Este domingo, 270 padres sinodales (entre cardenales, obispos, teólogos y familias) abren la segunda fase del Sínodo de la Familia, un evento convocado por el Papa Francisco para “ofrecer respuestas ante los desafíos de la familia hoy”. Cuestiones como la postura de la Iglesia ante los matrimonios gay, la comunión de los divorciados vueltos a casar o la legalización de la parejas de hecho son algunos de los temas a debate. Cuestiones para las que Bergoglio quiere encontrar una solución basada en la apertura y que, sin embargo, están siendo contestadas con dureza desde dentro de la mismísima Curia romana -el órgano de gobierno de la Santa Sede-.
Propuestas como una vía para que los divorciados vueltos a casar puedan comulgar, se reconozcan las virtudes objetivas de las uniones no matrimoniales y una mayor acogida a las parejas gay ya fueron suscritas mayoritariamente en la primera fase del Sínodo, celebrada el año pasado, aunque no alcanzaron los dos tercios necesarios. Sin embargo, el propio Papa, en lugar de cerrar el debate, determinó que ambas cuestiones volvieran al orden del día de este encuentro.
Y más aún: semanas antes de que comience el Sínodo, Francisco emitió un “Motu Proprio” en el que instauraba las “nulidades exprés”, rápidas y gratuitas, que los más críticos han calificado como la creación del “divorcio católico”.
Un documento contra la postura del Papa
Apenas dos días después de la publicación de la reforma papal, empezó a circular por la Curia un informe detallado que critica los supuestos atropellos cometidos por Jorge Mario Bergoglio en el primero de estos documentos magisteriales, en los que simplifica los procesos de nulidad matrimonial y pide la gratuidad de los mismos. Según adelantaba el semanario católico Vida Nueva, un sector de la Santa Sede lo llama “la ley del divorcio católico” y lo califica de “muy preocupante”.
Los críticos con Francisco consideran un coladero el juicio breve para declarar un matrimonio nulo que instituye el motu proprio. “Da la impresión de que no se intenta buscar la verdad, sino aprobar el mayor número posible de nulidades”, puede leerse en el documento crítico, un informe cuyo autor o autores se amparan en el anonimato.
El texto ha sido distribuido al más alto nivel y lo tiene sobre su mesa el cardenal alemán Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, según desveló el semanario germano Die Zeit. Máximo exponente del dicasterio vaticano encargado de velar por la ortodoxia de la fe católica, Müller ha manifestado en varias ocasiones su oposición a que los divorciados vueltos a casar sean readmitidos a los sacramentos. Este se presentaba como uno de los temas de mayor interés mediático de los que se debatirán en el Sínodo sobre la Familia, que se celebra en Roma del 4 al 25 de octubre. El Pontífice habría desactivado en parte este debate al facilitar el proceso de nulidad matrimonial, al que podrán ahora acogerse de manera mucho más fácil quienes se encuentran en una segunda unión.
Rouco arremete contra el Papa
Los más beligerantes, sin duda, son una minoría de cardenales -muchos de ellos apartados de sus cargos en los últimos meses- que no dudan en arremeter contra las reformas de Francisco, llegando a dudar incluso de su legitimidad. A las críticas por la nueva normativa sobre las nulidades, se han sumado diversas publicaciones, como la que ha llevado a once purpurados -entre ellos, el exarzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela- , a manifestar su rechazo a que los divorciados que se hayan vuelto a casar puedan comulgar, considerando que las rupturas matrimoniales son una pandemia y afirmado que las uniones de parejas homosexuales desafían el sentido común.
Algunos de ellos, incluso, van más allá, como el cardenal de Bolonia, Carlo Caffarra, quien ha subrayado que admitir “legítimamente” a los divorciados que se han vuelto a casar en la Eucaristía “niega la ontología sacramental del matrimonio y reduce la indisolubilidad a una ley moral”.
“No es posible. Tal admisión querría decir cambiar la doctrina del matrimonio, de la eucaristía, de la confesión, de la Iglesia sobre la sexualidad y tendría una relevancia pedagógica destructiva porque ante esta decisión, especialmente los jóvenes podrían concluir que no existe un matrimonio indisoluble”, asegura.
Por su parte, el cardenal Leo Burke -que se ha convertido en la cabeza de la oposición a Francisco- ha lamentado que en materia de familia y matrimonio han entrado en la Iglesia “confusiones” y “errores” que, a su juicio, han hecho pensar que el Sínodo es competente para modificar la doctrina y la praxis católica en estos ámbitos, al tiempo que ha llamado a evitar estas “distorsiones dañinas”.
“Se ha dado la impresión de que el Sínodo lo podía hacer: en cambio es necesario que se eviten estas distorsiones dañinas para la Iglesia universal”, ha destacado el purpurado americano, uno de los paladines de la publicación de un documento dirigido al Sínodo en el que, entre otras cosas, se advierte de que si la Iglesia iguala las relaciones heterosexuales a las homosexuales se subvierte la ley natural.
“Es impensable que la Iglesia haga hipótesis de una equivalencia de hecho, no sólo en el ámbito legal, entre una relación y una pareja heterosexual y una relación de carácter homosexual, porque esto sería la subversión de la ley natural y del designio de amor de Dios creador”, reza el manifiesto.
Los divorciados invitan a pecar
Uno de los cargos más relevantes en la Curia que se ha opuesto públicamente a Francisco es el cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Para el purpurado africano, “si los divorciados se vuelven a casar civilmente se ponen en una situación que contradice objetivamente la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación”.
En su opinión, es “erróneo” argumentar “que el divorcio es tan frecuente hoy en día que el escándalo ha dejado de existir” y que, por lo tanto, los divorciados en nueva unión podrían volver a comulgar porque “no chocaría” a nadie. “Esta clase de razonamiento se basa en una comprensión errónea de la noción de escándalo, que no consiste en un impacto psicológico sino en un acción que induce deliberadamente a otro a pecar”, constata.
El Sínodo de la Familia arranca este domingo y concluirá el 25 de octubre. Las conclusiones, que se harán públicas, pasarán a consideración del Papa Francisco, el único que tiene potestad para decidir cambios o no en estas cuestiones. Se espera que, durante el año que viene, que Bergoglio ha dedicado a la Misericordia, puedan darse reformas, especialmente en el campo de las parejas de hecho y los divorciados vueltos a casar. Pocos dudan de que este Papa quiere llevar a cabo una profunda reforma pastoral en la Iglesia. Pero tampoco que muchos católicos ultraconservadores -y buena parte de la Curia- se opondrán hasta el final a cualquier apertura. La partida está planteada. Desde el domingo, comienza a jugarse.