Las vacunas tienen dos funciones principales. La primera consiste en impedir la entrada de los virus directos a nuestras células y evitar así que se reproduzcan en el cuerpo. La segunda es impedir que, una vez contagiados, el caso termine siendo grave. Ómicron ha puesto sobre la mesa la efectividad de las vacunas en torno a la primera función, la de cerrarle las puertas a la infección. No así la segunda parte: en la ola más contagiosa de la pandemia, los datos de hospitalización y muertes están muy por debajo de lo que sucedió hace un año. Que los hospitales no estén colapsados y que, en la mayor parte de los casos, el proceso viral sea leve es gracias a las inyecciones contra la COVID-19. El papel de las vacunas de refuerzo es esencial para seguir combatiendo al virus con una estrategia que se sabe que funciona, la de acumular inmunidad, pero que no se sabe hasta cuándo continuará. Este jueves, Sanidad y las comunidades aprobaron administrar la tercera dosis a todos los mayores de 18 años.
La inmunidad puede acumularse a base de vacunas o pasando la infección. Después de esta sexta ola, cientos de miles de personas en España atesorarán inmunidad híbrida, esto es, la que se genera después de haber recibido la pauta completa de la vacuna y de haber tenido coronavirus. “Cada proceso de recuerdo de la inmunidad mejora lo que tenemos y hace que la respuesta sea mucho más rápida y más potente”, explica la investigadora del Centro Nacional de Biotecnología (CSIC-UAMC) y codirectora del grupo de coronavirus Isabel Sola.
“La única diferencia –continúa la bióloga– es que en la infección lo que entra es el virus y el virus tiene muchas cosas extrañas que van a activar muchas más células” que con la vacuna, con la que solo se van a activar las “que reconocen la proteína de la superficie del virus, la espícula”. Cada vez que una persona recibe una vacuna o supera una infección, multiplica su número de anticuerpos (que son los que desaparecen con el paso del tiempo) y perfecciona la reacción de las células para repeler la enfermedad.
¿Cómo funciona una vacuna de recuerdo? “Cuando nacemos nuestro sistema inmune tiene toda una serie de células con capacidad para reconocer aquello que no es propio, que puede ser un virus o cualquier elemento extraño”, explica Sola. Una vez que las células reconocen a un cuerpo extraño se activa la respuesta inmune y suceden dos cosas: “que esa célula que se ha seleccionado prolifera” y “un proceso de perfeccionamiento” para dar respuesta ante una amenaza.
Así, cuando vuelva a aparecer ese virus o ese elemento extraño por segunda vez, ya se habrá generado una memoria y “la respuesta que se va a desencadenar no es la versión cero, sino la versión uno, mucho más mejorada y potente”.
El refuerzo ideal: una vacuna contra ómicron
Lo ideal, reconoce Sola, sería que los refuerzos vacunales ya estuvieran modificados para la nueva variante predominante. “Eso sería lo ideal porque entonces tendríamos una vacuna hecha a medida de ómicron. Los anticuerpos que produciría serían específicos y tendrían su máxima potencia desde el principio, impidiendo la entrada”, añade la científica, que espera que para marzo o abril ya estén listas las nuevas inyecciones.
Para Sola podría tener sentido que la población general esperase a las nuevas vacunas para ponerse los refuerzos, no así en los grupos vulnerables. “En estos casos, hay que dar dosis de refuerzo, aunque no sean de la vacuna perfecta, aunque sea de la vacuna que tenemos, ya un poco anticuada”.
Pese al gran número de contagios que se han producido en los dos últimos meses, los expertos coinciden en que hay que seguir vacunando, pero también continuar mejorando las vacunas. “En cada oleada del virus nos hemos enfrentado a un reto diferente. En este caso lo que nos toca es aprender a integrar una población ya inmunizada con el comportamiento de un virus que además muta y adquiere nuevas propiedades”, explica el epidemiólogo e investigador predoctoral en la UAM Javier del Águila. “Qué representa ahora la incidencia, qué representan los casos graves, qué representan los casos en vacunados y no vacunados, qué riesgo de transmisión hay entre unos y otros”. Del Águila considera que es momento de estudiar cómo escapa el virus de la inmunidad y para eso necesitan tiempo y algo más de calma.
Una de las principales incógnitas de esta estrategia de vacunación contra el coronavirus es saber hasta cuándo seguiremos vacunándonos. ¿Cuántos recuerdos habrá que inyectarse? “Sigue siendo una incógnita cuál es la duración de la protección que dan las vacunas”, admite Sola. “Parece que los anticuerpos, que son fundamentalmente los que impiden que nos infectemos, decaen hacia los seis meses, pero la inmunidad celular se mantiene por más tiempo”, argumenta. Como la inmunidad celular es la que protege de la parte más severa de la enfermedad, argumenta la científica, “no sería necesario recibir una dosis de refuerzo a los seis meses, sino que podríamos estar protegidos durante un año o más”.
“¿Hasta cuándo estaremos vacunándonos frente a la COVID-19? Es muy difícil de saber”, asegura también Alfredo Corell, catedrático de Inmunología en la Universidad de Valladolid. “Aunque los anticuerpos pueden decaer con el tiempo, las células T parece que tienen mucha más robustez. De hecho, del SARS-Cov-1, 18 años después hay personas que tienen memoria para esta infección”, añade. Corell considera que, al tratarse de un coronavirus de la misma familia, podría esperarse una memoria de las células T igualmente “robusta y duradera”.
El futuro de la estrategia de vacunación también dependerá del comportamiento del virus. “La vacuna va a ser tanto más eficaz cuanto menos casos circulen en ese momento”, dice Del Águila. “Cada encuentro que una persona vacunada tiene con el virus es una ocasión en la que hay una probabilidad de que la vacuna falle. Nunca son 100% perfectas”, añade.
“Como sucede con otras vacunas, tres o cuatro dosis podría ser suficientes para alcanzar una inmunidad muy duradera”, admite Sola. Pero esto todavía no se sabe. Tampoco se sabe cuál es la pauta ideal y hay que tener en cuenta que siempre habrá excepciones dirigidas a personas más vulnerables. “La estrategia de revacunaciones frecuentes podría terminar siendo insostenible desde un punto de vista económico y de seguimiento de la vacunación”, añade. “Desde un punto de vista de la efectividad de la respuesta inmune, no se sabe muy bien cuál sería el efecto de las vacunaciones repetidas”.
Corell piensa algo similar. “No con tres o cuatro dosis, pero sí con una pauta reiterada podríamos estar produciendo una patología a algunas personas”, admite. “Por tanto, hay que revisar estos protocolos de inmunización periódica porque no es la solución a largo plazo. La solución a largo plazo es tener antivirales que puedan detener la enfermedad”, concluye.