“La ansiedad está en todas partes. Siempre lo ha estado. Sin embargo, en los últimos años ha dominado nuestras vidas como nunca lo había hecho antes”. El doctor Judson Brewer, director de Investigación e Innovación del Mindfulness Center y profesor asociado de Ciencias Sociales y del Comportamiento en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown e investigador afiliado del Massachussetts Institute of Technology (MIT), lleva más de 20 años estudiando cómo funciona el cerebro y los mecanismos que nos llevan al bucle de la ansiedad, por el que cuanto más nos preocupamos más ansiedad sufrimos y cuánta más ansiedad sufrimos más nos preocupamos, lo cual acaba convirtiéndose en un hábito, explica. Pero la ansiedad puntual o por sí misma, ilustra Brewer, no es necesariamente negativa: “Todos sentimos ansiedad. Nos hace humanos. El problema es cuánto te dura y con qué frecuencia la sufres”.
Pero este experto tiene buenas noticias: se puede salir del bucle. Su receta: introspección, curiosidad y entender cómo se genera la ansiedad para romper lo que, considera, se acaba convirtiendo en un hábito. Uno que, como todos los hábitos, se puede modificar. De todo esto, reflejado en su último libro, Deshacer la ansiedad (Paidós), escrito a modo de manual práctico para aplicar en casa, habla Brewer con elDiario.es a mediante videoconferencia.
Brewer cree que lo único bueno que ha dejado la pandemia es que ha colocado la salud mental en el centro del debate público. “Es positivo. Muchos estudios muestran que la ansiedad se disparó al principio de la pandemia y se ha mantenido bastante alta los dos últimos años”, explica. Y por eso es importante que se hable de ello y que personalidades destacadas lo aborden sin complejos. “Vemos atletas como Simon Biles o Naomi Osaka hablar de ansiedad, a la familia real inglesa... Y eso pone a la gente a hablar de esto”, valora.
La ansiedad puede ser modificada, como cualquier otro hábito
El doctor explica que el origen de la ansiedad resulta algo paradójico. “La ciencia dice que tenemos dos mecanismos de supervivencia muy útiles. Uno es el miedo, que ante por ejemplo un ruido desconocido pueda hacer que me acerque a investigarlo o salir corriendo. El otro es pensar y planear: coger experiencias pasadas, proyectarlas hacia el futuro y planificar. Pero cuando se juntan las dos se desata el infierno. Cuando nos da miedo el futuro, empieza la ansiedad y no podemos pensar ni planear. Así que parece que juntar dos mecanismos de supervivencia muy útiles no lleva a crear otro mecanismo aún más útil, sino a uno de antisupervivencia, porque la ansiedad no es sana, ni mental ni físicamente”.
Fijado el marco, ¿qué se puede hacer para combatirla? Lo primero, saber que se tiene. Porque mucha gente no es consciente siquiera. “Mucha gente que se ha leído el libro me ha dicho después, 'no sabía que estaba tan ansioso'. Los sentimientos que genera la ansiedad pueden ser algo vagos. Por ejemplo, no descansar no es específico de la ansiedad. Pero si empiezas a observar tus propios bucles de comportamiento –cuántas veces dejamos cosas para después o entramos a las redes por entrar o nos preocupamos por algo– puedes ir mirando hacia atrás, rastrear cómo se generan y preguntarte: ¿por qué hago esto? Ahí hay un sentimiento de ansiedad, y nos ayuda a identificar qué disparó esa conducta”.
Y a partir de ahí, conocerse y cambiar dinámicas, porque uno no puede convencerse a sí mismo para salir de ahí, por muy consciente que sea de su situación y de cómo se genera. “No se puede racionalizar una salida de la ansiedad. Nuestro cerebro pensante se apaga cuando sentimos ansiedad, con lo que resulta bastante complicado salir”, explica.
Un proceso en tres fases
¿Qué se puede hacer a título personal, entonces? “Una cosa que me funciona muy bien, tanto para mí como para mis pacientes, es entender que la ansiedad puede ser modificada, como cualquier otro hábito, y entender cómo funciona el proceso. Cuando entendemos cómo funciona la mente, podemos trabajar con ella. He escrito el libro como un proceso de tres fases: primero, ayudar a las personas a identificar cómo la ansiedad puede generar bucles de hábitos de preocupación: segundo, ayudar a que la gente a entender cómo funciona el sistema de recompensas en nuestro cerebro y lo poco gratificante que es preocuparse; y en tercer lugar, encontrar una alternativa mejor que la preocupación, pero que no sea simplemente distraernos de esa preocupación, porque eso solo nos distrae, sino algo que nos saque de ese bucle”, desgrana.
Que muchas es simplemente ser consciente. “Esa es la ironía”, explica Brewer. “La consciencia en sí misma puede ser esa alternativa mejor. Me explico: estás preocupado, te entra ansiedad y te preocupas por la ansiedad. Podemos comparar cómo nos sentimos en ese momento con la curiosidad que nos provoca pensar en las sensaciones físicas que nos genera. Y cuando nos entra esa intriga, esa consciencia nos ayuda a salir del bucle de la preocupación y a sentirnos mejor. Entre la preocupación y la intriga, nuestro cerebro prefiere la intriga sin duda, así que de una manera natural empezaremos a avanzar en esa dirección para establecer la curiosidad como el nuevo hábito”.
Igual parece un poco obvio, pero Brewer señala que cuando uno está ahí metido puede resultar difícil verlo y entenderlo. “Imagina que oyes un ruido en la habitación de la lado. Entras y está oscura, no sabes qué pasa. Pero la curiosidad te hace encender la luz y ver. Ese es el primer paso, entender cómo funciona el cerebro para poder trabajar con él”, explica.
Esto, a título personal. ¿Qué opina de la terapia? ¿Cree que es para todos? “Mi respuesta sincera”, explica este terapeuta, “es que no. Hay quien la encuentra útil, pero también depende de lo bueno que sea el terapeuta. Sí creo que es bueno para todos entender cómo funciona el cerebro, que es por lo que he escrito el libro en vez de simplemente recomendar terapia”.
A Brewer le preocupa la alta incidencia de la ansiedad (“hay más que nunca”), que considera un “problema global”. “Un ejemplo es internet. Hay un fenómeno llamado contagio social. Miras las redes, donde cualquiera puede conectar con cualquiera, y en las redes hay mucha ira y ansiedad. Y cuánto más ansiosa está la gente, más comentarios ansiosos cuelgan que pueden afectar a otros”, advierte.
Para acabar, una pregunta sin respuesta. ¿Por qué –esto está consignado en el libro– cuanto más avanzada es una sociedad más ansiedad sufre? “Hay mucha especulación con esto y no creo que nadie lo sepa realmente. De lo que he leído, mi respuesta sería tenemos tiempo [libre] para preocuparnos. Cuando no tienes tiempo para preocuparte, no te preocupas”, especula.