El padre de la víctima de abusos en un colegio del Opus: “Nuestro hijo ha sido humillado, agredido y despreciado”
“Nosotros somos los bastones de nuestro hijo, él sí que fue y es un valiente. Su valor nos sirve de ejemplo para no cesar en la denuncia y en la lucha, y pueden tener por seguro los señores del colegio Gaztelueta que vamos a llegar hasta el fondo de esta historia, caiga quien caiga”. Quien así habla es Juan Cuatrecasas, padre de Asier (nombre falso), el chico presuntamente víctima de abusos sexuales por parte de un profesor del centro del Opus Dei en Bilbao.
En esta entrevista, después de que la Audiencia Provincial de Bilbao haya decidido abrir auto de procesamiento contra el docente por “un delito continuado de abuso sexual” entre 2008 a 2010 –cuando Asier tenía 12 y 13 años– este padre coraje denuncia la actitud del colegio y del Opus Dei y el abandono de la Iglesia.
¿Cómo está Asier? ¿Hasta qué punto está informado del caso?
Su estado incluye pesadillas constantes, ansiedad, incapacidad de concentración para seguir un ritmo regular en los estudios, angustias y una fobia a las aulas y a una sociabilidad normalizada. Es terrible el daño que estos lacerantes episodios provoca en estas víctimas. Sigue el caso siempre mediando las pautas del facultativo psiquiatra que le atiende.
¿Qué siente un padre cuando sabe que su hijo ha sufrido abusos?
Un dolor terrible, una rabia contenida y una sensación de que una de las personas que más quieres y por la que darías la vida ha sido agredido, humillado, violentado. Esa sensación es muy dolorosa, de hecho yo mismo he tenido que medicarme en varias ocasiones, al igual que mi mujer, porque los episodios de ansiedad en mi caso y durante todos estos años, han sido constantes.
¿Cómo se enteró de los abusos?
Para mi hijo, todo empezó durante los cursos 2008/09 y 2009/10. Durante seis años más su relato se ha ido engrosando con detalles y más detalles. Al contrario de lo que piensan en ese colegio del Opus Dei, una víctima de estas aberraciones no cuenta su tragedia en una sola sesión. Su relato es estremecedor, no solo por los detalles, sino también por lo prolongado en el tiempo del mismo.
En cualquier caso, damos gracias a Dios por el hecho de que comenzara a contar en aquel 2011 todo esto, porque hay mucha gente que se va con el secreto a la tumba y en otros muchos casos, terminan en el suicidio. Es muy importante para nosotros que nuestro hijo nos haya transmitido su dolor, haya roto su silencio, porque demuestra mucho valor y una entereza digna de aplauso.
¿Cuál ha sido la actitud del colegio (que está en Leioa, Bizkaia) y del Opus Dei?
La conducta del colegio y de sus responsables, tanto dirección como consejo de administración, ha sido tramposa, negligente, en más de una ocasión mentirosa y desde luego carente de los valores mínimos que pueden presuponérsele a un colegio de perfil católico.
Siempre han recurrido al famoso crucifijo de cristal, a esa frialdad que caracteriza a la Obra en muchos de sus comportamientos. Yo añadiría que además de cristal, el crucifijo es de hielo polar. Insustanciales, inhumanos y sin un ápice de vergüenza, porque además han echado mano de la asquerosa calumnia hacia mí y hacia mi mujer, algo que jamás perdonaremos.
En cuanto al Opus solo puedo decir que en todo momento ha estado desaparecido, sin dar la cara, republicando una y otra vez los comunicados del colegio, e intuyo y afirmo sin rubor que realizando sus legendarias maniobras orquestales en la oscuridad. Tapar, ocultar, el polvo debajo de la alfombra.
El Papa les escribió y anunció una investigación que se cerró en falso. ¿Han vuelto a tener algún contacto con Francisco?
No. Francisco, desde aquella esperanzadora y pastoral comunicación por escrito, no ha vuelto a dar señales de vida. Con todas las pruebas que hay en el presente encima de la mesa, con esos informes periciales psiquiátricos del juzgado que dan plena fiabilidad al relato de mi hijo, la última expresión vaticana que llegó firmada por Monseñor Ladaria, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en la que se pedía reponer el buen nombre del profesor es a estas alturas una ofensa para mi hijo que debe ser reparada con carácter de urgencia. Al menos si la Iglesia oficial quiere estar a la altura de la misericordia que predica. El silencio está victimizando doble a mi hijo una vez más.
¿Cuál ha sido la actitud de la Iglesia española, del obispo de Bilbao y de la propia Conferencia Episcopal?
De total abandono. En concreto hemos echado en falta mayor cercanía del obispo Iceta, que en esta historia sabemos que ha mantenido alguna reunión con miembros del colegio Gaztelueta, y sin embargo con nosotros, sabiendo nuestra tragedia, jamás hizo un solo atisbo de acercamiento. También me gustaría que Gonzalo Landaburu (representante del Opus), repitiera en voz alta y delante de los medios lo que tiempo atrás me dijo en voz baja y al oído saliendo del Hotel Ercilla de Bilbao: “Por mi parte, ya podéis perdonar por todo el daño que os hemos hecho”. En cuanto a la Conferencia Episcopal, su presencia en el caso Gaztelueta se puede catalogar de nula, deficiente y en algún caso incluso incoherente.
¿Qué esperan del juicio? ¿Y del colegio Gaztelueta o del Opus Dei?
Esperamos una sentencia firme condenatoria. Esperamos justicia y reconocimiento público y expreso de una víctima, nuestro querido hijo, y de todas y cada una de las víctimas que por desgracia existen en muy alto número. También un resarcimiento moral mediando una petición de perdón, pública y sincera. Es algo que hemos pedido desde el minuto uno y que aún estamos esperando.
No vamos a cesar en nuestra petición, pase lo que pase y caiga quien caiga. Hasta el final y a fondo. Nuestro hijo es nuestro tesoro, su madre ha sufrido muchísimo, yo también, pero él ha sido humillado, agredido y despreciado una y otra vez de un modo inmisericorde. Esto no puede, no debe quedar así. Exigimos desde aquí ese reconocimiento por parte no solo de Gaztelueta, sino de todas las instituciones que han dedicado su tiempo a doble victimizar a mi hijo, como Opus Dei, Iglesia católica, Conferencia Episcopal y por supuesto, por parte también de un sector cobarde de la clase política española y de la judicatura. Ellos saben a quiénes me refiero.