El cambio climático multiplica los incendios forestales virulentos y devastadores como el de Portugal
Incendios forestales cada vez más grandes y más devastadores. Uno de los fenómenos extremos consecuencia del cambio climático advertidos por la ONU. Fuegos como el que arde en Portugal, alimentados por olas de calor agudas y prolongadas propagados a lo largo de grandes extensiones de monte, según ha constatado el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático. El sur de Europa y en especial la península ibérica son las zonas más vulnerables.
El fuego que ha acabado con 62 vidas en el centro de Portugal, reúne las características de este impacto climático: en medio de una racha de calor casi sin precedentes para un mes de junio, abrasando masas de eucaliptos en miles de hectáreas. Basta un fenómeno natural como un rayo sobre un árbol (causa atribuida al caso luso) para disparar un gran incendio forestal (GIF). El nuevo paradigma del fuego en el monte.
Siniestros como el portugués vienen a confirmar la descripción realizada por el Servicio Forestal de EEUU al revisar los trabajos científicos sobre la influencia del calentamiento global en los incendios: “Esperamos mayor superficie afectada, mayor ocurrencia de incendios y mayor intensidad de fuego que resultarán en temporadas de incendios más graves y mayor dificultad de control”.
Los incendios que hallan gran cantidad de combustible y se propagan por una orografía de difícil acceso y durante episodios de altas temperaturas se convierten en ingobernables. Y cada vez lo están siendo más. En España, entre 1996 y 2005, estos GIF (superiores a 500 hectáreas) abrasaron de media 1.375 hectáreas por siniestro. En la siguiente década, esa media se colocó en 1.774 hectáreas, según las estadísticas del Ministerio de Medio Ambiente.
La media de la década muestra 23 grandes fuegos por curso. En Portugal, en 2015 hubo también 23 (en 2013 llegaron a 56). Los informes sobre incendios en la Unión Europea señalan año tras año el “peligro intenso” y los grandes incendios registrados en España y Portugal. El año pasado, en España, 22 GiF -que supusieron el 0,24% de los siniestros- quemaron la mitad de todo lo que se devastó. En 2015, una quincena de estos fuegos sumaron el 38% del monte ardido.
En lo que va de 2017, ya se han contado seis siniestros de grandes proporciones (lo normal es que la estadística estuviera en tres). De hecho, solo en el mes de abril se quemó tanto como en todo el resto de año. El curso está siendo caluroso y seco. La Agencia Estatal de Meteorología ha calificado el otoño pasado como “muy cálido” y con un 8% menos de precipitaciones respecto a la media. El invierno ha resultado el cuarto más cálido del siglo XXI y el pasado mes de mayo contabilizó un 13% menos de lluvias y una temperatura media 2,4ºC por encima del valor medio: “Extremadamente cálido”. Luego ha venido esta ola de calor en junio.
El bombero forestal Carlos Martín describe a eldiario.es cuáles son las componentes que desembocan en situaciones de peligro. “Un monte cerrado sin vías adecuadas de evacuación, casas aisladas, viales inadecuados para el acceso o el abandono del bosque”, explica, contribuyen a crear el riesgo. También añade “la falta de medidas preventivas, dejadez a la hora de localizar puntos críticos… En un clima mediterráneo todo combustible es susceptible de arder y si la población está cerca, tragedia asegurada”.
Este miembro de las brigadas forestales insiste en que “este tipo de situaciones se pueden prever y es un trabajo que está por hacer”, ya que, aunque el fuego portugués “se expandió con velocidad, no parece que tuviera un carácter explosivo”.
Plantaciones inflamables
Las llamas en Portugal han consumido miles de eucaliptos (también pinos). Procedentes de repoblaciones, estos árboles de origen australiano ocupan unas 650.000 hectáreas en el país vecino y unas 760.000 en España según los datos del Congreso Forestal Mundial.
Organizaciones como Greenpeace analizan que estas plantaciones “son muy vulnerables al fuego” y aseguran que son de las masas “más quemadas en la Península Ibérica”, hasta un 15% de la superficie pasto de las llamas. Explican que se trata de árboles muy inflamables, y que los trozos de corteza sueltos actúan de “pavesas” que viajan y originan nuevos focos de fuego.
Los ingenieros forestales difieren de este criterio. Su Real Academia ha sostenido que las plantaciones de eucalipto no son perjudiciales y no pueden asociarse a una proliferación de incendios en los montes. Todos arden en condiciones ambientales “especialmente desfavorables”, han explicado.
Con todo, los datos enviados por los estados a la Comisión Europea hacen que su dirección general de Medio Ambiente haya concluido que, en Portugal, las “zonas norte y central son las más afectadas por los incendios. En estas regiones están concentradas la mayoría de áreas de eucaliptos y pinos”. Ambas especies son las que más arden en sus montes. Carlos Martín, dese su experiencia, concluye que “la especie sí puede influir. En determinadas condiciones afectan al comportamiento del fuego haciendo el medio más inflamable”.