Las luces de neón y los carteles gigantes con fotos sugerentes definen el barrio rojo de Tokio, Kabukicho, un lugar tan popular como tabú entre los japoneses y que ahora está en el punto de mira de las autoridades por ser el nuevo foco de contagios de coronavirus.
Al caer la noche y acabar la jornada laboral, las estrechas calles de esta zona bullen con transeúntes en busca de karaokes, izakayas (tabernas japonesas) o de una miríada de establecimientos en los que se ofrece desde tomar una copa en compañía hasta prostitución encubierta.
Una breve visita al barrio basta para comprobar que la mayoría de estos “hostess bars”, “girls bars” o “kyabakura”, como se les conoce en Japón, están abiertos e incluso tratan de captar clientes en plena calle, pese a que no deberían operar todavía, según el plan de desescalada de las autoridades locales.
“Si no abrimos, quiebra el negocio... Y ya estamos en una situación muy difícil porque viene mucha menos gente que nunca”, dice a Efe el portero de un club nocturno que prefiere no revelar su nombre.
El establecimiento cuenta con descuentos especiales para tratar de atraer a más clientes y, como medidas preventivas contra posibles contagios, se les pide usar desinfectante de manos a la entrada y llevar mascarilla en el interior.
DE SUBMUNDO A FOCO DE CONTAGIOS
Kabukicho, que ya acarreaba mala fama por la presencia de la “yakuza”, el crimen organizado local, y por unos negocios que se mueven en zonas legales grises, también se ha visto señalado en las últimas semanas por la proliferación de contagios de COVID-19.
Tras levantarse el estado de alerta sanitaria en todo el país, a finales de mayo, en Tokio se han registrado varios repuntes de casos, la mayoría de ellos vinculados a Kabukicho u otros barrios de ocio nocturno.
Solo entre el pasado domingo y el lunes, en la capital ha habido 95 contagios, 52 de entre ellos entre trabajadores de “hostess bars” de Kabukicho y zonas similares.
La cifra es llamativa puesto que la semana anterior se venían registrando entre 40 y 50 casos diarios en todo el país, donde la pandemia se ha dado por controlada aunque aún siguen vigentes ciertas recomendaciones para evitar una segunda oleada de contagios.
Los datos también se deben a que el Gobierno de Tokio ha decidido hacer test PCR regulares y a gran escala entre los trabajadores de zonas de ocio nocturno al considerarlas de alto riesgo, algo que no se aplica otras áreas ni entre otros colectivos profesionales, con la excepción del personal sanitario.
La gobernadora de la capital, Yuriko Koike, afirmó el pasado domingo que los test PCR masivos a trabajadores del sector están dirigidos a hacer sus negocios “más seguros”, puesto que “les permitirán saber si están infectados y, si es así, evitar transmitir el virus”.
INTIMIDAD Y RIESGO
En los bares de alterne de Kabukicho se ofrece la compañía de jóvenes atractivos conocidos como “hosts” o “hostess” -según su sexo- a cambio del precio de entrada y del coste de las bebidas compartidas, facturas que pueden ascender hasta los varios miles de euros por dos horas de visita.
En teoría, estos negocios lícitos no venden servicios sexuales debido a que la prostitución está prohibida en Japón, aunque hay locales que sí lo hacen de forma clandestina y que en algunos casos explotan además a trabajadores inmigrantes en situación irregular.
Según la hoja de ruta de del Gobierno de Tokio para levantar progresivamente las restricciones contra el virus, negocios como los karaokes, las discotecas, los “hostess bars” o los cabarés no pueden abrir hasta el próximo día 19.
Mientras que otros negocios ya han podido reabrir tras levantarse el estado de alerta sanitaria a finales de mayo, esos establecimientos entran en la categoría de lugares más propicios a la propagación de virus, al ser espacios reducidos y mal ventilados y en los que es difícil mantener una distancia mínima interpersonal.
NUEVAS E INCIERTAS MEDIDAS PREVENTIVAS
El Gobierno prepara una serie de orientaciones específicas para “hostess bars” y locales similares, que incluyen el registro de datos personales de los clientes para que las autoridades puedan localizarlos en caso de que alguno resulte contagiado, así como a otras personas con las que hayan tenido contacto recientemente.
También se pedirá a los negocios que tomen la temperatura corporal de los clientes a la entrada y exigirles que lleven mascarilla, además de limitar el aforo de los establecimientos al 50 % y mantener en su interior un espacio interpersonal de entre uno y dos metros, según han adelantado los medios nipones.
Pero estas medidas, elaboradas en colaboración con una asociación empresarial del sector, no serán de cumplimiento obligatorio al igual que sucede con las otras recomendaciones de las autoridades niponas para contener la pandemia.
Todo dependerá por tanto de la buena fe de los clientes a la hora de facilitar sus datos personales al visitar lugares que no están bien vistos socialmente y de la colaboración de los locales que basan su negocio en el contacto íntimo.
Antonio Hermosín Gandul