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CRÓNICA

Qué ha contado Iker Jiménez en su vuelta televisiva y por qué puede ser un problema para todos

Iker Jiménez realizó en el programa un vuelo de realidad virtual sobre la ciudad china de Wuhan.
7 de septiembre de 2020 23:27 h

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Este verano fue testigo en España del rebrote del coronavirus y de otro fenómeno más sobrenatural. Iker Jiménez descubrió horrorizado que muchos de sus seguidores en televisión y YouTube lo tachaban de traidor y vendido al poder. Si dos extraterrestres hubieran aparecido en su plató y le hubieran comunicado en perfecto español que ellos construyeron las pirámides en un fin de semana para matar el tiempo, se habría sorprendido menos (de hecho, eso no le habría sorprendido en absoluto). Esa reacción despechada se le echó encima por admitir que el Covid-19, que ha matado a más de 800.000 personas en todo el mundo, es real, no una conjura montada para favorecer a Bill Gates, George Soros y Pedro Sánchez, por este orden. “Son los mismos que hace semanas me llamaban patriota”, dijo Jiménez, lo que da algunas pistas sobre la ideología de los desafectos.

Perplejo y dolorido, el presentador televisivo reaccionó en agosto de forma confusa en Twitter. Le interesaba mucho decir lo que no era: “No soy un traidor, no estoy a favor de Soros, Bildelberg ni la Masonería”. El desmentido no parecía suficiente e insistía después: “No soy judío, no soy masón, no pertenezco a ninguna sociedad secreta u oculta”. Judíos y masones, los enemigos declarados de la propaganda del franquismo que parece que no han perdido capacidad de hacer el mal en ciertas mentes.

¿Cómo pudisteis hacerme esto a mí?, era el argumento principal de Jiménez. Yo, que he analizado temas “intocables”, como “la pederastia de las élites” o “el marxismo cultural” (este último, un tema que también preocupa a Cayetana Álvarez de Toledo)

“Algo he debido hacer mal yo durante muchos años”, contó también en un instante de lucidez. Este fin de semana, volvió a Cuatro su programa 'Cuarto Milenio', interrumpido por la pandemia en marzo, con lo que existía la oportunidad de comprobar su presunto propósito de enmienda. Falsa alarma. “Nosotros no hemos cambiado de chaqueta”, dijo al principio. Continúa residiendo en ese lugar donde los hechos son sólo una versión que hay que desmontar.

El problema de Iker Jiménez es que, al reconocer que el Covid-19 es una enfermedad real, desmentía a los adictos a la “Plandemia”, la teoría de la conspiración alentada desde Facebook y YouTube que sostiene que el coronavirus fue creado en un laboratorio para favorecer a oscuros intereses políticos y económicos. Quizá ese núcleo duro de conspiranoicos haya renunciado al programa, pero los seguidores habituales no debieron de sentirse decepcionados. Los datos de audiencia lo confirman. Tuvo un 13,3% de 'share' (mejor porcentaje desde 2013, favorecido por su larga duración, cuatro horas) y 1.590.000 espectadores (mejor cifra desde 2006). Derrotó a un programa de Telecinco dedicado a Juan Carlos de Borbón y al cine emitido por La 1, Antena 3 y La Sexta. Una repercusión social que no se puede desdeñar con referencias a lo sobrenatural.

En la línea de su estilo, 'Cuarto Milenio' fue otra celebración de lo que se podría llamar con compasión teorías alternativas a la realidad. Iker Jiménez ignoró lo que los científicos han descubierto sobre el coronavirus y extendió con sus principales colaboradores una red de insinuaciones, medias verdades y, en algunos casos, datos falsos para negar todo lo que se ha escuchado en los últimos meses. Los contertulios empezaban algunas frases con “algunos piensan que” o “hay algunos que dicen”, un recurso perfecto para no aportar ninguna prueba. Tiene su lógica. Cuando bajaban a menciones concretas, presentaban como ciertos hechos que no lo son.

El objetivo era desvelar el origen del coronavirus SARS-CoV-2. La iniciativa la llevó el coronel Luis Martín Otero, virólogo y doctor en Veterinaria que trabaja en la Red de Laboratorios de Alerta Biológica. Gracias a su intervención, Iker Jiménez pudo visitar y tomar imágenes de un laboratorio de nivel 3 de bioseguridad en el Centro de Investigación de Sanidad Animal. Martín Otero ofreció lo que esperan los espectadores habituales de 'Cuarto Milenio'. Las explicaciones más alarmistas eran presentadas como si fueran tan lógicas como las que sostienen los científicos. “Hasta que no se demuestre, todo es posible”, dijo. Un alivio para los conspiranoicos, porque legitima cualquier hipótesis con independencia de las pruebas que haya al respecto. “I want to believe”, decía el póster del despacho de Fox Mulder en 'Expediente X'. Cuando quieres creer, todo es más fácil si te dicen que lo que opinas, por disparatado que sea, es perfectamente natural.

Si bien los principales institutos científicos del mundo coinciden en que la Covid-19 es una enfermedad zoonótica de origen natural que ha llegado a los seres humanos a través de especies animales y que forma parte de una larguísima lista de enfermedades ya conocidas, eso no es suficiente para el coronel. Por eso, no descarta que el virus surgiera de un laboratorio por un accidente. La otra versión –la de los científicos– es la que llamó “políticamente correcta”, que es una expresión con la que los espectadores del programa ya empiezan a salivar.

Después, Martín Otero afirmó que “sabemos, no de manera oficial, que varios países están trabajando con armas biológicas”. Los seguidores de Jiménez no son tan ingenuos como para que les resulte difícil trazar una línea curva valiéndose de los puntos que les marcan. Están entrenados para eso y cosas peores.

El estudio científico que desapareció

Al bajar a referencias específicas, el coronel naufragó. Citó un estudio de científicos indios que encontró “similitudes (de este coronavirus) con el VIH”, el virus causante del sida. El estudio, más un análisis que un descubrimiento, sostenía que el SARS-CoV-2 contaba con inserciones en su estructura que no aparecen en ningún otro coronavirus. Eso podría suponer que había sido 'diseñado' de forma intencionada. Sí cuenta con cuatro diferencias con los coronavirus del SARS y MERS, pero no son únicas. Aparecen en muchos otros virus que afectan a seres humanos, animales o especies vegetales.

Las conexiones manipuladas del SARS-CoV-2 con el VIH son una doble teoría de la conspiración, porque evocan todas las surgidas en años anteriores que sugerían que el virus que causa el sida fue otro invento de laboratorio.

Ante las numerosas críticas recibidas –el artículo no había sido revisado por otros científicos como tantos otros que han sido citados por medios de comunicación desde marzo–, el informe fue retirado por sus autores a principios de febrero. Este último detalle no le ha llegado aún a Martín Otero.

El estudio indio sí le había servido para afirmar que “hay algunos que dicen que es muy raro que la naturaleza haya hecho esto”. Y si es muy raro, no puede ser cierto.

El coronel apeló también a una teoría de la conspiración extendida en los últimos meses en redes sociales que se basa en un fragmento de un programa de RAI-3 de 2015 que hablaba de un experimento en China en el que “se inoculaba el coronavirus a ratones” por el que se provocaban “unas neumonías muy graves”. Experimentar con ratones es algo que se hace en muchos laboratorios del mundo. Parece difícil que pudieran inocular el SARS-Cov-2, desconocido hace cinco años, pero eso sirve para relacionar la enfermedad con intereses oscuros. El programa televisivo existió y se basó en un artículo publicado en la revista Nature Medicine. Varios científicos italianos explicaron en marzo que esa clase de pruebas son habituales y que el virus empleado entonces no tiene nada que ver con el actual.

El coronel no dijo nada en Cuarto Milenio sobre esto último, ni tampoco que el gran propulsor de este supuesto escándalo en Italia fue Matteo Salvini, líder de la ultraderechista Liga, que nunca ha hecho ascos a una conspiración que no pueda rentabilizar en provecho propio.

Los periodistas que no existieron

En el intento por aportar indicios que demuestren que el virus escapó de un laboratorio chino, Iker Jiménez llegó a decir que dos periodistas de The Washington Post entraron en el Instituto de Virología de Wuhan y descubrieron en él serias deficiencias de seguridad. Sonó a gran exclusiva. No es cierto. Fueron dos representantes diplomáticos estadounidenses –el cónsul general de Wuhan y el consejero científico de la embajada– los que visitaron las instalaciones en 2018. Su informe decía que el centro no tenía personal técnico suficiente para trabajar en un laboratorio de máxima seguridad. Fue utilizado por el Gobierno de Donald Trump para extender la sospecha de que el coronavirus había escapado de un laboratorio chino, precisamente cuando arreciaban las críticas contra Trump por su gestión de la pandemia. El texto no aportaba pruebas de que un virus peligroso pudiera haber escapado de ese lugar. Se escribió casi dos años antes de la irrupción de la enfermedad.

Resulta tentadora la idea de despreciar 'Cuarto Milenio' como un simple programa de entretenimiento (y es eso, como casi todo lo que se ve en televisión). O reírse de la furia de los espectadores que se sintieron abandonados por Iker Jiménez y que creen que existe un protocolo de los sabios del coronavirus que ha engañado a todo el mundo. Sería un error porque dentro de unos meses –no se sabe con exactitud cuántos– habrá una vacuna o vacunas para inmunizarse de la enfermedad.

Una encuesta reciente dice que un 68% de los españoles es favorable a recibir una futura vacuna contra la Covid-19, pero que un 23% no lo tiene nada claro. Un 16% de los británicos se negaba en julio a aceptarla. Si se extiende la desconfianza hacia la vacunación, se podría poner en peligro su objetivo, que consiste en alcanzar la inmunidad colectiva necesaria. El éxito final no sería encontrar la vacuna, sino que la gente la acepte y llegue a todos con independencia de circunstancias económicas o sociales.

La pregunta que hay que hacerse es: ¿podemos estar tranquilos si el éxito de la vacuna reside en parte en lo que digan Iker Jiménez y sus invitados en horario de máxima audiencia?

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