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La edición 2016 de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa, elaborada por la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), vuelve a confirmar la tendencia a la baja de España. Por segundo año consecutivo, el país desciende un puesto en el ranking mundial hasta la posición 34, por detrás de países como Portugal, Cabo Verde o Namibia. Las reformas legislativas, restrictivas en materia de información y aprobadas con los únicos votos del Partido Popular, explican este retroceso.
RSF ha calificado este descenso de “leve” en comparación con los “reveses para las libertades” que suponen leyes como la Ley Mordaza, entre otros textos. La normativa, aprobada únicamente con los votos del Ejecutivo conservador, sanciona la toma y difusión de imágenes en la calle de agentes policiales, con multas que van desde los 600 hasta los 30.000 euros. Otras legislaciones, como la modificación de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y la reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial que suprimió la justicia universal -que impide continuar investigando casos como el del asesinato del periodista español José Couso- forman parte de las denuncias del organismo.
“Que la posición de España solo haya bajado un escalón en la tabla se explica, entre otras causas, por el deterioro general de la libertad de prensa en todo el mundo, que afecta también a los países que ocupan las primeras posiciones”, ha explicado RSF en un comunicado publicado en su web. Francia y Reino Unido son los países europeos que han sufrido caídas más pronunciadas, descendiendo siete y cuatro posiciones hasta ocupar los puestos 44 y 38, respectivamente, según una clasificación que agrupa a 180 países.
Las políticas de París, en el marco de la lucha contra el terrorismo, permiten a las agencias de inteligencia del país hackear sin una orden judicial ordenadores y otros dispositivos bajo sospecha, permitiendo interceptar mensajes y correos electrónicos entre periodistas y sus fuentes. El secretario general de RSF, Christophe Deloire, ha lamentado “la especie de paranoia de numerosos dirigentes en el mundo frente al legítimo ejercicio del periodismo”.
“El clima general de miedo acarrea un odio creciente al debate y al pluralismo, un bloqueo de los medios de comunicacioÌn por parte de gobiernos en plenos excesos autoritarios y liberticidas, asiÌ como una influencia creciente de los intereses particulares en la informacioÌn, en el sector privado”, ha concluido Deloire.