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El uso intensivo de pesticidas agrícolas deja concentraciones inesperadamente altas de tóxicos en los suelos

Fumigación de un campo.

Raúl Rejón

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Un rastro tóxico infiltrado mucho más de lo previsto. La agricultura “convencional” deja en los suelos concentraciones inesperadamente altas de los pesticidas que utiliza para su producción. Muy por encima de lo estimado para autorizar esos compuestos, según ha medido in situ un equipo de investigadores de la Universidad de Wageningen en Países Bajos.

Poco tiempo después de que la Comisión Europea decidiera retirar el proyecto de ley para reducir a la mitad la aplicación de pesticidas en 2030, esta investigación muestra cómo las evaluaciones para permitir la aplicación de fitosanitarios “no son lo precisas que deberían” además de “infravalorar” la persistencia en el medio ambiente de estos productos, describen en el trabajo publicado en Environmental Science and Technology.

“Los resultados del estudio muestran que casi todos los suelos europeos contienen mezclas de residuos de pesticidas y que la manera de calcular su presencia puede no ser fiable”, describe este equipo.

El trabajo ha estudiado el suelo de diferentes ubicaciones europeas –en España fue en el Campo de Cartagena–. De los 207 casos que analizaron, el 41% presentó concentraciones del pesticida más allá de lo esperable, en otro 16% ese umbral se rebasó entre dos y siete veces, en otro 7,5% la superación varió entre siete y diez y en un 4,5% se fue por encima de las diez veces.

“La comparación [entre la previsión y los valores reales] indica que la presencia esperable de pesticidas en un suelo, que se calcula de acuerdo a los dossieres de autorización de la sustancia, arroja estimaciones imprecisas sobre la concentraciones de estas sustancias en el medio ambiente”, subrayan los científicos. Es decir, que las mediciones en el campo son bastante mayores que lo que deberían ser si los cálculos aplicados a los permisos de uso de pesticidas fueran realmente precisos.

El estudio –que fue financiado por el proyecto Sprint de evaluación de los pesticidas en el medio ambiente y la Unión Europea– también muestra que las concentraciones detectadas en fincas de agricultura orgánica (frente a las convencionales) son unas cinco veces inferiores: 5,4 mg/kg frente a 28 mg/kg.

De hecho, los investigadores hallaron mezclas de pesticidas actualmente legales en un 89% de las fincas de agricultura convencional y en un 38% de las explotadas en régimen ecológico. “Una diferencia sorprendente”.

El trabajo ha encontrado “diferencias significativas” en las concentraciones de residuos según el sistema de explotación de las fincas en España, Francia, Hungría, Países Bajos y Portugal. “En todos estos países las muestras de explotaciones convencionales mostraron concentraciones significativamente más altas”.

Estos análisis subrayan la importancia de afrontar el tema de los residuos de pesticidas tanto para la salud de los humanos como del medio ambiente, más si cabe si se tiene en cuenta que las evaluaciones de cada producto se hacen por separado sin atender al efecto cóctel que detectan las investigaciones: los efectos combinados de varios pesticidas que quedan en los suelos pueden suponer un riesgo mucho mayor.

“Es difícil la transición lejos de los pesticidas sintéticos en el actual sistema de alimentación que está estructurado en torno al uso de estos productos y genera una gran presión en los agricultores para que sigan confiando en ellos”, analiza la coordinadora del proyecto Spring e investigadora sobre Física del Suelo y Gestión del Territorio, Violette Geissen.

La primera ley verde que saltó por los aires

Efectivamente, la producción mundial de alimentos se ha disparado al amparo del uso de pesticidas (llamados productos de protección de las plantas: PPP). El mercado global de estos fitosanitarios ha pasado de un valor global de 20.000 millones de dólares en 1990 a 40.000 millones.

El sector aplica ahora un 80% más de plaguicidas que en 1990. Actualmente se usan alrededor de cuatro millones de toneladas. La mitad de ellas son herbicidas, un tercio insecticidas y un 17% se utilizan contra hongos. En América del Sur superan los 1,2 millones de toneladas, en Asia rebasan el millón y en Europa más de 400.000, según los últimos datos de la FAO.

En los países de la Unión Europea se han utilizado entre 325.000 y 400.000 toneladas de pesticidas cada año desde –al menos– 1990. España, junto a Francia, Alemania e Italia, registra los mayores volúmenes (el cuarteto supone más de la mitad de la producción agrícola de la UE).

Así que el crecimiento de la producción ha ido de la mano del uso intensivo de pesticidas, lo que ha supuesto preocupaciones sobre la contaminación de los suelos por la acumulación de estos residuos y sus efectos adversos en los ecosistemas “incluso en las dosis recomendadas” –como recuerdan los autores del estudio–.

Sin embargo, la primera ley verde que ha saltado por los aires por las protestas en la calle del sector agrícola antes de las elecciones europeas y la consiguiente presión de la derecha y ultraderecha políticas fue el proyecto de directiva europea sobre Uso Sostenible de Pesticidas (la denominada SUR).

La propuesta de norma iba a obligar a reducir el uso de pesticidas en un 50% para el año 2030 respecto al promedio 2015-2017. Esa media ronda las 360.000 toneladas, lo que implica que el máximo para el final de la década se situaría en unas 180.000 toneladas al año. Muy lejos de lo que han declarado los estados miembro para 2022: un consumo de 322.000 toneladas de pesticidas.

La organización Corporate Europe calculó que las principales organizaciones empresariales de pesticidas se habían gastado más de 40 millones de euros para influir durante las negociaciones de la directiva.

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (que repetirá en el cargo) explicó al anunciar la retirada de su proyecto: “La regulación tenía el digno objetivo de reducir los riesgos de los productos químicos fitosanitarios. Pero la propuesta SUR se ha convertido en un símbolo de polarización”. Y la ley se fue al cajón.

“Es llamativa la falta de objetivos legalmente vinculantes para la reducción de los residuos de pesticidas”, comenta la investigadora sobre políticas agrícolas y del uso del suelo del Ecologic Institute, Antonia RIedel. “La retirada del proyecto de directiva”, añade, “ enfatiza la necesidad de conseguir enfoques integrados para rebajar la dependencia que hay de los pesticidas”.

También en el agua, aunque esté protegida

Esta semana, una investigación llevada a cabo por distintos centros del CSIC ha revelado la presencia generalizada de pesticidas en los parques nacionales de Doñana y las Tablas de Daimiel. Los análisis en ambos humedales encontraron residuos tanto en el agua como en los sedimentos de los espacios protegidos. “Varios de ellos prohibidos desde 2009 en la UE”, aclaran. Si bien la presencia en el terreno puede deberse a su larga persistencia, hallarlos en el agua “nos estaría indicando un uso reciente”, advierten los investigadores.

Precisamente un análisis del Ciemat español sobre pesticidas y ecosistemas acuáticos situados en zonas de agricultura y ganadería intensivas en Europa acaba de explicar que la “contaminación está ampliamente extendida”. El producto más detectado en cursos, charcas o canales fluviales fue el glifosato, junto a la terbutilazina.

En todas las masas de agua dulce en las que miraron encontraron pesticidas, de los que un tercio son considerados altamente peligrosos, ya sea por su peligro para la salud humana o su potencial tóxico para el medio ambiente. A la luz de los resultados, estos científicos afirman: “Se hace urgente la necesidad de más control y regulación para minimizar los efectos nocivos en los cursos de agua y la salud”.

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