Vaya por delante que no es el objeto de este texto hacer un análisis científico de la LOMCE. Una Ley Orgánica plasmada en el BOE es lo que es, las palabras que la componen a veces tienen una intención, otras no. Y si está referida a una ley educativa, como es el caso, plantea unas bases, un suelo sobre el que se construye después todo el sistema.
En la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre, para la mejora de la calidad educativa (LOMCE) la palabra que más se repite es “educación”, seguida de “alumno”. Normal. Lo dice la primera línea del texto: “El alumnado es el centro y la razón de ser de la educación”. Llama la atención por poco habitual que el texto mencione más la versión femenina, “alumna” (166 veces), que la masculina (162). A los profesores también los distingue específicamente por sexo cada vez que aparecen.
Además de las más obvias (las familias “educación”, “centro”, “materias” o “asignatura”) ocupa un lugar destacado “evaluación”. Tampoco sorprende. Es uno de los conceptos en los que más ha insistido el Gobierno durante la elaboración de la ley. El término se repite en alguna de sus derivadas hasta 180 veces en 64 folios. Tanto apuesta por ella el Gobierno que los alumnos de la LOMCE —si la oposición no la tumba tal y como se ha comprometido tras las elecciones generales, cambio de mayorías mediante— harán una prueba cada tres años, llámese reválida o de fin de ciclo. En la LOE este concepto aparecía con mucha menos frecuencia.
“Competencias”
También merece un lugar destacado la idea de “competencias”, decimosegundo concepto más repetido en reflejo de la apuesta del Ejecutivo por esta enseñanza, que ya aparecía en la LOE aunque no con tanta profusión. La apuesta está ahí, aunque luego muchos defiendan que en este aspecto el Gobierno gobierna con su estilo contradictorio habitual: dice una cosa y hace justo lo contrario. Es lo que defienden los críticos con las reválidas. Se preconiza una educación por competencias al estilo OCDE pero se prepara una prueba final memorística.
Entre las presencias también destaca la Formación Profesional, un término que se repite en la ley en consonancia con la apuesta que el Gobierno hace por esta modalidad formativa —o dice hacer al menos, porque luego el Ejecutivo afirma que ésta se basa en un cambio de discurso principalmente—. “Profesional” es la decimoprimera palabra más repetida en el texto del BOE.
Pero en las leyes cuenta tanto lo que se pone como lo que no. O aquello a lo que no se presta apenas atención. Bajo este punto de vista puede sorprender que en una ley educativa aprobada casi en 2015 las referencias a la “tecnología” son limitadas (26 veces). Más evidente ocurre con nociones tan de moda en la educación como la “innovación” (cuatro presencias), la “creatividad” (tres) o el mostrarse “crítico” (cuatro).
Bueno, es que son términos más específicos que quedan reservados para los decretos que definen los currículos de Primaria o Secundaria, se podría pensar, y no el articulado general de una ley. Error a medias. En el currículo de Secundaria de la LOMCE que ha aprobado el Ministerio de Educación los términos aparecen, sí. Pero no entre los 800 más repetidos.
Poca “comunidad autónoma”
La presencia de las Comunidades Autónomas también es relativamente escasa, pese a que son ellas quienes tienes las competencias en educación. Las comunidades aparecen menos citadas que el Gobierno (42 veces frente a 47), por ejemplo, un hecho que quizá no sorprenda si se tiene en cuenta que todas las regiones que no gobierna el PP llevan cuatro años lamentando que no son tenidas en cuenta y que los decretos que salen de Madrid, que en teoría son de mínimos para que las Comunidades después los amplíen a nivel regional, tenían tan nivel de detalle que no les dejaba mucho margen de actuación.
Si afina la vista también descubrirá en la nube de tags palabras como “aprendizaje”, “artístico”, “diversidad” o “emocional”, conceptos muchos de ellos que son los que los opositores a la LOMCE (toda la comunidad educativa y la oposición política, de hecho) reprochan al Ministerio que no haya tenido en cuenta a la hora de elaborar la ley. Una LOMCE que margina las enseñanzas artísticas, un Gobierno que en cuatro años de presupuestos ha eliminado prácticamente (se ha reducido un 95%) la partida destinada a la educación compensatoria.