“Somos más populares que Jesús”, dijo el beatle John Lennon en 1966 acerca de que tenían “más influencia en la juventud que cualquier otra cosa”. Salvando las distancias, el mismo concepto podría aplicar la activista sueca Greta Thunberg sobre sí misma respecto de todos los líderes políticos que pasean estos días por la Cumbre del Clima de Madrid. Apenas ha hablado en un par de apariciones por la conferencia oficial y, con todo, su mensaje resuena y se centuplica cada vez que asoma. Greta Thunberg devora la COP25 de Madrid antes incluso de que lleguen los responsables de cerrar las dos semanas de negociaciones de esta cumbre mundial.
Esta adolescente de 16 años no necesita hablar demasiado para copar la atención y amplificar el mensaje de quienes comparecen a su lado, ya sea un joven violinista ruso o un adolescente de los pueblos indígenas de Estados Unidos. Un buen puñado de políticos llevan días intentando colocar su visión a quien quiera atenderlos, pero la sola figura de la activista sueca moviliza la conferencia sin necesidad de más altavoces. Este lunes ha bastado con que Thunberg anunciara su presencia en un acto con jóvenes del sur global para poner patas arriba el centro de convenciones. Su presencia ha sido suficiente para atestar la sala.
Dentro del salón donde estaba previsto el acto, una hora antes de la cita, se sucedían dos ponencias tempranas sobre pesca sostenible y el impacto del cambio climático en zonas vulnerables. No podían esperar los ponentes que la afluencia a sus intervenciones iba a ser de nivel estrella ambiental. Gran parte de la audiencia estaba esperando a que llegara la adolescente sueca. Pero allí estaban.
Foco sin tregua
Así que uno de estos ponentes ha aprovechado para lanzar su idea resumen: “La transición verde está llena de actividades nada verdes”, ha explicado acerca de la extracción de litio en el triángulo de Chile, Bolivia y Argentina que está expulsando a los pobladores de estas regiones. “Nos quedan tres minutos antes de la siguiente conferencia”, ha continuado su compañera para aprovechar los últimos momentos frente al micrófono: “La mejor fórmula para proteger el Amazonas son las reservas indígenas”. Pero los policías de la ONU ya estaban tomando posiciones en la sala para ordenar: “¡Todo el mundo fuera!”. Llegaba el turno de Greta y sus compañeros.
El foco que se coloca sobre Thunberg cada vez que asoma en la COP no ha aflojado desde que el viernes pasado acudiera por sorpresa a Ifema nada más llegar a España desde Lisboa. Las carreras detrás de ella por los pabellones provocaron que tuviera que refugiarse en unas dependencias cerradas. Había ido a participar en una sentada de su grupo Fridays for Future. Más tarde, en la masiva manifestación convocada por la cumbre alternativa, la policía evacuó a Thunberg porque la aglomeración a su alrededor le impedía avanzar hacia la marcha.
Y aun así, Thunberg parece escoger con acierto cómo moverse y qué mensajes puede amplificar. Al menos este lunes, le ha dado una voz de alta resonancia a un grupo de chicos y chicas especialmente afectados por la crisis climática. De países y regiones habitualmente poco escuchados.
Jóvenes de colectivos de Uganda, Islas Marshall, Filipinas, Chile... cuyos representantes acuden a las cumbres climáticas año tras año con un mensaje similar, pero una repercusión muchísimo menor. Ella ha dicho que “es su historia la que debe ser contada”. Ante un foro repleto de cámaras y medios de todo el mundo, esa historia ha sido contada. Y, esta vez, ampliamente escuchada.
Hace ahora un año, en la COP24 de Katowice (Polonia), el presidente de las Islas Marshall hizo un alegato casi desesperado para que se tuviera en cuenta que la ciencia había establecido la necesidad de “medidas urgentes y sin precedentes” para poder contener el calentamiento de la Tierra en 1,5ºC. Su país tiene una altura máxima de 10 metros, así que la subida continuada del nivel del mar se traduce en, sencillamente, la desaparición. Su discurso tuvo un impacto limitado. La frase de Thunberg este septiembre en Nueva York, “¡How dare you!” (como os atrevéis) colgaba el viernes pasado en una pancarta al paso de los cientos de miles que marcharon por el clima en el centro de Madrid.
Efecto multiplicador
Este lunes era el Día de la Infancia y la Juventud en la cumbre. La jornada donde se escenificaba la firma de la Declaración sobre Infancia, Juventud y Acción Climática promovida por Unicef. Un escenario ideal para Greta Thunberg. De hecho, había sido anunciada su participación en este foro días antes. Después del vaivén que ha vivido la COP en su primera intervención del día, alguien (no se ha dicho quién ni cómo, o si ha sido ella misma) ha decidido que no volviera a salir al público. Pero ha sido una modificación de última hora, así que la sala se había vuelto a llenar. Seguía habiendo cola a las puertas para asistir cuando el acto estaba a punto de concluir.
Los reproches de un grupo de jóvenes a la inacción de los políticos, su reclamación de que “los adultos actúan como niños” ha retumbado con docenas de cámaras y micrófonos reproduciéndolos. Una derivada del efecto Thunberg que ha servido para que la enviada especial de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, admitiese que en Madrid hay que encontrar la manera de que “las reclamaciones de la calle se vean reflejadas en los pasillos del poder. Muchos jóvenes están enfadados por cómo los gobiernos, las empresas y los adultos han fallado en la lucha contra el cambio climático”, ha admitido.
Doctrina Thunberg en vena, sin tener que comparecer siquiera.