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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

“¿A quién le importa tanto la igualdad para pagar por ella? ¿Y cuánto estamos dispuestos a pagar?”

Rosa Martínez ha dejado a sus niños de seis y cuatro años en su casa de Bilbao, con sus padres. La coportavoz de Equo ha estado esta semana en Bruselas para participar de un encuentro sobre Discriminación y Violencia contra la Mujer –The Fight for Gender Equality and Against Gender-Based Violence: European Perspectives 2015– que el grupo de Los Verdes organizaba en el Parlamento Europeo. Esta politóloga de 39 años conoce en la práctica qué es eso de conciliar la vida profesional y familiar. Y las dificultades que ese reto plantea a las mujeres. “Porque cuando se habla de conciliar siempre se refiere a las mujeres, nunca a los hombres”, apostilla nada más empezar la charla. El comentario no es inocente. Una de las primeras medidas de la nueva Comisión Europea ha sido paralizar sine die la directiva que ampliaba los permisos de maternidad y paternidad por ser “demasiado caros”.

¿Es importante una ampliación de las bajas de maternidad?

Las mujeres necesitan que cambien ciertas estructuras. El argumento habitual es que si una mujer deja de trabajar para cuidar a su familia es una decisión personal. Que si no quiere entrar en política, también es su decisión. Pero esa es una verdad parcial. La realidad es que las estructuras sociales influyen en las decisiones que toman las mujeres. La realidad es que ellas tienen menos ingresos, más riesgo de caer en situaciones de pobreza, más posibilidades de recibir una pensión más baja. No se puede responsabilizar sólo a las mujeres del papel que desempeñan y del espacio que ocupan sin entender cómo funcionan los mecanismos de la desigualdad.

Por ejemplo…

Para empezar, la opinión pública es masculina. Son los que tienen voz. Y esas voces repiten que las mujeres no saben conciliar, organizarse o negociar con sus parejas para tener una vida profesional plena. Hay en los medios de comunicación una hipersexualización de la mujer. En diferentes ámbitos se acepta y se banaliza la violencia. Y las instituciones, ¿qué están haciendo? Hay una absoluta falta de voluntad política de difundir y educar en igualdad.

Pero sí se han tomado medidas para promover esa igualdad. ¿Hasta dónde hay que legislar?

No sólo hay que legislar. También hay que explicarlo. Después de los atentados de 2011 hubo un trabajo de concienciación de que ciertas restricciones, ciertas pérdidas de derechos, ciertas incomodidades, tenían sentido para garantizar nuestra seguridad. Se nos argumentó de todas las formas posibles por qué debíamos renunciar a una parte pequeña de nuestra esfera privada por el bien común. Porque lo personal también es política. Las medidas contra la desigualdad de género nunca van acompañadas de una campaña de comunicación y explicación. ¿Por qué no se vende? Sencillamente porque no hay intención de hacerlo.

¿Europa le ha dado importancia al tema?

Uno de los principios fundacionales de la Unión Europea en 1957 fue la no discriminación por sexos. Un año en el que las mujeres de muchos países no tenían ni siquiera derecho al voto. Además, se ha dado importancia institucional a la igualdad de género al colocarla en la Dirección de Justicia y no en Políticas Sociales. El problema es que a la hora de legislar o promover directivas, las mayorías políticas del Consejo Europeo y del Parlamento bloquean las posibles medidas. Europa tiene unas competencias limitadas, pero el ejemplo de las fallidas directivas sobre la presencia de las mujeres en los consejos de administración y sobre los permisos de maternidad y paternidad es muy evidente.

¿Con la crisis económica el tema ha pasado a un segundo plano?

Estamos en un contexto en el que la igualdad de género está retrocediendo en la agenda política. En toda Europa se han eliminado ministerios de igualdad y organismos propios que trabajan en cada país. Es difícil que la nueva mayoría del parlamento y el gobierno europeo tengan como prioridad las políticas de igualdad. Parece que nos dijeran que tienen problemas más importantes que solucionar. Este no es un problema del 50% de la población. La desigualdad también tiene efectos sobre la economía. 

¿Las medidas de austeridad han afectado más a las mujeres?

Por supuesto. Y no sabemos qué impacto han tenido los recortes en la vida de las mujeres porque no se está midiendo. Hay que evaluar los presupuestos desde una perspectiva de género. Porque nada es neutral. Y menos los presupuestos. Pero sí sabemos, por ejemplo, que ha aumentado el paro femenino. Que se han dejado sin dinero decenas de iniciativas que ya estaban en marcha, que se han recortado los servicios públicos que tienen que ver con los cuidados familiares... En España, sin ir más lejos, el desmantelamiento de la ley de dependencia ha contribuido a invisibilizar aún más un trabajo muy feminizado: el de las cuidadoras.

En Europa, sin embargo, España está reconocida como uno de los países con una legislación más avanzada en materia de género.

España tiene una legislación más avanzada que viene de la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero la pregunta es cómo esa legislación se está aplicando y si está traduciéndose en igualdad. Puedes tener un marco legislativo muy bueno pero las leyes y las políticas necesitan recursos para implementarse y para que sean efectivas. Y tenemos un ejemplo muy claro con las medidas de prevención de la violencia machista. Hay una legislación que fue pionera y que impulsó un programa pero la asignación se ha ido reduciendo. Sin dinero no se puede luchar efectivamente contra esto. Da igual que tengas un marco legislativo estupendo que si no tienes presupuesto no te sirve de nada.

¿Y no hay suficiente presión social para cambiar estas decisiones políticas?

Vivimos un momento de regresión de los valores de igualdad entre hombres y mujeres, y es cuando más hay que apostar por ellos. Hay un punto en el que tenemos que hacernos una pregunta más profunda, más básica. ¿Qué es lo que queremos? La igualdad tiene un precio. Un precio monetario y otro de renuncias a privilegios, de cambios en las estructuras. ¿A quién le importa tanto la igualdad para pagar por ella? ¿Y cuánto estamos dispuestos a pagar?

Hay nuevas formaciones de izquierdas que han optado por no presentar listas cremallera, una de las señas de identidad de Equo. ¿Con la obligación legal de las cuotas es suficiente? 

En Equo creemos que la paridad es un principio irrenunciable de nuestra manera de hacer política. Y que parte de una realidad: hay una menor participación de las mujeres en política. En los partidos y en los movimientos sociales, porque ahí también se hace política. Son menos en número, tienen menos responsabilidad y son menos visibles mediáticamente que sus compañeros varones. Eso no es una casualidad natural. Como bien nos ha enseñado el feminismo, no hay neutralidad en la manera de actuar de la sociedad. Es importante visibilizar perfiles femeninos que puedan convertirse en referente y que defiendan los intereses de las mujeres, que sufrimos desigualdad por el simple hecho de serlo.

¿Y las listas cremallera pueden solucionar ese problema?

Las listas cremallera dan una solución a un problema inmediato: las mujeres, que son la mitad de la población, están menos presentes. Si de verdad queremos hacer una nueva política tenemos que contar con las mujeres. Y eso es lo que impulsamos no sólo desde las listas y de los cargos paritarios, sino también en nuestros órganos de participación. Y el mayor y mejor ejemplo es nuestra Red Equo Mujeres. Si no interiorizamos la igualdad, si no la aplicamos en nuestro funcionamiento interno, ¿cómo vamos a implementar esas políticas hacia afuera? Si no nos lo creemos nosotros...

¿Hubo una reacción tibia por parte de la izquierda al hecho de que Syriza formara un gobierno sin una sola ministra?

Para mí la reacción de ciertos partidos fue muy decepcionante. Y mucho más la decisión de Syriza ¿En un país como Grecia o España no hay mujeres válidas para ocupar un ministerio? ¿O no las hemos buscado? Cuando te dicen: “la prioridad es sacar a Grecia de la crisis”, ¿quieren decir que un gobierno con mujeres no sería capaz de sacar al país de esa situación? Son argumentos que no se sostienen. El valor simbólico que hubiera tenido un gobierno paritario de Syriza habría sido impagable, y se ha perdido una gran oportunidad para mostrar que desafiamos al sistema: no sólo al capitalismo sino también al patriarcado. Ves partidos como Podemos en los que se habla de una nueva forma de hacer política y cuyas caras visibles son hombres. No hay nada más vieja política que la política hecha sólo por hombres.