La herencia de Benedicto XVI parece maldita. El pontífice alemán, fallecido el pasado 31 de diciembre, apenas dejó herencia privada, pues tanto su biblioteca como los derechos universales de venta de sus libros –el último lo presentará la semana que viene en Madrid el cardenal Rouco, uno de sus principales colaboradores en España– son propiedad del Vaticano. Tampoco hay un testamento escrito, pero sí herederos… Unos herederos que no quieren saber nada del legado de Ratzinger.
Benedicto XVI tiene cinco primos, a los que su secretario personal, Georg Gänswein –a quien Francisco ordenó abandonar el Vaticano antes del 1 de julio, tras la publicación de sus incendiarias memorias en las que se revela como uno de los principales opositores a su pontificado en el interior de la Santa Sede–, lleva medio año intentando para que acepten la herencia de su tío, varios miles de euros en una cuenta personal. De momento, de manera infructuosa.
¿Por qué? Porque junto a lo material, los herederos de Ratzinger podrían ser declarados responsables civiles subsidiarios de posibles demandas contra el Papa emérito, como la que se está dilucidando en Alemania por una negligencia del pontífice en un caso de abusos a menores por parte de un sacerdote a su cargo, durante su etapa como arzobispo de Múnich.
De hecho, el próximo 20 de junio el tribunal de Traunstein juzga la responsabilidad de Ratzinger y de la diócesis de Múnich en el caso de Peter H., un sacerdote que abusó de un menor y que, pese a ello, fue acogido por Ratzinger en su diócesis. Un proceso largo, que iba a llevar al pontífice emérito a declarar (llegó a admitir en un escrito que conocía la condena al clérigo y que, sin embargo, aceptó su llegada a Múnich), algo que se truncó con su fallecimiento.
Según informan varios medios alemanes, la hija de una de los herederos de Ratzinger, Martina Hozinger, habría renunciado al legado de su tío al considerar que, de aceptarla, deberá hacerse cargo de la eventual indemnización a las víctimas de Peter H. Los otros cuatro posibles herederos no han respondido, hasta la fecha, a los requerimientos de Gänswein.
Si finalmente Ratzinger es considerado responsable por los tribunales alemanes, tanto sus herederos como la diócesis de Múnich tendrían que hacerse cargo de la indemnización a la víctima, lo mismo que la diócesis de Múnich y Freising. En el caso de la diócesis, el dinero saldría de un fondo específico, creado hace años, cuando comenzaron a estallar los escándalos de abusos en la Iglesia alemana. Pero, en el caso de Ratzinger, la indemnización saldría de la herencia. Dependiendo de la cantidad que fijaran los tribunales, más que ganar, sus herederos podrían tener que poner dinero de sus bolsillos. “No queremos quebraderos de cabeza”, se excusó una sobrina de Benedicto XVI.
En caso de que nadie aceptara la herencia, el dinero de Ratzinger pasaría al Estado de Baviera.
Los otros cuatro primos aún no han anunciado su decisión a Gänswein, designado albacea de Ratzinger y actualmente en Alemania, mientras busca nuevo destino una vez que el Papa Francisco haya decidido que debe abandonar el apartamento de 300 metros donde reside en el Vaticano, sin que por el momento le haya dado destino alguno. Durante semanas se barajó su nombramiento como nuncio en Costa Rica, aunque algunas informaciones apuntan a un ‘destierro’ a su país natal, sin funciones eclesiásticas específicas, para quien fuera mano derecha del antecesor de Bergoglio.
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