Luis Rubiales tomaba la palabra a mediodía de este viernes en la asamblea de la Federación Española de Fútbol. El país entero esperaba su dimisión. En lugar de eso, asistimos en directo a un discurso que bien podría servir para explicar, punto por punto, en qué consiste la reacción machista y los pactos entre caballeros a los que tantas veces asistimos.
Primer paso: negar los hechos o tergiversarlos. “Fue espontáneo, mutuo, eufórico y consentido”, ha asegurado Rubiales en su discurso. El presidente de la Federación tiene difícil negar lo sucedido porque ocurrió ante la mirada de millones de personas que, bien en el estadio, bien a través de la televisión, seguían la ceremonia final del Mundial. Por eso, juega con los hechos. Pasó, pero pasó porque los dos quisimos.
Es más, Rubiales no escatima en detalles. Su relato incluso atribuye buena parte de la iniciativa a la jugadora Jenni Hermoso. “Ella me levantó a mí del suelo. Me cogió por las caderas, por las piernas. No recuerdo bien. Me levantó del suelo, que casi nos caemos, y al dejarme en el suelo nos abrazamos. Ella fue la que me subió en brazos y me acercó a su cuerpo. Nos abrazamos. Y yo le dije: 'Olvídate del penalti, has estado fantástica y sin ti no hubiéramos ganado este Mundial'. Ella me contestó: 'Eres un crack'. Y yo le dije: '¿Un piquito?'. Y ella me dijo: 'Vale'”, ha relatado. Es el siguiente paso: no solo los dos quisimos, ella fue muy activa en lo que sucedió.
La justificación no queda ahí, porque Rubiales trufa su discurso de excusas típicas con las que valida su comportamiento. El cariño: “Yo tengo una gran relación con todas las jugadoras, con todos los miembros de la expedición. Hemos sido una familia durante más de un mes. Y tuvimos momentos cariñosísimos en esta concentración”. La euforia: “Si ustedes compran un décimo de lotería a medias con su vecina y le tocan 200 millones de euros, lo más probable es que cuando se encuentren en el momento después del sorteo, pues hagan cualquier barbaridad o se den un pico, o se cojan en brazos o lo que sea. Y ahí no hay ningún contenido sexual. Y ser campeón del mundo, ser campeona del mundo es lo más grande que hay en el fútbol”.
Obvia la jerarquía. “No hay posición de dominio”, dice quien preside la Federación que toma las decisiones sobre la selección española en la que juega Jenni Hermoso. Él le pidió el 'piquito' a una jugadora que trabaja en su selección y esa petición no le suena rara. El máximo jefe pidiéndole a una futbolista cuya participación en la selección depende de él un beso en la boca es para Rubiales un gesto sin ninguna connotación de poder.
En el manual de la reacción machista hay un capítulo que también se repite aquí: el uso de las mujeres del entorno para exculparse. Para algunos, tener hijas, madres, hermanas, novias o amigas les salva de la posibilidad de ser machistas. Luis Rubiales ha llevado a sus hijas a la asamblea y escuchaban el discurso de su padre entre el público. El presidente de la Federación se ha referido a ellas, e incluso ha intervenido cuando una de las niñas ha comenzado a llorar: “Hija mía, no llores. Tienes que estar tranquila, contenta y orgullosa de quién es tu padre. Tienes que estar orgullosa de quién es tu padre”.
Luis Rubiales habla de igualdad y de sus hijas. Luis Rubiales quiere hacer creer que la igualdad le importa. “Quiero decir mirando a mis hijas que hoy tienen que aprender una lección sobre lo que es la igualdad. La igualdad no es diferenciar cuando hay una opinión entre lo que dice el hombre y lo que dice la mujer. Hay que diferenciar entre la verdad y la mentira”, ha pronunciado. Cómo un hombre con tres hijas va a ser capaz de hacerle algo malo a una mujer, parece querernos decir. El problema lo tienen otros, otras más bien, pero nunca él.
En el relato machista hay siempre un desprecio, como mínimo implícito, al conocimiento y el hacer feminista. Muchos no rechazan el feminismo en sí, aseguran, sino que cargan contra lo que califican de mal feminismo, de feminismo extremista o de cualquier otra expresión que inventen. Cuando Luis Rubiales se permite hablar de “falso feminismo” y de acusar de “falsas feministas” a las mujeres que han señalado y denunciado su conducta parece querer decir que sí hay un buen feminismo, uno que no le pida explicaciones ni a él ni a ningún hombre que actúe de la misma manera, claro. No sabemos, eso sí, cuáles son los referentes de ese 'buen feminismo' de Luis Rubiales.
De ahí al siguiente paso: la cacería, la inquisición, ya no se puede decir ni hacer nada. “La falsas feministas que destrozan a las personas”, ha dicho. “El falso feminismo no busca la justicia, no busca la verdad, no le importan las personas. Lo repito, están preparando una ejecución para ponerse una medalla y decir que están avanzando. Pero si es que así no estamos avanzando, es todo lo contrario”, sigue. “Esto es un asesinato social”, asegura. Es el descrédito del feminismo asimilando el movimiento a una especie de tribunal sumario de la híper corrección que obviamente exagera, que obviamente persigue, ejecuta y le hace imposible la vida a los hombres. Lo que pueda sentir la víctima, Jenni Hermoso o cualquier otra mujer, las consecuencias que ese hecho haya tenido en sus vidas es irrelevante para quienes buscan salvarse a toda costa.
Lo que le pasa a Luis Rubiales y a muchos otros es que no entienden, o no quieren entender, que la sociedad ha cambiado: que España ha ganado conciencia, que el sentido común ahora es otro, que lo que antes era aceptable ahora no lo es, que las mujeres hablan, que los estándares de comportamiento son ahora diferentes, que la gente está alerta, que el concepto de 'lo tolerable' ha sufrido una profunda transformación debido a una ola feminista que ha puesto el cuerpo de las mujeres, el machismo cotidiano y la libertad sexual en el centro del debate.
Su estupefacción ante los nuevos tiempos queda clara cuando Rubiales pide perdón, pero resta importancia a su comportamiento: “Tengo que pedir disculpas por el contexto en el que se produjo. No estoy fuera del mundo y sé que me he equivocado también en eso. ¿Pero creen ustedes que eso es para sufrir la cacería que estoy sufriendo?”. El presidente de la Federación se apunta al ya tradicional discurso de 'las exageradas'. Más allá de la incoherencia en la que incurre en su relato, Rubiales minimiza sus actos para poner el foco en quienes reaccionan y así tachar esa reacción de desmedida. Él es la víctima, las mujeres sus verdugas: el tándem ideal para no hacerse responsable de su comportamiento.
Busca, con todo esto, la empatía y la complicidad de los otros, en masculino nada genérico. Y la consigue. Los aplausos -no unánimes pero si lo suficientemente sonoros- de la asamblea, con una mayoría abrumadora de hombres que le deben cargo y sueldo al presidente, son los aplausos de la fratría. Dice la pensadora Rita Segato: “La masculinidad es como un título que debe adquirirse, una fratría con una estructura corporativa que lleva a una obediencia. Es necesario hacer para probarse miembros de esa corporación”. Ni uno solo de esos hombres alzó la voz en la asamblea para rebatir a Rubiales. Solo el presidente de la Federación Navarra había pedido con anterioridad su dimisión. El pacto de caballeros funcionó a la perfección: no hay machismo sin complicidad masculina, sin los hombres que, no solo ejecutan, sino que también callan cuando los otros actúan.