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Qué implica el Acuerdo de París contra el cambio climático que se revisa en la COP29 de Bakú

Preparación de la COP29.

Raúl Rejón

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El año 2015 se alcanzó en la capital de Francia el Acuerdo de París contra el cambio climático. Este lunes, los países se reúnen en Azerbaiyán para seguir desarrollándo esta herramienta global que trata de aplacar la crisis del clima y sus impactos.

El acuerdo es un tratado internacional jurídicamente vinculante por el que los países firmantes se comprometen a hacer los esfuerzos necesarios para impedir que la temperatura global del planeta al final del siglo XXI suba más de 2ºC respecto a la que era antes de la era industrial y “preferiblemente” que ese límite sea 1,5ºC. Para esa era preindustrial se toma como referencia aproximada el año 1850.

Se trata, como explica el texto, de un objetivo a largo plazo. Porque reducir las emisiones de gases de efecto invernadero implica un cambio gigantesco del modelo de producción y consumo en el planeta hasta ahora basado en la quema de combustibles fósiles (que provocan esas emisiones). “La aplicación del acuerdo requiere una transformación económica y social basada en la mejor ciencia disponible”, describe la propia ONU.

También porque la inercia climática se mide en décadas: la vida activa de gases como el CO2 en la atmósfera es tan larga que, aunque ahora mismo se cortaran las emisiones completamente, su efecto se prolongará muchos años, como ha explicado recientemente la Organización Meteorológica Mundial en su análisis sobre cuánto CO2 hay actualmente acumulado en la atmósfera.

El acuerdo incluye que los países ricos van a ayudar económicamente a los países en desarrollo para cumplir el acuerdo

Lo más novedoso de este acuerdo es que los países que se adhieren se comprometen a hacer todo lo que está en su mano para conseguir ese objetivo y se admite que el origen de ese calentamiento global que provoca el cambio climático son las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por los seres humanos.

La COP29 y el horizonte 2050

También se comprometen a conseguir que las emisiones de gases a nivel mundial alcancen cuanto antes un máximo para poder desde entonces comenzar a bajar. El acuerdo reconoce que los países empobrecidos tendrán más tiempo para llegar a su punto máximo. La idea es que, a partir de 2050, la cantidad de gases que sigan bombeándose a la atmósfera y la cantidad que se absorba en los bosques, los suelos y los océanos, sea equivalente (una especie de resta a cero) para llegar a lo que denomina: “neutralidad climática”.

Ese compromiso, según exige el acuerdo, tiene que plasmarse en Planes Nacionales Climáticos de cada país (NDC) en los que han de detallarse, básicamente, cuánto van a recortar sus emisiones y cómo. Esos planes se renuevan cada cinco años. La próxima ronda de planes NDC debe hacerse en 2025 y tienen que ser “más ambiciosos” que los anteriores, como establece el tratado.

El acuerdo incluye que los países ricos van a ayudar económicamente a los países en desarrollo para cumplir el acuerdo. Que van a poner dinero para recortar sus emisiones, proteger bosques que absorben CO2 o implantar energías limpias.

El año que viene, la COP debería tener encima de la mesa los nuevos planes nacionales climáticos

Este modelo de tratado ha hecho que 195 de los 198 países que integran la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático hayan ratificado este acuerdo que entró en vigor un año después de alcanzarse; en 2016. El Protocolo de Kioto, por ejemplo, se acordó en 1997 y no entró en vigor hasta 2005. Estados Unidos no lo ratificó y Canadá lo abondonó.

La marcha y progreso del acuerdo se revisa cada año en la Conferencia de la Partes de la Convención (Conference of the Parties en inglés. o COP). Este año se celebra en Bakú (Azerbaiyán) en lo que se conoce como COP29.

Cada COP, también esta, tiene una agenda para desarrollar y acordar las tareas que implica aplicar el acuerdo. Por ejemplo, este año, en teoría, toca revisar la cantidad de dinero que los países ricos han de poner cada año para asistir a los países en desarrollo. El año que viene, la COP debería tener encima de la mesa los nuevos planes nacionales climáticos.  

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