En la novela Los besos en el pan, la escritora Almudena Grandes rescataba un gesto característico de las generaciones que vivieron la guerra y los años posteriores. Besar el pan era una costumbre que se adquirió debido al hambre y la carestía del momento. Se trata de un gesto que ha pasado de unas generaciones a otras para simbolizar el valor de uno de los productos cuya calidad y cantidad decrecieron durante el tiempo que duró el conflicto.
“Dar gato por liebre”
El pan no era el único producto que escaseó durante aquellos años. La hambruna del momento popularizó expresiones como “dar gato por liebre”, que según relata Joan de Deu Doménech en su libro La Batalla de l’ou, era algo más que una forma de hablar. Doménech, que recoge en su obra el panorama alimentario de la Guerra Civil, cuenta que el consumo de animales de compañía se convirtió en algo recurrente durante la época de mayor carestía.
A finales de 1938, el gastrónomo catalán Ignasi Doménech publicó Cocina de recursos, un libro que recogía recetas de la época bélica como la tortilla sin huevos y sin patatas. “Durante los años 1937-1938, la inmensa mayoría de los ciudadanos no podíamos gastarnos 40 ó 50 duros para adquirir una docena de huevos y tuvimos que prescindir a toda prisa de tan precioso material” dice Doménech, quien vivió en carne propia las penurias de la guerra. Esta obra, que fue reeditada en 2011, es un referente para los manuales de cocina actuales o los blogs gastronómicos que, al hervor de la crisis, han actualizado la cocina de supervivencia.
El plato combinado
Pero la aportación de la Guerra Civil al actual universo culinario no termina ahí. Una de las combinaciones más castizas de nuestra gastronomía, el plato combinado, también se remonta hasta 1936. Tal y como señala el estudio La vida cotidiana durante la Guerra Civil, el plato combinado nació para burlar las restricciones del “Día del plato único”, una medida recaudatoria que se estableció en la zona franquista y que obligaba a los bares y restaurantes a servir por el mismo precio de un menú un solo plato entre los días 1 y 15 de cada mes. El dinero sobrante debía entregarse para contribuir a la causa del bando sublevado. Se trataba de un impuesto enmascarado que a partir de 1937 pasó a exigirse una vez a la semana, los lunes, en los que no se servía postre y se llamó el “Día sin postre”.
Radio Macuto
La gastronomía no es el único ámbito cuya huella ha llegado a nuestros días, las trincheras españolas también fueron el escenario de expresiones que nunca dejaron de utilizarse. Los soldados de ambos frentes utilizaban la fórmula “aquí Radio Macuto, mil paridas por minuto” para referirse a los rumores que circulaban en ambos bandos acerca de los avances o retrocesos de cada frente. En la actualidad, la expresión “radio macuto” continúa empleándose para referirse a la persona que pone en circulación un rumor.
Desde las trincheras también llegaba el “parte de guerra”, un comunicado oficial de la contienda que empezaron a emitir los noticieros de la radio franquista diariamente. Sustituido por un informativo más convencional tras el fin del conflicto bélico, la jerga popular mantuvo el término “el parte”, que a día de hoy sigue siendo utilizado para definir una información, normalmente poco independiente e interesada.
Las alpargatas de Castañer
El vestuario empleado por los combatientes también ha dejado su rastro en las tendencias de moda actuales. Las alpargatas de colores que ahora llenan los escaparates fueron el calzado característico de las milicias populares. Tal era la importancia de este producto para el bando republicano que llegaron a nacionalizar la empresa catalana Castañer, una de las firmas que empezó a fabricar alpargatas para las capas sociales más bajas. El capote-manta, que inspira prendas de abrigo actuales, fue una de las prendas mas característica del bando franquista. Para el historiador Luis E. Tagore se trataba de “la tradición española hecha prenda”.
El futbolín para heridos de guerra
El poeta, editor e inventor Alexandre Campos Ramírez, más conocido como Alejandro Finisterre, alargó el ingenio de su invento hasta nuestros días. Según su propio relato, tras quedar sepultado por uno de los bombardeos de Madrid, Finisterre fue trasladado a un hospital donde conoció a varios niños heridos que no podían jugar al fútbol. Inspirándose en el tradicional tenis de mesa, el poeta desarrolló un futbolín, que patentó en 1937 y que a día de hoy se ha extendido por todo el mundo. Aunque no fue el primero de la historia, sus características singulares, por ejemplo los jugadores con las piernas abiertas, han resistido hasta hoy.
La Guerra Civil española también inspiró la creación de productos extranjeros. Los caramelos M&M, populares en muchos países, fueron creados por el estadounidense Forrest Mars después de que se percatase de que los soldados españoles comían bolitas de chocolate recubiertas de caramelo para evitar que se derritieran a causa del calor. Lo patentó y lo comercializó.