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Las hospitalizaciones por herpes zóster se disparan: “Es un problema al que hay que dar prioridad”

David Noriega

2 de marzo de 2023 22:49 h

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Cuando una persona se infecta con algún virus determinado, el intruso queda en su cuerpo para siempre, latente, esperando alguna debilidad para hacerse notar de nuevo. Es lo que ocurre con la varicela. Tras superar la enfermedad primaria, los pacientes mantienen en sus ganglios raquídeos, situados en los nervios espinales, el patógeno que la produjo, hasta que aparece una situación de inmunodepresión que lo reactiva en forma de herpes zóster.

Un estudio publicado en Eurosurveillance, la revista que edita el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC), apunta a un aumento de las hospitalizaciones por este herpes, que supone “un problema de salud pública en España al que hay que dar prioridad”. Entre los años 1998 y 2018, se han producido 65.401 hospitalizaciones por esta causa y la incidencia media se ha disparado de 5,82 a 9,21 casos por cada 100.000 habitantes. Un aumento sostenido por los grupos de mayor edad: los mayores de 85 años superaron los 70 casos en 2018, mientras 20 años antes no pasaban de los 30. Aquellos entre 65 y 84 años, rondan los 22 casos por cada 100.000 habitantes.

“Hay dos aspectos importantes, el herpes zóster afecta a las personas con inmunodepresión y a las personas mayores, por la edad”, explica la investigadora del Centro Nacional de Epidemiología Josefa Masa, que es una de las autoras del estudio, en el que han analizado los casos más graves, que requieren ingreso. “Cada vez tenemos un porcentaje más alto de población mayor, así que es fácil entender que aumente el número de hospitalizaciones”, aclara. Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 1998 había en España 6,5 millones de personas por encima de los 64 años. En 2018, eran 8,9.

En los países de clima templado la mayoría de la población ha contraído en algún momento el virus de la varicela zóster (VVZ). Se calcula que alrededor de un 90% lo adquiere en algún momento de su vida. En España, la vacunación contra el virus ha ido implementándose paulatinamente. El fármaco se comercializó en 1998 y desde entonces se recomienda a grupos de población considerados de riesgo, con patologías que debilitan el sistema inmunitario. No fue hasta el año 2005 cuando la Comisión de Salud Pública del Consejo Interterritorial de Salud amplió la recomendación a los adolescentes que no hubieran pasado la enfermedad.

Esto permitirá dotar de protección al grueso de la población en el futuro pero, por el momento, la población de más edad, que es también la más expuesta a padecer el herpes zóster, no está protegida. El Ministerio de Sanidad presentó en diciembre el nuevo calendario vacunal a lo largo de toda la vida, que incluye por primera vez la vacuna para las personas de 65 años, los nacidos en 1958, en la cartera básica del Sistema Nacional de Salud. La estrategia contempla también que “podrán optar progresivamente cohortes entre 66 y 80 años, comenzando por la población que cumple 80 años”, pero el objetivo es dar cobertura por la parte baja (a los jóvenes, con la vacuna contra la varicela), mientras se cubre la parte alta.

“Nuestro artículo va en la línea de las recomendaciones que ha hecho el Consejo Interterritorial de Salud sobre la vacunación del herpes zóster”, indica Masa, que hace hincapié en la importancia de que la población se inmunice para que se note un impacto en la reducción de los casos más graves que acaban en hospitalización.

El estudio analiza también las patologías que reactivan el VVZ, aparte de la propia edad. “Hay grupos, como las personas con VIH, en tratamiento de quimioterapia para tumores y leucemia, linfomas y otros tratamientos anti jak, para enfermedades inflamatorias, y, por supuesto, las personas trasplantadas, tienen más posibilidades de padecer un herpes y que sea más grave”, explica la investigadora.

Enfermedades asociadas: diabetes y leucemias o linfomas

Según los datos analizados en el estudio publicado en Eurosurveillance, la comorbilidad más común en las hospitalizaciones por herpes zóster es la diabetes. La tenían 6.260 pacientes varones y 6.281 mujeres. La segunda es la leucemia o el linfoma, con 5.229 hombres afectados y 4.020 mujeres. En tercer lugar se encuentra la enfermedad pulmonar obstructiva crónica en el caso de ellos (5.021) y la enfermedad renal crónica (2.288) para ellas. En cualquier caso, la vacuna actúa por dos vías: reducir los casos y minimizar las complicaciones.

El herpes zóster es una enfermedad debilitante que tiene tratamiento, recomendado en las primeras 72 horas. Sus principales síntomas son la aparición de vesículas en una zona concreta del cuerpo, acompañadas de dolor, que puede durar entre dos y cuatro semanas. En algunos casos puede presentar complicaciones. La más habitual es la neuralgia posherpética, un trastorno que afecta a los territorios nerviosos, que quedan afectados incluso después de que las ampollas hayan desaparecido, provocando un dolor que puede durar meses. Entre 1998 y 2017 se registraron un total de 1.186 hospitalizaciones con este diagnóstico.

En el peor de los casos, el herpes zóster puede provocar la muerte, aunque la tasa no es elevada. Según el documento que salió de la ponencia de programas y registro de vacunaciones de 2020, publicado en marzo de 2021, en 2018 fallecieron por esta causa 26 personas, 0,06 por cada 100.000 habitantes.

Aquel año se registraron 339,1 casos por cada 100.000 habitantes. Fueron un total de 57.685 personas, de las que 4.162 requirieron ingreso hospitalario, lo que convierte al herpes zóster en una enfermedad muy prevalente. Además, se estima que alrededor del 30% de la población desarrollará esta dolencia a lo largo de su vida, pudiendo llegar al 50% en las personas a partir de 85 años, que son las que presentan después más complicaciones.

La ponencia de vacunas ya alertaba hace un par de años que “a pesar de que el herpes zóster presenta una baja mortalidad, constituye una importante carga para la sociedad. Por un lado, los gastos directos ocasionados por la enfermedad derivan principalmente de la asistencia sanitaria (atención primaria, consultas especializadas, ingresos hospitalarios) y las prescripciones farmacológicas. Los costes indirectos están fundamentalmente relacionados con la pérdida de productividad en los pacientes más jóvenes y de los cuidados en el caso de los pacientes más mayores”, indicaba el documento.