Los primeros restos de represaliados de la Guerra Civil y del franquismo enterrados en el Valle de Cuelgamuros han sido exhumados e identificados genéticamente. Casi un mes después de que dieran inicio los trabajos para recuperar a las 128 víctimas reclamadas por sus familias, los técnicos que entraron en el mausoleo franquista han logrado sacar la caja 198, en la que reposan entre otros los restos de los siete represaliados de Pajares de Adaja (Ávila). Según ha podido saber elDiario.es, han logrado identificar antropológicamente los restos de 12 personas (once hombres y una mujer) y genéticamente a cuatro de ellas, cuyo ADN se corresponde con el de los descendientes que les buscaban.
Tras décadas de obstáculos y silencios por fin los primeros restos de republicanos saldrán del mayor símbolo de exaltación franquista, a donde nunca deberían haber llegado. Son Valerico Canales Jorge, Emilio Caro García, Flora Labajos Labajos y Román González Enrique. Forman parte de los denominados 'Los siete de Pajares de Adaja', todos miembros de la Casa del Pueblo fusilados por falangistas en el pueblo cercano de Aldeaseca en la madrugada del 20 de agosto de 1936.
Una vez fueron asesinados, sus verdugos dejaron abandonados los cuerpos y ordenaron a un vecino que los trasladase hasta un pozo en desuso. En la matanza, Flora había quedado con vida pero fue rematada por un vecino de Aldeaseca cuando pidió ayuda. A comienzos de 1959, vecinos del pueblo asistieron a la extracción de los restos del pozo seco, que fueron llevados al Valle de los Caídos. El traslado se constató en 2003, cuando se realizó un trabajo de excavación en el pozo, donde aparecieron restos óseos, botones, minas de lapicero y el dedal de costura de Flora.
Con aquellos restos los familiares construyeron un monolito en el cementerio de Pajares de Adaja, a donde en principio quieren llevar los que salgan de Cuelgamuros. Entre ellos está Fausto Canales, hijo de Valerico, que asegura haber recibido la noticia oficialmente esta mañana y estar “entusiasmado y satisfecho de haber llegado hasta el final porque era el objetivo después de casi no conocer a mi padre”. Cuando Valerico fue asesinado a sus 29 años, Fausto tenía tan solo dos. “Es colmar todo el anhelo que tenía, es poder cogerle entre mis brazos porque él me habrá hecho caricias pero yo no soy consciente”, afirma a sus 89 años.
El operativo diseñado por la Secretaría de Estado de Memoria Democrática arrancó el pasado 12 de junio, cuando por primera vez un equipo multidisciplinar, en el que hay seis forenses, entraron al Valle de Cuelgamuros –anteriormente llamado de los Caídos–. Los operarios irán examinando y trabajando en cada una de las ocho criptas de diferentes pisos distribuidas en la basílica (dos a ambos lados del altar y otras seis a los lados de la nave), pero en una primera fase comenzaron por la cripta del Santo Sepulcro, que cuenta con cinco niveles de columbarios. En el nivel 0 de la misma es donde estaba la caja 198.
“Es una noticia fabulosa para nosotros, que llevamos tantísimo tiempo luchando. Yo siempre me acuerdo de mi padre y de mis tíos, que aunque no nos decían nada porque se llevaba en silencio, para ellos esto hubiera sido algo inenarrable”, explica Juan Luis González, nieto de Román González Enrique, que afirma haber recibido la llamada para comunicarle la noticia directamente del ministro de la Presidencia Félix Bolaños y en nombre del presidente Pedro Sánchez. Las familias aún desconocen cuáles serán los siguientes pasos hasta poder recibir los restos para ser enterrados dignamente.
Aunque Juan Luis reconoce que “no era nada seguro” debido a la complejidad de los trabajos también admite que no habían perdido la esperanza. Y es que si algo han demostrado estas familias es que la esperanza es perseverante. “Estamos contentísimos y exultantes. Esta es una cuestión humana, la de enterrar a tus propios muertos y es irracional e incomprensible que haya personas que no lo entiendan o se opongan”, remacha el nieto de Román, que aún así llama a la “cautela” porque aún quedan muchas víctimas que exhumar. En total, son 133 las peticiones y en particular quedan tres represaliados de 'Los siete de Pajares de Adaja' a los que sus descendientes también esperan recuperar pronto: Celestino Puebla Molinero, Pedro Ángel Sanz Martín y Víctor Blázquez del Oso.
De Pedro Ángel Sanz es nieto por parte de padre Pedro Ángel, que se llama como él. Tiene a dos abuelos entre los siete de Pajares. Al que sí han identificado es a Emilio Caro, el padre de su madre, que hoy tiene 92 años. Resopla cuando se le pregunta por cómo se ha tomado la noticia. “Es que va a hacer veinte años que los sacamos de un pozo...Lo importante es darles un descanso”, sostiene.
La operación completa se prevé larga y no exenta de dificultades. Desde el punto de vista técnico es un desafío debido al desigual estado de conservación de los columbarios. Hay quienes afirman que es un proceso que no tiene precedentes en ninguna otra parte del mundo, tanto por el tiempo que ha transcurrido desde que los restos fueron allí depositados como por el tipo de fosa común que es, la mayor de España.
Los trabajos en varias fases
Cada día desde las 9 de la mañana, el equipo multidisciplinar formado por seis forenses, arqueólogos, antropólogos, miembros de la policía científica y trabajadores de la empresa pública Tragsa hacen todo lo necesario para intentar encontrar las cajas reclamadas. Los trabajos han dado comienzo por la capilla del Santo Sepulcro, situada a la derecha del altar, porque allí reposan los restos del mayor número de víctimas solicitadas (77) y porque se cree que ahí, en concreto en su nivel 2, fueron inhumados Antonio y Manuel Lapeña, un caso que cuenta con un auto judicial pendiente de ser ejecutado desde 2016.
Cada una de las capillas cuenta con diferentes niveles en los que se dispusieron cajas con restos óseos. Allí fueron llevados los restos de víctimas de la Guerra Civil, tanto del Ejército sublevado como republicanos procedentes de fosas comunes que el régimen había abierto sin autorización ni consentimiento de sus seres queridos. Transportaron los restos hasta la basílica y los metieron en cajas de madera con anotaciones sobre su origen, algunas individuales y otras colectivas, que fueron apilando hasta llenar las diferentes criptas. En total 33.845 cuerpos fueron enterrados de esta forma.
Una vez terminado con el nivel 0 del Santo Sepulcro los trabajadores irán ascendiendo hasta el nivel 4 en orden por motivos de seguridad, ya que apuntalarán una vez terminen con cada una de las salas, tal y como han aconsejado los arquitectos y desde riesgos laborales. Posteriormente pasarán a la capilla del Santísimo, donde se creen que están los restos de otras 39 personas reclamadas y donde el procedimiento será el mismo. Y por último, abordarán las capillas a los lados de la nave.
La larga espera
Sacar a sus seres queridos del Valle de Cuelgamuros ha sido el empeño de los familiares desde hace años. Los más mayores, los hijos e hijas de los represaliados, empezaron a pedir cuentas al Estado a finales de la década de los 90 sin éxito. No había Ley de Memoria y apenas se sabía nada de los osarios. La entrada en el Valle llega tarde para algunos de ellos como Manuel Lapeña, hijo y sobrino de los Lapeña, el hermano de Fausto Canales, cuyo padre está en el nivel 0 del Santo Sepulcro, o Silvino Gil, hijo de un combatiente del bando sublevado que también reclama sus restos. Todos han fallecido en el último año y medio esperando.
Y es que los obstáculos no han dejado de sucederse. En septiembre de 2021 el Ministerio de la Presidencia inició los trabajos previos que consistían en la instalación de la infraestructura y la organización de los trabajadores. Sin embargo, dos meses más tarde un juzgado paralizó las obras tras una cascada de recursos interpuesta por asociaciones franquistas emulando la estrategia seguida para intentar frenar la exhumación de Francisco Franco. Un conflicto judicial que se ha alargado hasta este pasado mes de marzo, cuando el Tribunal Supremo decidió confirmar la anulación de las medidas cautelares que mantenían paralizados los trabajos.
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