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Las lluvias del otoño apenas alivian la escasez de agua

Raúl Rejón

5 de diciembre de 2022 22:20 h

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Las reservas de agua de las que dispone España para satisfacer su demanda apenas superan un tercio de la capacidad total. Mucho menos de lo que deberían ser. Están 17 puntos por debajo de la media de la década para este momento del año, o lo que es lo mismo: 9.500 hm3 menos de agua a disposición. Toda la lluvia registrada en noviembre ha aportado algo más de 1.000 hm3 a los embalses.

A pesar de que en las últimas semanas se han encadenado jornadas con precipitaciones, en los treinta días del mes han caído de forma general en España 63 litros por metro cuadrado. El valor normal para este mes es de 79 litros, según los registros de la Agencia Estatal de Meteorología. Esto significa que ha llovido un 20% menos de lo esperable.

Si se mira al año hidrológico que empieza en octubre, las precipitaciones están un 23% por debajo del promedio (115mm frente a 150mm). Así que las lluvias del otoño apenas han paliado la escasez de agua en España. Han fallado, en términos pluviométricos, dos de los meses estadísticamente más abundantes. Los de mayor recarga de las reservas junto a diciembre.

Las precipitaciones (hasta ahora) poco abundantes empeoran la situación de unos embalses que llegaron casi exhaustos al teórico periodo de aumento de lluvias. El otoño empezó con las reservas ya en el mínimo del siglo.

La sequía meteorológica registrada durante el verano impactó en unos embalses muy exprimidos por el consumo intensivo y sostenido de cada año y que ancla a España a la escasez hidríca.

Como el otoño e invierno de 2021 también resultaron bastante secos, los embalses no han podido recuperarse de los niveles de consumo de agua que se les exigen. Como consecuencia, el total reservado está en el 34% cuando el año pasado –en el que ya había alarmas activadas– era un 39%. Y el promedio de los últimos diez años supera el 51% para cualquier final de noviembre.

El Gobierno ultima estas semanas la planificación hidrológica que deberá lidiar con el nuevo contexto del agua que acarrea la crisis climática. Básicamente: menos agua para beber, para regar, para el turismo... como están ilustrando los últimos meses.

La nueva planificación, a punto de culminarse

El marco de calentamiento global del planeta avisa de que España va a tener menos líquido disponible para satisfacer su consumo. El trabajo del CEDEX sobre los impactos del cambio climático en los recursos hídricos del país (de 2012) mostraba una caída del agua disponible en todos los escenarios de análisis.

La incidencia de la crisis climática se deja notar tanto en la cantidad de lluvias como en la manera en que caen esas precipitaciones. Y en la cantidad de agua que luego se evapora –aunque se haya retenido en embalses–.

La influencia del cambio climático inducido por los humanos proyecta una mayor frecuencia e intensidad de periodos secos en España. Es decir, agudiza las sequías que son propias del clima mediterráneo.

Además, lo que también está constatando la Agencia es el “cambio en el patrón de las precipitaciones”: aumentan las lluvias extremas. Precipitaciones torrenciales que, por ejemplo, acumulan en un día el agua de un mes. Agua menos aprovechable. Y para rematar, a mayor temperatura, más volumen de líquido se evapotranspira a la atmósfera. No permanece en los almacenes para un potencial consumo.

De hecho, la nueva planificación hidrológica –cuya tramitación se está culminando– “aconseja plantearse disminuciones de la utilización del agua del orden del 5% para 2030 y del 15% para 2050”, según los cálculos del Ministerio de Transición Ecológica. Los planes de cada demarcación hidrográfica deben estar completados para entrar en funcionamiento en enero de 2022.

Transición Ecológica ha destacado durante el trámite de estos documento que 405 ríos van a tener caudales ecológicos garantizados por ley (frente a los 170 actuales). Ese caudal es el flujo de agua mínimo que hay que respetar para que el río pueda mantener sus funciones ecológicas. La mitad de los cursos españoles están en mal estado. Este asunto hizo revolverse a los regantes, ya que la Federación Nacional de Comunidades, Fenacore, lo llamó “ecologismo radical”.

Sin embargo, los grupos ambientalistas han considerado que los planes se han quedado cortos para afrontar la crisis de agua ya que, entienden, se mantiene una presión excesiva por parte de los consumos agrarios: “Hay una apuesta por la expansión, intensificación y modernización del regadío”, critican.

“Se reconocen los problemas pero no hay medidas eficaces y se mantiene la sobreexplotación”, reflexiona Mario Giménez, de SEO-Birdlife. “Y los caudales ecológicos se condicionan a modernizaciones de regadío o niveles de demanda que no suponen ninguna restricción previa”. “Condicionar así e implantar progresivamente estos caudales ecológicos no está contemplado en la ley”, remacha Erika González, de Ecologistas en Acción.

El pasado martes, el Consejo Nacional del Agua votó a favor de todos los planes presentados por el Ejecutivo, que pasarán ahora al Consejo de Estado antes de que los apruebe definitivamente el Consejo de Ministros.