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INVESTIGACIÓN

Un juzgado investiga una denuncia de agresión sexual contra uno de los fundadores de Ecologistas en Acción

Martín Barajas durante una charla sobre Madrid Río.

Ana Requena Aguilar

24 de octubre de 2024 06:01 h

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Un juzgado de Arganda del Rey (Madrid) investiga la denuncia por agresión sexual interpuesta por una mujer contra uno de los fundadores de la organización Ecologistas en Acción, Santiago Martín Barajas, al que ha citado a declarar el próximo 30 de octubre. Los hechos denunciados sucedieron a finales de julio y llegaron a los juzgados por dos vías. En primer lugar, por un parte de lesiones que envió la médica de un centro de salud después de que la mujer, con siglas M.G.F, acudiera con un ataque de ansiedad y le relatara lo sucedido. Más tarde, ella misma interpuso una denuncia en la que detallaba los hechos, aportaba los contactos de varias personas a las que les contó lo sucedido inmediatamente después, e incluía los nombres y contactos de otras dos mujeres que aseguran haber vivido comportamientos inadecuados por parte de Martín Barajas, uno de los miembros con más poder e influencia de la organización ecologista y su primer coordinador general, elegido en 1989.

La denunciante no conocía previamente a estas mujeres, que a día de hoy no han denunciado los hechos, sino que fue uno de los amigos a los que le contó lo sucedido quien la puso en contacto con una de ellas: se trata de una trabajadora de Ecologistas en Acción que relata diversos episodios ocurridos durante casi dos décadas. elDiario.es ha recogido el testimonio de las tres mujeres y ha accedido a la denuncia, al parte médico y a algunas de las citaciones que el juzgado ha enviado ya a varias personas para las próximas semanas. Además de las iniciales de la denunciante y las de otra de las mujeres que aparece en este reportaje, una tercera prefiere mantener su anonimato completo.

Contactado por elDiario.es, Santiago Martín Barajas niega todos los hechos, que asegura que son “completamente falsos”. El ecologista afirma que se trata de una “cacería” contra él por su activismo, y menciona otros “ataques” recientes, como la publicación en redes de un vídeo con unas declaraciones suyas “tergiversadas”.

Un reencuentro

M.G.F. presentó la denuncia a comienzos de septiembre. En el texto, la mujer relata los hechos. M.G.F y Santiago Martín Barajas, conocidos desde su juventud por su activismo ecologista, quedaron para reencontrarse a finales de julio, después de años sin verse. “Con el paso del tiempo nuestra comunicación se había limitado a saludos esporádicos por las redes sociales. Como había escrito un libro sobre su trayectoria se me ocurrió enviarle un WhatsApp indicando que me gustaría saludarle y que me lo firmara”, cuenta. Fue así cuando concertaron una cita en una librería del centro de Madrid.

Sin embargo, ese mismo día, M.G.F. recibió una llamada de Martín Barajas –continúa su relato– para avisarle de que tenía una comida que se alargaría. Le proponía acercarse más tarde por el pueblo en el que reside la mujer, según consta en la denuncia. La mujer aceptó y comunicó a personas de su entorno ligadas al ecologismo que iba a encontrarse con el activista. Un amigo le dijo entonces que quería saludar a Martín Barajas “y que por favor le hiciera una llamada para quedar cuando estuviera” en el pueblo con él.

La cafetería en la que M.G.F. pensaba encontrarse con él estaba cerrada: “Ante ello y por ser una persona de confianza (nos conocimos siendo jóvenes), le envié un WhatsApp invitándole a tomar un café en mi casa, ya que hacía un calor espantoso”.

A las cinco de la tarde, Martín Barajas llegó al domicilio de la mujer y se saludaron “de manera normal”. “Pasamos al salón y tomamos asiento. Nos sentamos en un sofá, yo al fondo de la habitación y él más cerca de la puerta. Hablamos sobre qué tal nos había ido la vida, ya que hacía 40 años que no nos veíamos”, cuenta ella en la denuncia. Durante la conversación, prosigue, él le dijo que llevaba años enamorado de ella: “Yo pensé que bromeaba y sonreí la gracia”. “Continuó muy serio contándome cosas de cuando nos conocimos y de repente me cogió de las manos. Yo, sorprendida, las retiré, con un gesto inequívoco de rechazar su insinuación (...)”, consta en la denuncia. Él siguió con una conversación centrada en su vida privada, relata.

Sabía que no podía huir si me golpeaba o forzaba más la situación, porque no puedo ver con claridad. Yo solo quería salir de ahí

“A continuación, me rodeó por la cintura y se abalanzó hacia mí besándome, yo me retiré rápidamente diciendo que no siguiera por ahí, que me dejara, mi cuerpo se puso en alerta y comencé a sudar muy nerviosa. Él entonces insistió y me dijo que se conformaba con que nos tumbáramos desnudos en la cama sin hacer nada y que seguramente no estaría a la altura de las circunstancias, me repetía que siempre le había dado morbo porque yo era una chica muy abierta. Ante mi sorpresa, me tocó un pecho, me acarició la boca y siguió abrazándome, me dio un asco terrible, comencé a ventilar nerviosa y continuó diciéndome que estaba muy bien, que le gustaba mucho... Yo forcejeaba asustada y le decía que parase, que no siguiera. Entonces me cogió por las muñecas y volvió a besarme. Estaba asustada y confundida. Recuerdo el asco”, relata M.G.F.

La mujer, que tiene una discapacidad visual del 75%, subraya el miedo que experimentó al sentirse indefensa: “Sabía que no podía huir si me golpeaba o forzaba más la situación, porque no puedo ver con claridad. Yo solo quería salir de ahí. Pero me encontraba sin capacidad de reacción, estaba paralizada, y él me tenía agarrada una pierna”. En un momento dado, M.G.F recordó al amigo que quería saludar a Martín Barajas. Pudo coger su teléfono y lo llamó, pero sin respuesta.

“Otra vez volvió a cogerme por la cintura y a tocarme la cara, de hecho me sujetó la cara para volver a besarme, otra vez me dio un asco terrible y recuerdo que se me iba la cabeza, estaba medio mareada, sudaba mucho y no podía casi hablar. Le retiré las manos y me eché para atrás”, sigue. La mujer envió un mensaje a su amigo y finalmente logró contactar con él. Para terminar con la situación en la que se encontraban, la mujer comunicó al amigo que estaba con el ecologista y que se acercaban a verle.

Yo abrí los ojos y muy asustada miré a mi amigo, que entonces dijo que yo no volvía a mi casa, que tenía que ver a otra persona y debía quedarme allí

Una vez allí, aprovechando que él fue al baño, M.G.F. le contó a su amigo lo sucedido. Después de un rato, tal y como aparece en la denuncia, Martín Barajas les regaló a cada uno un ejemplar de su libro. A él se lo firmó en ese momento, “pero mi libro dijo que ya me lo firmaría en mi casa”. “Yo abrí los ojos y muy asustada miré a mi amigo, que entonces dijo que yo no volvía a mi casa, que tenía que ver a otra persona y debía quedarme allí”, aparece en el texto. Cuando el hombre se marchó, ella aún permaneció una hora más con su amigo. “Tenía miedo de encontrármelo en la puerta de mi casa”, asegura.

Esa noche, la mujer sufrió un ataque de ansiedad y contactó con el 016. Al día siguiente acudió al centro de salud por ansiedad y ataques de llanto. La doctora que la atendió le puso un tratamiento y emitió un parte de lesiones que envió al juzgado. Durante esas horas, M.G.F. le relató lo sucedido a varias personas, entre ellas su marido, que se encontraba de viaje, y adelantó su vuelta. Después de varias semanas –en las que la mujer buscó asesoramiento legal– presentó una denuncia. Fue el juzgado en el que recayó el parte el que inició las acciones que, finalmente, se han unificado para aunar en un mismo procedimiento la alerta de la doctora y la denuncia de la mujer. El juez ha enviado citaciones para que varias de las personas que aparecen en la denuncia acudan a declarar.

Años de “tocamientos”

Fue en esas llamadas que M.G.E. hizo para contar lo sucedido a varios amigos cuando una persona de su entorno, también vinculada al ecologismo, le contó que “había oído rumores” de que “ya se lo había hecho a otra chica”, cuenta M.G.E. Esa mujer es una trabajadora de Ecologistas en Acción desde hace más de dos décadas. El primer incidente incómodo con Barajas fue durante una de las varias visitas que, entre 2001 y 2002, el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, hizo a los trabajos de desmantelamiento de la estación de esquí de Valcotos, en el municipio de Rascafría, a las que se invitaba a personas de la sociedad civil, según relata ella misma a elDiario.es.

“Yo no tenía coche, así que me llevó y me trajo en el suyo –explica–. A la vuelta, dijo que íbamos a volver por el puerto de la Morcuera para ver unas peñas donde solía anidar una pareja de águila real. Es una carretera estrecha de montaña y poco transitada entre semana. El caso es que al llegar aparcó el coche en un ensanche del arcén, salimos a mirar con prismáticos y al volver a entrar al coche se acercó a mí para besarme y me tocó un pecho. Yo retiré la cara y le pregunté qué hacía. Mientras, pasaba de todo por mi cabeza, pensando que estábamos solos en mitad de la nada y yo sin posibilidad de irme de allí por mis propios medios. Como pude, le contesté que no quería que me besara ni que me tocara y que nos fuésemos. '¿De verdad?', me preguntó. Le contesté que claro y que no lo volviera a hacer”, cuenta la mujer.

Me dijo que me sentara a su lado, me besó, me tocó los pechos metiendo la mano debajo de la ropa. Me puse muy nerviosa y me levanté

Sin embargo, ese fue solo el inicio de muchos otros episodios que, según relata, se extendieron durante años mientras ella era trabajadora y él ocupaba puestos de responsabilidad o mantenía una posición preeminente en la organización. En una ocasión, en otra visita al campo, sucedió mientras estaban sentados en un pinar. “Me dijo que me sentara a su lado, me besó, me tocó los pechos metiendo la mano debajo de la ropa. Me puse muy nerviosa y me levanté”, recuerda. “Durante meses o años, no paraba de llamarme. Daba igual el día o la hora, llamaba con voz melancólica y me preguntaba qué hacía, dónde estaba, si estaba con alguien. Empecé a no cogerle el teléfono, pero daba igual, seguía insistiendo. Esa situación me generó mucha ansiedad, porque me sentía vigilada”, asegura la mujer.

Uno de los incidentes que le dejó más consecuencias emocionales sucedió en un tren nocturno. Según afirma, ella y Martín Barajas viajaban a Lisboa para asistir a una asamblea ecologista. “En cuanto el tren se puso en marcha, golpeó mi puerta. Le dije que no iba a abrir. Respondió que solo quería hablar conmigo un rato, que le ponía nervioso viajar. Le dije que ya hablaríamos a la mañana siguiente. Pero insistió. Al final, abrí la puerta”.

Él se sentó a su lado, prosigue, y comenzó a hablar de su vida personal: “Me dijo que sabía que yo estaba enamorada de él, pero que no quería reconocerlo para no hacer daño a su mujer y al tiempo se tiró todo lo largo que es sobre mí. Yo le dije que se levantara, que me dejara en paz, que yo no estaba enamorada de él, le empujaba con mis puños hacia arriba para intentar quitármelo de encima, le golpeaba la espalda. En ese momento pensé que me iba a violar, estaba aterrorizada. Le dije que o se levantaba o gritaría, me dijo que no fuera tonta. Le repetía que yo no estaba enamorada de él, que había otra persona”. Fue ese detalle el que hizo que el hombre se levantara y abandonara el coche cama.

Me seguía por el pasillo del local cuando iba al baño y me tocaba el culo, o el pecho. Alguna vez, al salir del servicio estaba esperándome y me echaba la mano al pecho

Desde lo sucedido en el tren, esta mujer asegura que vivió “tocamientos” repetidos y episodios en los que él insistía en invitarla a comer o se presentaba en su casa. Entre 2004 y hasta 2020, cuando la pandemia hizo que no tuviera que acudir físicamente a su puesto de trabajo, “no cesaron los tocamientos”. “No era algo diario, pero nunca lo dejó de hacer, salvo los periodos que se enfadaba conmigo por algo que dijera o hiciera y entonces, me retiraba la palabra (...) Durante ese periodo, por ejemplo, me seguía por el pasillo del local cuando iba al baño y me tocaba el culo, o el pecho. Alguna vez, al salir del servicio estaba esperándome y me echaba la mano al pecho. También era habitual que se sentara a mi lado y echara el brazo por encima del reposadero de la silla en la que yo estaba trabajando, dejando caer la mano a la altura del pecho. De tal forma que con leves movimientos 'fortuitos' de la mano o el antebrazo me rozaba el pecho”, relata.

La mujer asegura que el “poder infinito”, como ella lo define, de Santiago Martín Barajas en Ecologistas en Acción hizo que nunca denunciara formalmente los hechos, aunque sí puso algunos en conocimiento de distintas personas de la organización. “Todo el mundo sabe que destruye a las personas que le molestan, pero nadie hace nada para frenarle. Al contrario, cuando inicia una campaña de destrucción contra alguien, dejan sola a la víctima y le dan la razón a él”, añade.

Fotos y acercamientos

La otra mujer que M.G.E. menciona en el relato de su denuncia – y que ya tiene fecha para ir a declarar– es S.S.P. En su caso, el episodio al que se refiere sucedió en un mes de diciembre hace alrededor de una década, cuando ella era agente forestal en el Parque Regional del curso medio del Río Guadarrama, describe en conversación con este periódico. Un técnico le indicó que tenía que recoger y llevar a Santiago Martín Barajas a una de las zonas del parque. “Me encontraba incómoda con él. Se acercaba mucho a mí y me pedía que posara para hacer fotos para, según él, tener una referencia de tamaño. También le pillé haciéndome fotos a escondidas. Yo me alejaba de él y mantenía las distancias como podía. Allí no había nadie y no es un lugar concurrido por senderistas”, relata. Aun con poca cobertura, logró enviar un mensaje a su coordinador para decirle que se encontraba incómoda y que necesitaba que acudiera a donde se encontraban, prosigue.

El coordinador, con el que también ha contactado elDiario.es, recuerda el mensaje y la situación que se encontró. “Al parecer él tenía interés en conocer más zonas del parque, pero cuando yo llegué ya no le interesaba nada y quería irse”. S.S.P. explica que le contó esa noche lo sucedido a un técnico que le aconsejó, afirma, no hacer nada “porque Martín Barajas era muy amigo del director conservador del parque” y se comprometió a no volver a mandarle con él a solas. No obstante, la mujer coincidió una vez más con él para acompañarle a revisar unas cámaras de fototrampeo. “Insistió mucho en invitarme a una cerveza. Yo no quería, pero era tan insistente que accedí a tomarme un mosto y me fui enseguida”.

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