores” al promedio para esta época del año, según ha constatado la Aemet. Además, las lluvias generales entre el 1 y el 23 de marzo se han quedado por debajo de la mitad de la media: 18 l/m2 frente al promedio de 38 litros.

De hecho, la propia Aemet alertaba el 24 de marzo (cuando avanzaba el fuego en Castellón) que “el riesgo de incendio va a estar muy alto o extremo en el tercio oriental peninsular precisamente por las altas temperaturas y el viento”.

“Vamos a tener que estar atentos a lo que nos digan los meteorólogos sobre cómo van a ser las primaveras en este contexto de cambio climático igual que nos han advertido de cómo se han transformado los veranos”, alerta Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace.

A lo que se refiere Soto es a la prolongación y recrudecimiento del verano en España que ya ha acreditado la Aemet y que están vinculados con el recalentamiento del planeta. Sin ir más lejos, en 2022 se registró el estío más caluroso de toda la serie histórica.

“El claro incremento de las temperaturas y una ligera disminución de las lluvias se ha traducido en una extensión en nuestro país de los climas áridos que avanzan, desde mediados del siglo XX, a un ritmo anual de unos 1500 km2 al año”, explica la Agencia. Y eso tiene su influencia en los incendios: “Los climas áridos están relacionados con una menor disponibilidad de agua para las plantas”.

Condiciones más favorables, pero ¿de dónde salen las chispas?

Con todo, el avance de este ambiente más árido crea la condiciones, incluso en invierno o primavera, para las llamas. Sin embargo, siguen haciendo falta las chispas. Las investigaciones preliminares de la Guardia Civil han apuntado a que el incendio de Villanueva de Viver fue causado por el uso de maquinaria.

En la fachada atlántica, por su parte, la mayoría de los cientos de focos simultáneos son fuegos intencionados, según los gobiernos autonómicos. En Asturias, el presidente del Principado, Adrián Barbón, ha afirmado que el 99% de los incendios de estos días han sido a propósito.

Lo que ocurre es que Barbón luego ha dicho que buscan “a los auténticos terroristas que están causando estos daños”. En realidad, la Fiscalía de Medio Ambiente lleva años señalando de dónde viene este tipo de incendios.

Solo en su Memoria de 2020 señala como primera causa de incendios provocados los causados por “prácticas tradicionales inadecuadas como son las quemas de vegetación para pastos”. Y añade que en el norte de España “es también frecuente la producción de incendios, pero, en este caso, para conseguir pastos”. En el caso concreto de Asturias, la Fiscalía explica que, aunque se sobreseen frecuentemente los casos “por la dificultad de determinar su autoría, el carácter intencional y la finalidad resulta acreditada por los informes técnicos de la BRIPA”.

Este análisis se repite año tras año en las memorias de los fiscales, sobre todo de Asturias y Cantabria. Y una vez metido el fuego en el monte, la sequedad y las altas temperaturas incrementadas por la alteración del cima (unidas al viento) impulsan las llamas. Empeoran los incendios.

Diana Colomina explica que esa “altísima intencionalidad y el uso del fuego para la quema de pastos y de restos agrícolas hace que el paisaje del noroeste sea de altísimo riesgo para los incendios”. Así que lo que pide es, no solo maximizar la precaución, sino dejar “al mínimo el uso del fuego cuando las condiciones son de alto peligro”. Justo como ha sido en el final de este marzo. El mes incendiario del invierno.

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