Un año y medio después de la exhumación de parte de la fosa de Villadangos del Páramo (León), los huesos hallados comienzan a hablar. Con una coincidencia que supera en ambos casos el 99%, el laboratorio genético de la Universidad del País Vasco ha podido identificar los restos de Urbano González Soto y de Marcelino Quintano Fernández, concejales socialistas de Valencia de don Juan (León) en 1936. En septiembre de aquel año ambos fueron arrestados y poco después trasladados al campo de concentración de San Marcos de León con otros cuatro vecinos de su localidad, los también concejales socialistas Víctor Pérez Barrientos y Jesús Luengo Martínez, y los sindicalistas de la UGT Moisés Rodríguez Martínez y Fridiberto Pérez Manovel.
Los hombres permanecieron poco tiempo en San Marcos y enseguida fueron conducidos, con un séptimo arrestado -según la documentación, probablemente Eduardo Prieto, natural de Celadilla- a Villadangos del Páramo, donde fueron asesinados y desaparecidos el 20 de septiembre de 1936.
En esta zona el golpe de Estado triunfó casi de inmediato y dio paso a una represión sistemática
En gran parte de la provincia de León no hubo frente de guerra ni bandos militares enfrentados: el golpe de Estado triunfó casi de inmediato y dio paso a una represión sistemática contra sindicalistas, integrantes de partidos republicanos y personas que defendían la legalidad democrática o mostraban desacuerdo con el golpe.
Entre agosto y noviembre de 1936 solo en Villadangos del Páramo fuerzas franquistas y falangistas mataron –sin simulacro de juicio previo ni sentencia– a al menos setenta y siete hombres y una mujer, todos vecinos de otros pueblos de la zona y de la ciudad de León, según documentación existente. Historiadores locales elevan la cifra a un centenar aproximadamente.
La pista del calzado rojo
En la excavación, llevada a cabo en la fosa más grande de Villadangos en febrero del pasado año, la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica rescató los restos de doce cuerpos, de los que el laboratorio de la Universidad del País Vasco ha podido extraer ADN a seis, por lo que no se descarta alguna identificación más.
El hallazgo de unas botas o zapatos de color rojo entre los objetos recuperados en la fosa puso tras la pista a las familias de las víctimas, porque según las actas de defunción redactadas por el juez de paz en 1936 solo dos víctimas llevaban calzado rojo: una de ellas correspondía a la saca de los seis asesinados de Valencia de Don Juan.
Por las características de los restos exhumados, la antropóloga forense Laura González se decantó por ese grupo y, en cuanto concluyó su informe, la ARMH procedió a extraer muestras de familiares. De ese modo, de una fosa tan grande solo en parte exhumada, se ha podido indagar e identificar a Marcelino Quintano y Urbano González Soto.
La mayor parte de la fosa, cubierta por nuevos panteones, sigue sin ser exhumada
La mayor parte de la fosa, cubierta por nuevos panteones construidos hace años, sigue sin ser exhumada. En ella podría haber restos de otras cincuenta y una víctimas, según las actas de defunción que aún se conservan. En dos fosas más pequeñas fueron sepultados otros trece asesinados.
Las familias de la víctimas, unidas desde hace años a través del proceso de búsqueda, han celebrado estas primeras identificaciones. “Sentimos que son las de todos los desaparecidos en Villadangos, porque certifican que efectivamente estaban allí, que ese gigantesco crimen silenciado ocurrió”, señalan.
El proceso para localizar la fosa y lograr la exhumación se topó con silencios, resistencias y vetos
Marcelino y Urbano
Urbano González Soto, hijo de Manuel y Braulia, guarnicionero y concejal, tenía veintinueve años en el momento de su asesinato y su desaparición. Era el mayor de cinco hermanos. La más pequeña, Melchora, falleció recientemente a los 96 años de edad.
El otro identificado hasta el momento, Marcelino Quintano Fernández, nacido en Valencia de don Juan el 9 de enero de 1906, era hijo de Salomón y Antonia y estaba casado. También era concejal socialista, y trabajaba en el surtido bazar y almacén Casa Alcón de la localidad.
Cuando fue arrestado y le obligaron a subir a un camión, su madre Antonia trató de impedirlo aferrándose a los laterales de la caja e implorándoles que no se llevaran a su hijo. Varios falangistas apartaron las manos de la mujer, golpeándolas con la culata de sus fusiles.
El modus operandi de la represión en la zona solía ser el mismo: las víctimas eran arrestadas en sus propias viviendas o en sus lugares de trabajo, después eran conducidas al campo de concentración de San Marcos o a otros centros penitenciarios y, tras ello, sus verdugos las trasladaban -habitualmente de noche- a lugares donde no solía conocerlas nadie, para asesinarlas sin previo juicio ni sentencia y arrojarlas a una fosa, sin informar a los familiares.
En ocasiones, además quemaban los cadáveres, con el objeto de que no pudieran ser identificados en caso de ser encontrados.
Una exhumación plagada de obstáculos
El proceso hasta llegar a la exhumación de la fosa de Villadangos del Páramo (León) se topó en su camino con dificultades, resistencias e incluso vetos. Las versiones contradictorias sobre su ubicación y las trabas por parte de algunas autoridades locales -que llegaron a impulsar una votación en Junta vecinal- retrasaron una y otra vez la búsqueda. En el camino han ido muriendo hijos, hermanos y sobrinos de las víctimas sin haber podido cumplir el más antiguo de los derechos: despedir con digna sepultura a los muertos.
En los años 2020 y 2021 varios familiares se reunieron con el alcalde de la localidad, Alejandro Barreda, para solicitarle información sobre la ubicación de la fosa y celeridad en el proceso, pero éste les desanimó y les advirtió de la posible celebración de una votación para permitir o vetar la excavación. Entre los presentes estuvo Rufino Juárez, de 86 años, hijo de uno de los desaparecidos en Villadangos.
En el verano de 2021 hubo una primera convocatoria por parte de la Junta vecinal para votar sí o no a la exhumación. En la reunión programada para ello varias vecinas de Villadangos expusieron en público la inutilidad de esa convocatoria, “puesto que exhumar es un derecho contemplado por ley, e impedir la búsqueda, una crueldad”, explicaron entonces. Su arrojo en la defensa de los derechos de las víctimas suspendió ese encuentro.
Una nueva cita para votar fue fijada días después. Aquello puso en alerta de nuevo a las familias de las víctimas. En esos días Rufino Juárez, de 86 años, tropezó en unas escaleras y, tras varios días en coma, falleció sin poder ver cumplido su deseo de recuperar los restos de su padre.
La Junta vecinal convocó una votación en la que ganó el veto al proyecto de exhumación
“Rufino era el alma del grupo de familias y uno de los grandes impulsores de la búsqueda de los nuestros”, recuerda Pilar González, sobrina de otra víctima de la fosa. “Tras ello, nos prometimos que no nos rendiríamos”.
Algo más de ochenta personas de Villadangos del Páramo -de unos mil habitantes- acudieron a la votación. A lo largo de dos horas se debatió acaloradamente sobre la posible exhumación. Marco González, vicepresidente de la ARMH, fue desmontando con paciencia los temores y acusaciones, con la ayuda de varias personas de Villadangos que apelaron “a la humanidad y a la sensatez” en defensa del derecho a exhumar.
El primer teniente de alcalde, Alberto González Fernández, intervino como vocal de la Junta vecinal para cuestionar el proyecto de exhumación. Tras la marcha de algunos presentes, ya con la sala más vacía, se procedió a votar. El resultado, veintidós votos en contra, doce a favor y dos abstenciones.
Las familias de las víctimas de la fosa de Villadangos conocieron el resultado de inmediato y activaron todos los canales posibles para evitar que con aquel episodio se impidiera la excavación. Juristas, personalidades del mundo de la cultura y del ámbito de los derechos humanos se pronunciaron públicamente en favor de los familiares de los desaparecidos.
Finalmente, y tras la intervención del entonces vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, se recibió luz verde para la exhumación. El 24 de febrero de 2022, el equipo arqueológico de la ARMH encontró en la fosa de Villadangos los primeros restos de víctimas asesinadas por el franquismo y, con ello, algunos ancianos del pueblo se animaron a contar sus recuerdos sobre aquellos crímenes.
Dos días más tarde, en la misma sala donde meses antes se había celebrado la votación en contra, más de sesenta familiares de las víctimas organizaron un encuentro para rendir homenaje a los desaparecidos, con la sala llena y la presencia de decenas de habitantes del pueblo que quisieron acompañarlos y conocer sus historias.
“Seguimos esperando sus disculpas”
En nota de prensa enviada hoy a los medios la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) señala que la exhumación y las identificaciones ahora obtenidas son “el resultado de la resistencia y el esfuerzo de muchas familias, y en especial hay que recordar a personas como Rufino Juárez, que durante muchos años peleó para que esto sucediera, pero no pudo vivirlo”, ha indicado su vicepresidente, Marco González.
Además, la ARMH solicita a las autoridades locales unas disculpas por no haber atendido humanamente a las familias de las víctimas:
“Desgraciadamente, no podemos olvidar el lamentable papel del alcalde y del primer teniente de alcalde de Villadangos, que no supieron estar a la altura de quienes sirven a la ciudadanía y tienen el deber de ayudar, especialmente a las familias que han sufrido tanto. Por esa razón seguimos esperando sus disculpas, por no haber atendido humanamente a estas familias y haber prevaricado administrativamente para tratar de impedir algo tan humano como que puedan conocer el destino de sus seres queridos y honrarlos como merecen”
En noviembre del pasado año las familias lograron que los nombres de todas las víctimas asesinadas en Villadangos figuren en algún lugar, con la colocación de una placa en el cementerio de la localidad, sufragada enteramente por ellas. En la misma, junto con los nombres, se lee:
“En los montes cercanos a esta villa fueron asesinadas y desaparecidas decenas de personas inocentes entre agosto y noviembre de 1936. Fueron sacadas de sus casas o de sus lugares de trabajo en localidades donde no hubo guerra. No lucharon en ningún frente de batalla. Fueron víctimas de la persecución ideológica impuesta por los golpistas del régimen franquista que terminaron con la legalidad democrática representada por la República.
Son nuestra abuela y bisabuela, nuestros padres, hermanos, tíos, abuelos y bisabuelos, que durante décadas no pudieron ni ser nombrados. Algunos de ellos siguen aún bajo la tierra que en este instante estamos pisando.
En febrero de 2022 se exhumó por la ARMH parte de una de las fosas, en la que se hallaron restos óseos de al menos diez cuerpos con claros indicios de violencia. Las familias seguimos buscando a los demás desaparecidos asesinados en esta zona, y esperando verdad, justicia y reparación“.
Los asesinatos y desapariciones en Villadangos del Páramo han sido expuestos ante la querella argentina que investiga los crímenes del franquismo.
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