El de Encarnación Cabré no es solo un nombre para la historia. Nacida en 1911, esta madrileña fue la primera mujer en ejercer la arqueología en España. Antes de alcanzar la mayoría de edad ya acudía a congresos y ayudaba a su padre, también arqueólogo, en sus excavaciones. La llegada del franquismo no impidió que siguiera investigando y el fruto de sus publicaciones es útil para el trabajo arqueológico en la actualidad, más de 100 años después de su nacimiento. Por ello, en 2019 el Congreso decidió rendir homenaje a su espectacular trayectoria e instar al Museo Arqueológico Nacional (MAN) a que pusiera el nombre de Encarnación Cabré a su jardín. Cinco años después, la familia sigue esperando.
El pasado mes de febrero, uno de los hijos de esta arqueóloga recibió una invitación del MAN para un acto previsto para este viernes 8 de marzo. Con motivo del Día Internacional de las Mujeres, el museo va a descubrir en su jardín la placa llamada ‘El Jardín de las Arqueólogas’, un tributo “a las pioneras en el campo de la arqueología que abrieron camino a muchas otras profesionales después de ellas”.
La placa incluye un listado de mujeres y un código QR para que quien lo escanee acceda a las biografías de más de un centenar de pioneras, entre ellas Encarnación Cabré, pero la familia no está contenta con que el museo priorice un “anonimato colectivo” al nombre y logros de una referente concreta. “No poner un nombre propio al jardín diluye el papel de estas arqueólogas dentro de un homenaje genérico”, valora Laura Freire, nieta de Encarnación Cabré, para la cual esto sería equivalente a nombrar al Hospital Ramón y Cajal como ‘Hospital de los Médicos’.
Por su parte, el Ministerio de Cultura ha respondido a elDiario.es que la inauguración de la placa no es incompatible con la propuesta de que el jardín histórico del MAN acabe recibiendo el nombre de la pionera de la arqueología en España. Sin entrar a dar detalles de fechas o intenciones, esta institución asegura que “seguirá trabajando en el reconocimiento colectivo e individual de todas las profesionales de la cultura, entre las que se incluye, por supuesto, Encarnación Cabré”.
Nombres genéricos antes que propios
Abundan los ejemplos en medios de comunicación donde mujeres con nombre y apellidos quedan reducidas a “una española”, “una científica”, “una tenista”… Los colectivos feministas han llamado la atención sobre esta costumbre tildándola de invisibilización. A esa palabra recurre también la familia de Encarnación Cabré, para la cual es “incomprensible” que el Museo Arqueológico Nacional priorice la instalación de una placa para “las arqueólogas” al bautizo de uno de sus espacios con el nombre de una mujer que pueda servir de ejemplo para futuras profesionales.
Cabré ha sido homenajeada en Aragón, Guadalajara o Málaga, pero sigue sin existir reconocimiento para ella en su propia ciudad. “Estaríamos felices si en el jardín hubiera más nombres aparte del de Encarnación, pero eso de que sea un reconocimiento genérico y además haya que acceder por QR…”, Laura Freire deja en el aire su reflexión.
Una vez en la web a la que dirige el código, los disgustos para la familia no terminan: la biografía de Encarnación Cabré que allí aparece “contiene errores injustificables que parecen diseñados para ocultar la prolífica actividad científica de mi abuela”, denuncia Freire en una carta enviada este martes a la directora del museo.
Una referente para el futuro
Un día de febrero de 2019, la familia de Encarnación Cabré salió emocionada y alegre del Congreso. Todos los grupos parlamentarios habían estado de acuerdo en que ella merecía un homenaje y habían aprobado por unanimidad una proposición no de ley para instar al Museo Arqueológico a que bautizara su jardín histórico con el nombre de la investigadora.
“Es el tipo de homenaje que hubiera hecho ilusión a mi abuela”, confiesa Laura Freire. “Encarna tenía dos vocaciones: la arqueología y las flores”, concuerda Isabel Baquedano, arqueóloga y biógrafa de Cabré, que añade que el jardín del museo era donde una joven Encarnación esperaba a que su padre saliera de trabajar.
Para Baquedano, jefa de protección del patrimonio en la Dirección General de Patrimonio Cultural, poner el nombre de Encarnación Cabré al jardín del MAN serviría “para tener un referente claro y que las mujeres no nos tengamos que estar redescubriendo constantemente”, además de “para que las niñas y los niños vean que todos tenemos la misma inteligencia y posibilidad de desarrollo profesional, para que vean que la igualdad es posible”.
La trayectoria “espectacular” de Encarnación Cabré
‘Miss Congress’ es el apodo que le dio la prensa lusa a Encarnación Cabré, fascinada con el hecho de que fuera la primera y única mujer dedicada profesionalmente a la arqueología en España. Y no solo es que fuera mujer, es que tenía 18 años cuando hizo la primera presentación en público de uno de sus estudios.
Su valía como arqueóloga fue reconocida con becas para estudiar en Alemania o para participar en el Crucero Universitario por el Mediterráneo, y pudo aplicar su conocimiento dirigiendo excavaciones hasta que el franquismo le relegó de puestos con visibilidad. Ni esa situación ni el cuidado de los ocho hijos que llegó a tener le impidieron seguir investigando y convertirse en la “referencia obligada” que sigue siendo en la actualidad, relata Isabel Baquedano, su biógrafa. “Yo pude hacer mi tesis basándome en sus estudios”, cuenta la arqueóloga.
Aunque la labor de Cabré ha sido reconocida por varias universidades o por el gobierno de Aragón, que le otorgó su Medalla al Mérito Cultural en 1991, Baquedano opina que si su trayectoria “espectacular” fuera la de un hombre, este “ya tendría 200 monumentos”.