La Lomce corta las alas a la innovación educativa

¿La Lomce es compatible con la innovación educativa? Los docentes que utilizan metodologías alternativas acusan que la norma actual “dificulta” trabajar de otra manera en las aulas. “Los contenidos son rígidos y extensísimos. Si trabajas por proyectos, no puedes cumplir la ley. Un tema cada 15 días no es real”, cuenta Álvaro López, maestro de Primaria y formador en metodologías activas.

Estas metodologías colocan a los alumnos y alumnas en el centro del proceso enseñanza-aprendizaje y los docentes montan la propuesta didáctica en función de eso. La Lomce solo habla de ellas de pasada en el anexo de una orden posterior, de 2015. En página y media, el Gobierno ofrece unas “orientaciones para facilitar el desarrollo de estrategias que permitan trabajar por competencias”.

Dentro de la propia ley, la palabra innovación aparece en solo cuatro ocasiones en 64 folios. “Evaluación”, 180. “Es una contradicción porque la ley ignora todo esto. Todo lo que no es instrumental, es prescindible. Por eso en Primaria solo hay 45 minutos de Música, y salir de eso cuesta sangre, sudor y lágrimas”, reconoce López.

Para que se apruebe un proyecto educativo –presentado por un equipo directivo– debe pasar por una comisión de valoración donde tiene mayoría la Administración (tres representantes), frente a un representante del claustro y otro del consejo escolar. Además, la figura del director gana relevancia “dentro de una estructura más piramidal que horizontal, así que si te toca un equipo poco flexible estás bastante perdido”, admite el formador.

López pone un ejemplo para entender el tipo de dinámicas que prevé la ley: “Imaginemos que queremos aprender que la rana es un anfibio. Con la Lomce lo abordamos en un tipo de aprendizaje que es extenso pero estrecho, poco profundo. El aprendizaje experiencial, que sería salir fuera, ver ranas y reflexionar de vuelta sobre lo que hemos visto, hace saltar los principios rígidos de la ley por los aires”, describe.

No solo es la Lomce

Aunque el preámbulo de la norma habla de “propiciar las condiciones que permitan el oportuno cambio metodológico” para que el alumnado “sea un elemento activo en el proceso de aprendizaje”, la realidad complica sacar los pies del tiesto, coinciden varios maestros consultados por eldiario.es. Y no solo por lo estrictamente legislativo: también influyen los recortes en personal que reducen las horas libres de clases de los docentes y los esquemas de aprendizaje tradicional que guían a muchas familias.

Raquel Palacios, maestra de Infantil, asegura que “aunque la Lomce pasa de nuestra etapa y no hace desarrollo curricular, no nos ha relajado tampoco porque vivimos con la presión de que tienen que entrar en Primaria sabiendo leer y escribir”. “Piensan que somos entrenadores de lectoescritura y que si no lo hacemos es que no están aprendiendo. Si no llevas un taco de fichas, nada”, se queja.

En su aula aplica la pedagogía Montessori, dentro de un colegio público en el que solo una pequeña parte de la plantilla trabaja con metodologías innovadoras. Hacerlo le supone, explica, estar justificándose de forma permanente. “Todo lo que supone un cambio es mirado con indiferencia, a veces, o con recelo. Si aquí puedo hacer es porque entre los compañeros nos arropamos”, admite.

El juego, dice, también prepara para leer y escribir: “En una zona del aula tengo una estatería de vida práctica con materiales que permiten la transición de casa al cole y que ayudan al desarrollo de la psicomotricidad fina, como meter macarrones en azucarero. Ese ejercicio fortalece el codo y la muñeca para llegar un día a coger un lápiz”.

Más burocracia

El aumento de los estudiantes por aula tampoco anima a la innovación, apunta un profesor de Lengua y Literatura de Secundaria. “En las aulas hay tan poco espacio que el formato de trabajo colaborativo es mucho más complicado que la tradicional exposición magistral para todo el grupo. En las clases de informática los estudiantes están apiñados y tenemos equipos obsoletos en los que muchas aplicaciones no funcionan”, explica.

Él, como el resto de sus compañeros del instituto, han tenido que cambiar todas las programaciones para adaptarlas a la Lomce, incluidas las evaluaciones. “Cientos y cientos de páginas para programar y evaluar todo en estándares de aprendizaje. Decenas y decenas de tablas con el formato que nos piden, tablas cuya repercusión real en la práctica docente es el aumento de burocracia”, describe.

El tiempo para la preparación al margen del papeleo, asegura, es inexistente: “Los compañeros que han trabajado en USA me dicen que antes de cada clase hay una hora para preparala. Aquí no. Puedes tener cinco clases seguidas atendiendo a más de 150 personas sin ningún hueco para la reflexión”.

Lo que queda, coinciden los profesores, es “dar la vuelta al asunto, coger los estándares y hacerlos tuyos”. “Solo así, con mucho tiempo y dedicación, se puede romper con un modelo que emplea más las técnicas del siglo XX y que sería –abunda Álvaro López– inconcebible en otras áreas. ¿Te imaginas, por ejemplo, que un cirujano operara con los estándares del siglo pasado?”.