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Quién era Antoni Campañà y por qué sus casi 6.000 fotos de la Guerra Civil estuvieron 80 años escondidas en un garaje

Belén Remacha

En la 'valija mexicana' de Robert Capa había entre 3.000 y 4.000 negativos de la Guerra Civil Española de tres fotógrafos –Endre Friedmann, Gerda Taro y David Seymour–, que permanecieron desaparecidos 70 años. En las cajas rojas de Antoni Campañà había casi 6.000 fotografías de la misma época, sobre todo tomadas en Barcelona y también escondidas desde los 40. Es la comparación que le vale al periodista Plàcid Garcia-Planas para poner en contexto el hallazgo de la familia del fotoperiodista catalán, al menos cuantitativamente.

Las instantáneas aparecieron cuando los hijos y nietos de Campañà decidieron vender la casa familiar de Sant Cugat del Vallès (Barcelona), construida en los 40. Garcia Planas puntualiza que no era exactamente un aparcamiento, como se ha publicado, sino un garaje particular: “Al fondo, bajo otros trastos almacenados durante décadas, estuvieron 80 años. Sus hijos sabían que existían, pero no dónde estaban. Al ir a vaciar la casa, encontraron las cajas rojas”. La familia las ha cedido para ser publicadas en un libro en el que aparecen 400, La capsa vermella (Editorial Comanegra) editado por Garcia-Planas junto al historiador Arnau Gonzàlez i Vilalta y el fotógrafo David Ramos. Seguramente, luego se hará una exposición.

Para explicar cómo pudieron permanecer tanto tiempo ahí abajo, García-Planas recurre primero a contar la biografía del fotógrafo, nacido en 1906 en Arbucias (Girona): “A diferencia de otros él no era corresponsal: no fue a la guerra, la guerra llegó a él. Desde que estalla en el 36 hasta el 39 hace fotos desde su territorio, que era Barcelona. Él era republicano, demócrata y catalanista, pero también creyente. Fue chófer del Ejército republicano y los anarquistas quedaron enamorados de sus fotos; la CNT llegó a hacer postales. Se da la paradoja de que suyas, de un católico practicante, fueron algunas de las mejores imágenes de la quema de iglesias”.

“Pero como fotografiaba todo lo que veía –sigue García-Planas– también hizo instantáneas de los primeros desfiles franquistas, que el bando de Franco empleó ya durante la dictadura”. Y ese uso ambivalente fue uno de los motivos por los que Campañà no quiso que nadie más le recordara su trabajo durante la guerra. “No le gustaba la propia guerra, para él fue una experiencia traumática. Por su condición de religioso, se sentía incómodo en los dos bandos. Y la quiso olvidar”.

El valor del contenido de esas cajas rojas reside ahí, en “que lo cuenta todo. Su abanico es amplísimo. Momentos épicos y no épicos, de la cotidianidad y del horror. Simplemente fotografió todo lo que veía, sin trabajar para el gobierno republicano ni para los sublevados. De derrocamiento de iglesias, de gente pasando hambre... Cogió lo que le interesaba y lo que no, eso fue lo que luego también le dañó”.

Antes de la Guerra, Campañá había trabajado haciendo de todo en su sector. Cogió prestigio en Barcelona por su rápido revelado de fotos de boda, cuenta García-Planas, y fue agente para Leica, la mítica empresa de cámaras. También había sido reconocido como fotoperiodista: trabajó para La Vanguardia y en 1934 una imagen suya fue portada de la revista American Photography. Durante la dictadura se quedó en Barcelona, dedicándose a la fotografía deportiva para distintos medios –suyas son varias instantáneas del Barça de la época–. Ya en los 50, viajó por toda España y fue el primero en editar postales a color en pleno auge del turismo.

Murió en el 89, y aún vivió para la celebración de una exposición en su Barcelona natal organizada por La Caixa, aunque sin apenas fotos de la contienda. Para el libro los editores han seleccionado 400 de esas 6.000 siguiendo un relato cronológico bajo criterios artísticos e historiográficos, la mayoría se han tenido que quedar fuera. Habiendo aparecido estas 'cajas rojas', ¿podemos pensar que nos quedan muchos más fondos documentales de la guerra por conocer? “Ese es un gran misterio”, responde García-Planas.“Pero diría que de esta magnitud, de un gran fotógrafo reconocido ya durante su época, podría ser el último. Es difícil que se encuentre un material así, de esa calidad, y con la misma mirada”.

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