La hormiga de fuego y el pez que obligó a vaciar un embalse, nuevas especies invasoras en España
La venenosa hormiga roja de fuego, un pez que respira fuera del agua y vive en el lodo seco o las mangostas van a ser declarados especies invasoras en España. La expansión de variedades exóticas dañinas para los ecosistemas es un fenómeno en continuo crecimiento.
Suele bastar con que se abra un poco la puerta para que se propaguen y deterioren los ecosistemas donde medran. El Gobierno prevé ampliar la lista de variedades invasoras con tres tipos de hormigas, el pez Paramisgurnus dabryanus, el picudo rojo que devora palmeras, el mioporo (un árbol de las antípodas) y toda la familia de la mangostas y los suricatos –no incluye al meloncillo, una mangosta europea–.
Para entrar en esta lista de invasores no es imprescindible que ya estén expandiéndose. Anteriormente se han catalogado variedades objeto de comercio cuyo escape sería como soltar una bomba de relojería. Una vez que se apruebe su estatus de especie exótica invasora oficial, la ley prohíbe, de manera general, poseerlas, transportarlas y comerciar con ellas. Nada de tener unos suricatos como mascota ni venderlos en tiendas. Nada de transportarlos para abastecer la posible compraventa.
La hormiga de fuego que avanza por el mundo y picó en 2006
La hormiga roja de fuego pica y es venenosa. Proviene de Suramérica y ha colonizado medio mundo. Ha migrado hacia el norte y, a pesar de que se esperaba que las temperaturas más bajas frenaran su camino, una mayor capacidad de adaptarse por un lado y el calentamiento global de la Tierra por otro han hecho que se la detecte en latitudes que se pensaron vetadas para el insecto. Un perfecto resumen del cóctel que impulsa las invasiones biológicas.
La ONU ya discutía hace casi 15 años la preocupación que presentaba la expansión de la hormiga de fuego por el mundo. “Tiene una gran capacidad para introducirse en cualquier lugar. Una vez conseguido, el comercio internacional hace el resto y les permite diseminarse por todo el mundo”.
En España ya se estudió un caso de picadura de Solenopsis invicta en 2006 en Málaga, que causó una episodio de anafilaxis. Se detectó que el insecto estaba en madera importada. Era el primer caso reportado en España e ilustra la sencilla puerta de entrada por la que las invasiones biológicas penetran.
Alberto Tinaut, experto en hormigas de la Asociación Española de Entomología, cuenta que no hay muchos datos de que la Solenopsis invicta se haya instalado en España, pero, “en ocasiones, los catálogos arrastran listados de otros países”.
Sobre las otras dos especies que pasarán a engrosar el catálogo de especies exóticas invasoras, la hormiga loca y la faraón, Tinaut explica que la primera sí lleva un tiempo instalada en el litoral mediterráneo sur. “Discrepo de llamarla invasora porque no hemos observado unos daños concretos. Es alóctona, desde luego, y se ha instalado en España, pero no le veo ese carácter de daño”. Sobre la faraón, “de momento se la detecta de manera esporádica al llegar en, por ejemplo, cajas de frutas del norte de África o el Mediterráneo oriental”.
Con todo, los expertos en especies invasoras insisten en que las medidas preventivas –antes de que se hayan expandido– son más eficaces y baratas que la reacción una vez que están bien instaladas. De hecho, el escarabajo picudo de las palmeras, que está en el borrador de orden para declararlo invasor a nivel nacional, ya ha causado estragos en los palmerales españoles. Es una de las 10 invasoras que más perjuicio económico han causado ya en España.
Un pez de acuario que obligó a vaciar un embalse
Hace solo un año y medio, el Consorcio del Parque Natural de la Sierra de Collserola en Barcelona decidió que iba a vaciar el embalse de Vallvidriera. Fuera toda el agua hasta que se secara el fondo fangoso. En junio de 2020 se desembalsó el pantano. Una vez duro el fondo, se aró.
El plan era acabar con el Paramisgurnus dabryanus, un pez exótico que ha colonizado esta masa de agua, punto vital de reproducción de anfibios.
El Paramisgurnus dabryanus llegó a Vallvidriera, como tantos otros peces invasores, porque alguien lo soltó allí. Es el segundo caso en toda Europa de colonización de este pez. Se trata de una especie utilizada en acuarios particulares. Una vez en las aguas, ha demostrado su gran capacidad de colonizar: puede respirar oxígeno del aire y vive en los lodos del fondo. No solo vive, sino que sobrevive a condiciones extremas porque, si el agua desaparece, puede profundizar en el lodo a medida que se secan las capas superiores. De ahí la idea de dejar secarse el embalse y, luego, labrarlo para impedir que allí se mantuvieran los peces.
El Ministerio lo ha incluido en su plan de ampliación de la lista de invasiones. La Generalitat de Catalunya explica que esta especie tiene “efectos sobre la estructura de las comunidades de invertebrados y sobre las características del agua” y supone “un riesgo potencial de introducir parásitos en las comunidades autóctonas”. Ha sido detectado de nuevo tras el rellenado del embalse.
De Nueva Zelanda a conquistar las dunas españolas
Aunque invasiones a base de insectos o peces fangosos pueden captar visualmente más, la realidad es que, al menos en España, las especies exóticas que, en general, están causando más quebraderos de cabeza son las vegetales. Desde el rabo de gato a los plumeros de la pampa.
En esta revisión gubernamental no falta la flora: el mioporo o gandul coloniza los delicados ecosistemas dunares. Vino de las antípodas (Australia y Nueva Zelanda) para adornar jardines y medianas. Ahora invade el litoral. Hace más de una década, su ficha del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino la describía como “escapada de los jardines” y señalaba: “Cada vez está más presente en los sistemas dunares”. Ya era una invasora en Catalunya, Comunidad Valenciana, Baleares y Canarias. Los técnicos advertían de lo difícil que es erradicarla: “Las labores deben repetirse durante varios años”. También apuntaban que la mejor medida para evitar su invasión era tener “una vegetación dunar densa y bien establecida”. Después de ese aviso, no se dieron unos buenos años para las dunas litorales españolas.
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