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La jornada continua para niños se impone en los colegios

La jornada continua va ganando presencia en las escuelas desde hace varios años. Cada curso más comunidades autónomas autorizan a sus colegios de Primaria a pasarse a una jornada escolar compacta, previa consulta a las familias en muchos casos. Y, casi siempre, con conflicto entre padres y docentes.

Como muestra, dos de cada tres colegios de Alicante (256 de los 380 públicos) decidirán el próximo 15 de septiembre si cambian la jornada partida clásica por la continua en un proceso que afectará a 181.000 familias. En Aragón, 80 centros se pasarán a la intensiva. Son los ejemplos más recientes. En Galicia, el 72% de los centros ya está en la jornada continua. En otras regiones son prácticamente todas las escuelas. La confederación de Ampas Ceapa calculaba hace un par de cursos que ya se practicaba en cuatro de cada cinco colegios de España.

El movimiento está siendo generalizado por todo el país en un proceso que cada principio o final de curso enfrenta a docentes y familias e incluso a las familias entre sí. El cambio no es baladí. Frente a la tradicional jornada partida (de 9h a 17h, en general, con un parón de un par de horas para comer), la intensiva suele conllevar madrugar más y acabar a las 14h. ¿Es este cambio una lucha sindical para mejorar las condiciones laborales de sus afiliados? ¿Favorece o penaliza al estudiante? ¿Y a los padres y madres? ¿Tiene las mismas implicaciones en el campo que en la ciudad?

Poca literatura

El debate no es nuevo, pero no por ello es menos vigente. Lo curioso es que defensores y detractores de la medida enarbolan el mismo argumento a su favor: la jornada que ellos defienden beneficia a los alumnos. La literatura existente al respecto parece dar la razón a quienes apuestan por la jornada partida, pero es igualmente cierto que los estudios realizados hasta el momento son escasos y, por tanto, poco concluyentes, según recogía Antonio Tinajas, catedrático de Secundaria, en un informe sobre el tema.

Rendimiento

Dicen estos estudios que el rendimiento de los alumnos es menor al inicio de la jornada y va creciendo según avanza el día hasta la hora de la comida. Luego cae y vuelve a subir a lo largo de la tarde, por lo que los momentos de mayor aprovechamiento serían a partir de la media mañana y avanzada la tarde, horarios que a priori cuadran con la jornada partida frente a la continua.

Sin embargo, los docentes aducen en muchas ocasiones que la jornada continua implica una mejora organizativa y pedagógica. Muchos estudiosos recogen este dato y destacan la poca base científica que tiene esta supuesta bondad de la jornada matutina (que no quiere decir que sea falsa, solo que no está demostrada ni argumentada).

Entre los argumentos a favor también se señala que los alumnos dispondrán de más tiempo por la tarde para realizar actividades extraescolares (la educación no formal, que gana importancia) o los deberes en casa. O estar con la familia y jugar.

La utopía de estar en casa

Y luego están las familias. Para una buena mayoría, que les digan que van a tener más tiempo con sus hijos por la tarde suena a broma. “Estarán mis hijos, porque para mí llegar a casa antes de las seis es una utopía”, explica una madre que seguramente hable por muchas.

Pero hay otros casos. Rafael Feito, catedrático de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, habla de “padres y madres funcionarios que viven en urbanizaciones y desean llevarse a sus hijos a casa a la salida del trabajo” o de padres que están en casa por el paro o porque se dedican a tareas de cuidado en el hogar que no ven razón alguna para tener que hacer los dos viajes adicionales al colegio que suponen la jornada ordinaria“, escribe en alusión al parón de la hora de comer. Al final cada uno defiende lo suyo, como explica Francisco García, responsable de pública de CCOO.

Quizá por eso la Administración ha pasado de implantar la jornada continua sin más a permitir a los centros que se la propongan a las familias y sean estas, voto mediante, las que decidan. Es el caso de Alicante para este curso, donde la Conselleria ha decidido que para que un centro se pase a la jornada intensiva deben ratificarlo el 55% de los padres.

Tres elementos para un debate

Los defensores del cambio lamentan que, con este sistema, una abstención equivale a un voto negativo. José Luis Pazos, presidente de Ceapa, cree que con esta postura las autoridades educativas están eludiendo su responsabilidad. “La Administración no debe hacer esto, debe tener en cuenta lo que opina la comunidad educativa, toda ella, fomentar un debate tranquilo, ver los tiempos que necesita el alumnado y dárselos”, opina. “Pero no lo hacemos así. La lucha sindical va por un lado, las familias por otro, cada uno da sus argumentos, pero el argumento final debería ser qué necesitan los chicos”, tercia. “¿O a alguien le parecería normal que los padres votáramos si se dan Matemáticas o no?”.

Por eso la federación de familias intenta fragmentar el debate. Ellos hablan de tres elementos diferenciados: la jornada laboral del profesorado, la lectiva de los alumnos y el horario de apertura de los centros. Tres elementos que, en el debate actual, no se diferencian. “Realmente no hablamos del calendario escolar sino del calendario de los docentes”, lamenta Pazos.

Un hecho este que tiene como consecuencia, por otra parte, que el paso a la jornada continua sea irreversible cuando sucede. “Se consolidan derechos del profesorado y es normal que se quede así. Preguntemos a los trabajadores de cualquier sector que solo trabaje por la mañana si quiere pasar a trabajar también las tardes. Pero, ¿el horario de las administraciones se fija pensando en el horario de los funcionarios?”, se pregunta Pazos.