Este miércoles se ha registrado el primer caso de contagio local de coronavirus en Sevilla y posteriormente se han confirmado otros dos en Madrid. La persona que ha dado positivo en Sevilla, de 62 años, llevaba dos semanas con síntomas de neumonía y no había viajado recientemente a zonas de riesgo ni había estado en contacto con ningún caso conocido de coronavirus. En otras palabras, la transmisión del virus se dio en España, a diferencia de todos los casos conocidos hasta ese momento, que habían sido importados de otros países.
Dicho caso hubiera pasado probablemente desapercibido si el Ministerio de Sanidad no hubiera cambiado su protocolo de detección de casos de coronavirus. A raíz de las epidemias en Italia y otros países fuera de China, el martes se decidió revisar las medidas establecidas para incluir como zonas de riesgo Corea del Sur, Irán, Japón, Singapur y cuatro regiones del norte de Italia, además de Wuhan (China). Otro de los cambios introducidos en el protocolo fue ampliar los criterios de realización de pruebas de laboratorio para la confirmación de casos de coronavirus.
Hasta este martes, solo se realizaban tests de SARS-CoV-2 a aquellos pacientes con síntomas respiratorios típicos de COVID-19, que hubieran estado en contacto estrecho con casos confirmados o que hubiera visitado recientemente las zonas de riesgo. Ahora, y desde el martes, también se realizan tests a personas con neumonías y otras afecciones respiratorias cuya causa se desconozca, aunque no hubieran estado en las zonas de riesgo ni en contacto con casos confirmados.
El epidemiólogo Pere Godoy explica que “un contagio local supone que tenemos que extremar las medidas de detección”. Lo que indica, además, esta transmisión autóctona es que el nuevo coronavirus ha estado circulando dentro de nuestras fronteras durante semanas sin alertar a las autoridades sanitarias.
Desconocemos en qué medida ha ocurrido este fenómeno, pero no es ninguna sorpresa ni un motivo de alarma. Era lo esperable si tenemos en cuenta las características del virus. En Italia también han aparecido casos de coronavirus sin que se sepa el origen del contagio. De hecho, surgieron brotes en dos zonas del norte de Italia, separadas por más de dos horas en coche, sin que se pueda explicar cómo han podido ocurrir. La aparición de casos de coronavirus, que no han sido detectados por las autoridades, impide conocer, hasta el momento, la conexión entre ambos brotes.
Para comprender esta epidemia de coronavirus es necesario darse cuenta de que los casos confirmados suponen, en realidad, la punta visible del iceberg. El propio Centro para el Análisis de Enfermedades Infecciosas Globales del Imperial College de Londres ha realizado un análisis sobre la sensibilidad de la vigilancia internacional para la detección del SARS-CoV-2. En su informe, los investigadores estiman que dos tercios de los casos exportados fuera de China no se han detectado, a pesar de las restricciones de viajes y de las medidas llevadas a cabo por los gobiernos para identificarlos.
Hay varias razones de peso que explican que haya más casos sin identificar de coronavirus que aquellos que oficialmente conocemos. Por un lado, se estima que alrededor del 80% de las personas que se infectan por el coronavirus desarrollan síntomas leves. Además, un porcentaje desconocido de los infectados no muestran ningún síntoma de enfermedad. Es extremadamente difícil detectar todos los casos leves y sencillamente imposible identificar todos los casos asintomáticos. Se trata de personas que no tienen, aparentemente, ninguna razón para acudir a los profesionales sanitarios porque creerán que están pasando un simple resfriado o una gripe, salvo que sepan que han estado expuestos a casos confirmados o sospechosos de coronavirus. Así que estas personas, que forman parte de la epidemia, quedan fuera de los registros oficiales.
Es más, en el caso de que el COVID-19 se extendiera sustancialmente fuera de China, las cifras oficiales estarían cada vez más alejadas de la realidad, hasta que ya no tuviera sentido realizar tests de laboratorio en la mayoría de los casos. Es lo que ocurrió con la epidemia de gripe A en 2009, que la OMS dejó de computar los casos en la semana 32 cuando ya eran más de 600.000 las personas oficialmente afectadas.
Esta distorsión entre los casos reales de coronavirus y los casos confirmados también podría explicar, en parte, la diferencia en la letalidad del virus registrada entre la ciudad de Wuhan (2-4%) y el resto del mundo (0,7%). Aunque el nivel de acceso a los servicios sanitarios es un factor que influye en la letalidad del coronavirus, el grado de detección de casos reales es un factor de peso.
La ciudad de Wuhan fue el origen de la epidemia en el mundo y durante las primeras semanas de diciembre no se identificaron casos, por la sencilla razón de que ni siquiera se sabía qué virus era el responsable. Más tarde, cuando la epidemia se desató y había miles de nuevos casos cada día, era imposible realizar análisis a todos los casos sospechosos, especialmente a las personas con síntomas leves o asintomáticas, que se quedaban fuera. Así que es extremadamente probable que la letalidad más alta del coronavirus en Wuhan se deba principalmente a un sesgo ocurrido por una menor detección de casos leves y asintomáticos.
Letalidad real más baja
Si somos conscientes de que el lado oculto de la epidemia de COVID-19 lo forma un porcentaje considerable (pero desconocido) de casos asintomáticos y leves, que se confunden con gripes y resfriados, es lógico pensar que esto es una buena noticia. Significa que la letalidad real por el coronavirus es más baja que la que nos indican los registros oficiales. ¿En qué medida? No lo podemos saber con certeza, al no conocer bien la magnitud de los casos sin identificar.
Sin embargo, este lado oculto de la epidemia tiene también un lado negativo: hay muchos más casos de los que conocemos y eso implica que la epidemia es más difícil de controlar. Aunque la letalidad del virus sea bastante baja, si este llegara a expandirse a las poblaciones, podría matar a numerosas personas ancianas y pacientes afectados por diferentes enfermedades. De ahí que las autoridades sanitarias estén destinando grandes recursos a evitar que este escenario se convierta en una realidad. Por muy leve que sea un virus, si se transmite a millones de personas, miles y miles de personas vulnerables estarían en peligro.
Como explican desde el Ministerio de Sanidad, aún estamos a tiempo de contener al coronavirus, los casos conocidos que se están dando en España son muy reducidos y los casos que no se han detectado tampoco deberían ser muchos. Sin embargo, no podemos saber con certeza qué ocurrirá durante las próximas semanas o meses.
La posibilidad de pandemia es real. Ahora bien, tampoco sería la primera vez que el mundo fracasa en controlar un virus. La gripe A de 2009 no se pudo contener y se convirtió en una pandemia a lo largo del mundo. Aunque murieron como mínimo decenas de miles de personas, no fue un apocalipsis: la gripe A se convirtió en un virus estacional más, formando parte de nuestra rutina anual.
Según cuál sea la evolución de la epidemia durante los próximos meses, puede que el coronavirus pase a formar parte de nuestras vidas cada otoño o invierno, como la gripe A, o puede que, como el SARS, sea un virus que conforme vino, se fue.