La semana pasada un estudio alertaba de una importante pérdida de calidad en el esperma de los hombres occidentales. No ha sido el primero, aunque esta vez los resultados parecen haber sido bien recibidos por la comunidad científica. El debate sobre esta cuestión se ha extendido durante los últimos 25 años, pero durante este periodo poco se ha hecho para prevenir una situación que es potencialmente peligrosa.
Aunque el escenario actual está lejos de ser apocalíptico, la comunidad científica empieza a mostrar preocupación por esta tendencia y cada vez son más voces las que piden medidas y medios para tratar de encontrar el foco de un problema al que no se le ha prestado suficiente atención.
“Debemos reconocer que se trata de un problema de salud pública y de uno de los muchos retos importantes de nuestro tiempo”, explica a eldiario.es el autor principal del estudio, Hagai Levine, responsable del departamento de salud ambiental de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Hebrea de Jerusalén. “No puedo predecir el futuro, pero debemos tomarlo muy en serio y actuar ahora”, sentencia este investigador.
El estudio, que fue publicado la semana pasada en la revista Human Reproduction UpdateHuman Reproduction Update y fue realizado por Levine junto a un equipo internacional de científicos, se basó en un análisis de todos los estudios publicados en los últimos 40 años y concluyó que la concentración espermática entre los hombres occidentales ha disminuido más de la mitad durante este periodo y actualmente está cayendo a un ritmo de 1,4% al año.
Según los datos recabados por lo investigadores, la concentración de espermatozoides ha pasado de una media de 99 millones por mililitro en 1973 a 47,1 millones por mililitro en 2011, lo que supone una caída del 52,4%. “Estos hallazgos muestran un descenso significativo en la salud reproductiva masculina, que tiene serias implicaciones más allá de las preocupaciones de fertilidad”, aseguran los autores en el estudio.
Aunque las concentraciones por encima de los 40 millones por mililitro se consideran dentro del rango normal y muy por encima del umbral de infertilidad, de unos 15 millones de espermatozoides por mililitro, los investigadores insisten en que “es urgente investigar las causas y las consecuencias de esta disminución”.
Un cuarto de siglo de discusión científica
No es la primera vez que un equipo de investigadores alerta de una preocupante reducción en la calidad del esperma. Las primeras pruebas surgieron en 1992, cuando un equipo de investigadores daneses realizó una revisión de todos los estudios publicados entre 1940 y 1990 en los que se había realizado un conteo de espermatozoides y concluyó que “ha habido una verdadera disminución en la calidad del semen en los últimos 50 años”.
Sin embargo, el estudio recibió diversas críticas por sus limitaciones metodológicas y las investigaciones posteriores no pudieron confirmar definitivamente este descenso, mostrando resultados contradictorios. En este sentido, un informe de la Sociedad Americana de Andrología concluyó que, con los datos disponibles “parece imposible concluir científicamente si existe o no existe una disminución mundial en los recuentos de esperma o en la fertilidad masculina”.
Pero el nuevo estudio liderado por Levine parece haber resuelto varios de los problemas de los estudios anteriores y muchos de los críticos empiezan ahora a reconocer el problema. Entre ellos destaca el profesor de la Universidad de Sheffield, Allan Pacey, quien aseguró al diario The Guardian que “este nuevo análisis ha superado los defectos de estudios anteriores, por lo que soy mucho menos escéptico sobre la realidad de la disminución de los recuentos de esperma en occidente”.
Pero más allá de las dudas razonables expresadas por muchos especialistas durante los últimos años, la realidad es que muchos investigadores consideran que el problema ha sido desatendido y que no se ha invertido lo suficiente en investigar en más profundidad esta cuestión.
En este sentido, el investigador del Instituto de Investigacion Biosanitaria y catedrático de la Universidad de Granada, Nicolás Olea, aseguraba hace unos días a El País que, “lejos de llamar a la discusión eterna de 'son necesarios más estudios' que, francamente, no lo son, lo que los autores animan es a identificar los factores de riesgo, las exposiciones a disruptores endocrinos entre ellos, y actuar preventivamente, conscientes de que el bien que se preserva es crítico para la supervivencia”.
Un problema de origen desconocido
Existen muchas hipótesis sobre las posibles causas del descenso en la calidad del esperma de los occidentales aunque, según Levine, éste “se ha asociado de manera plausible con influencias ambientales y de estilo de vida, incluyendo la exposición química prenatal, la exposición a pesticidas en adultos, el tabaquismo, el estrés y la obesidad”.
Sin embargo, Pacey es más cauteloso a la hora de señalar posibles orígenes para este descenso y recuerda que “casi todos los aspectos de la vida moderna -desde los teléfonos móviles al tabaco y los anticonceptivos orales- han sido culpados por la disminución del número de espermatozoides, pero no ha surgido ninguna prueba convincente para vincular a ninguno de ellos al problema”.
En cualquier caso, ambos investigadores coinciden en que se debe establecer un plan de investigación para analizar en mayor profundidad el problema e identificar sus posibles causas y que este debe comenzar lo antes posible. “Es hora de comenzar a tomar medidas, ignorar el problema, no hará que desaparezca”, sentencia Levine.