La portada de mañana
Acceder
Aldama zarandea al PSOE a las puertas de su congreso más descafeinado
Corazonadas en la consulta: “Ves entrar a un paciente y sabes si está bien o mal”
OPINIÓN | Días de ruido y furia, por Enric González

Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Jóvenes toman drogas y alcohol cuando salen para “descontrolar con control”

EFE

Madrid —

0

Los jóvenes españoles toman drogas y alcohol al salir de fiesta con el objetivo de llegar al “puntillo” o “descontrol controlado”, para lo que usan la estrategia del “desfase faseado”, consistente en dosificar la ingesta de psicoactivos o mezclar varias sustancias para regular los “subidones y bajones”.

Así lo pone de manifiesto la investigación “Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas” elaborado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), realizada a través de la observación en lugares y tiempo de ocio y grupos de discusión a jóvenes de 14 a 27 años.

En el estudio, presentado hoy en el seminario “Exceso y ocio juvenil. La extraña pareja”, los participantes han dado su visión sobre lo que significa el abuso del consumo de alcohol y drogas, que dista mucho de la opinión de los adultos.

Mientras los mayores asocian el exceso de consumo de estas sustancias a un alto número de ingestas en poco tiempo, los jóvenes creen que se produce cuando la persona pierde el control mental y corporal de sus acciones.

Sobreexposción social o afectiva, pérdida de noción del tiempo o la realidad, estados de enajenación mental o “malos viajes”, conductas agresivas o poco cívicas, estados de inconsciencia, vómitos, desmayos y malestar físico son algunas consecuencias de esa pérdida de control que los jóvenes perciben negativamente.

Y es que su ambición es quedarse en el “puntillo” o “descontrol controlado”, ese estado en el que maximizan los beneficios de los efectos de las drogas y el alcohol, como desinhibición, euforia o sociabilidad, pero sin pasarse, porque lo contrario te convierte en un “pesado”, “desfasado”, “paposo” o “violento”.

Para no pasar esa línea, utilizan la estrategia del “desfase faseado”, dosificando la ingesta de psicoactivos a lo largo de la salida o combinando diversas sustancias para nivelar los efectos cruzados que producen cada una de ellas, con lo que regulan el “subidón” y el “bajón”.

Bajo su mirada, es un consumo ocasional y recreativo realizado los fines de semana que creen controlar, y lo consideran muy distinto al que hacen las personas que los toman diariamente o los adictos.

Suelen iniciarlo en viviendas particulares o bares, desde donde saltan a las discotecas, en las que ponen en práctica ese “desfase faseado”; llega entonces el “mañaneo”, cuando vuelven a casas de amigos y atenuan la ingesta.

El consumo excesivo les hace pensar en macrodiscotecas y fiestas rave: la música electrónica y la ingesta intensiva de drogas, especialmente MDMA, y alcohol, guardan en su imaginario una estrecha relación.

Lo cual convierte a estos lugares en espacios de diversión y placer casi garantizada para los que buscan “hallar la felicidad de un buen ambiente y diversión en comunidad”.

Quienes allí acuden persiguen experiencias placenteras, “libres”, “independientes”, “nuevas” y “transgresoras”, y siempre en comunidad, ya que el consumo individual es visto por los jóvenes como adictivo y asociado al exceso.

Para salidas más “suaves”, están las noches de “tranquileo”, en las que se consume poco porque las expectativas de diversión son menores, aunque ello no quita que de forma imprevista puedan convertirse en noches de “desfase”.