“Estoy disponible para lo que sea, pero, al mismo tiempo, no estoy en campaña electoral”. “No me veo ni me dejo de ver como presidente”. El arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, navega la posibilidad de ser el nuevo presidente de la Conferencia Episcopal. Él es, hoy por hoy, el principal candidato del sector conservador para suceder a Juan José Omella. Pese a que hace un año abandonó la Secretaría General de la CEE al considerar que no era compatible con su cargo, ahora se deja querer. Oficialmente no hay candidaturas, porque la elección se realizará a través de un voto de sondeo el lunes 4 de marzo y con una votación final al día siguiente, pero el otro nombre en liza, José Cobo, más cercano al Papa Francisco, no genera tantas afinidades en el episcopado español, de carácter conservador.
Argüello tiene opiniones polémicas sobre los partidos políticos, los lobbies de género, las víctimas de pederastia en la Iglesia o las bendiciones a parejas homosexuales. Se negó a bendecir una, confiesa en esta entrevista, porque pidieron una foto que podía ser “instrumentalizada”. Él insiste en que no le “apetece especialmente” presidir la Conferencia Episcopal. “Pero todos tenemos que estar dispuestos a ofrecer los servicios que nos pidan”, aclara. Tampoco rehúye ninguna pregunta planteada por elDiario.es.
El próximo 4 de marzo, arranca una Asamblea Plenaria en la Conferencia Episcopal. Su nombre está en todas las quinielas para suceder al cardenal Omella. ¿Se ve como presidente de la Conferencia Episcopal?
Ni me veo ni me dejo de ver. Creo que en el estilo de la Conferencia Episcopal, en las votaciones, todos estamos disponibles. Todos somos electores y todos podemos ser elegidos. Desde ahí, con esta actitud, yo me presento en esta plenaria como un obispo más. Sé que cuesta entenderlo, pero la Conferencia Episcopal no manda en los obispos y el presidente no es el jefe de los obispos. Para cualquier obispo, asumir una responsabilidad en la Conferencia supone un plus. De hecho, yo mismo...
Usted tiene experiencia en eso, fue cuatro años portavoz, y lo dejó al ser nombrado arzobispo por no poder compatibilizar ambos cargos.
Creo que es diferente la Secretaría con otro tipo de responsabilidades. Pero, en todo caso, no deja de ser una responsabilidad añadida y, en un deseo de dedicación plena a mi propia diócesis, no es una cuestión que a mí, en principio, me apetezca especialmente. Pero soy consciente de que todos debemos estar dispuestos a ofrecer los servicios que se nos pidan, cualesquiera que sean.
Pero hay muchas posibilidades de que usted sea el elegido. En la última votación en la que participaron todos los obispos para elegir a sus representantes en el Sínodo, usted sacó alrededor de 60 votos, más de dos tercios.
Sí, sí, eso es cierto. Y es verdad que luego los medios insistís en unos nombres. Soy consciente de esta situación y reitero lo que he dicho antes: estoy disponible para lo que sea, pero al mismo tiempo no estoy en campaña electoral.
No me apetece especialmente, pero todos tenemos que estar dispuestos a ofrecer los servicios que se nos pidan
¿Por quién votará? O, dicho de otro modo, ¿quién le gustaría que fuera presidente?
Eso no debe decirse en público y en alto. Pero en la actual Conferencia Episcopal hay unos cuantos obispos que perfectamente podrían prestar este servicio. Por ejemplo, cualquiera de los miembros de la actual ejecutiva o los presidentes de las comisiones episcopales.
¿Qué cualidades tendría el futuro presidente de la CEE?
Yo he vivido de cerca, como secretario general, a los dos últimos presidentes. Tanto don Ricardo Blázquez como don Juan José Omella, dos estilos personales diferentes, pero que sirven de referencia. De Blázquez destaco su sabiduría, el poder ofrecer la palabra oportuna en cada momento, el saber escuchar. Don Juan José tiene una gran capacidad para establecer relaciones, un deseo grande de favorecer el encuentro, un sentido del humor, de párroco de pueblo, pero luego tiene una experiencia de la vida de la iglesia desde su tiempo misionero en África hasta su presencia en los últimos años en la Santa Sede. Omella conoce la vida eclesial de Europa y de otros lugares del mundo.
Creo que un obispo que pueda prestar este servicio en la Conferencia Episcopal tiene que tener esta capacidad de tejer relaciones, de ser un instrumento para la comunión de los obispos y al mismo tiempo para impulsarnos todos juntos a la salida misionera que la Iglesia y el Papa nos está pidiendo en este momento sinodal.
¿Y sus talentos cuáles serían?
¿Los míos? No sé, yo tengo mi propia trayectoria vital, una experiencia en el mundo antes de ser sacerdote, de ir al seminario y de ordenarme como cura, en el mundo universitario, de la vida social y política de Valladolid. Quizás tengo un perfil de una persona a la que le gusta mirar la realidad, leer, ofrecer criterios.
Con el Gobierno de la Nación siempre ha sido más fácil llegar a acuerdos en cuestiones económico-patrimoniales que en temas que tengan que ver con nuestra visión de la vida, la antropología, la educación y demás
Usted, que ha estado en negociaciones con el Gobierno nacional, regional y local, ¿qué diferencias observa?
En las relaciones personales, mi experiencia es globalmente positiva. Como arzobispo de Valladolid, me alegra decir que las relaciones con los ayuntamientos y la diputación son las más satisfactorias y de cierta efectividad. Con el Gobierno de la Nación siempre ha sido más fácil llegar a acuerdos en cuestiones económico-patrimoniales que en temas que tengan que ver con nuestra visión de la vida, la antropología, la educación y demás. Ahí ha habido buenas palabras, pero más dificultad para poder concretar acuerdos.
Uno de los caballos de batalla que a usted le tocó lidiar como secretario general fueron los abusos sexuales. ¿Cómo ha avanzado esta cuestión? ¿Qué ha aprendido?
Creo que se ha avanzado en dos aspectos fundamentales. En primer lugar, en el nivel de conciencia de la gravedad de este pecado, que además es un delito. También en el dolor por esta situación, que supone un escándalo social y eclesial. Se ha avanzado mucho en la cuestión organizativa: en todas las diócesis, congregaciones religiosas, en la puesta en marcha de oficinas, de protocolos, de criterios de actuación. Aquí el avance ha sido extraordinario. Y hay que continuar, sabiendo que, desgraciadamente, la realidad del pecado no va a desaparecer por arte de magia. Tenemos que realizar todas las acciones preventivas que sean posibles, todas. Y también debemos estar dispuestos a poder abordar esta cuestión. La escucha de las víctimas se ha cultivado mucho más de lo que parece en este tiempo.
He aprendido que plantear que existen abusos en otros ámbitos de la sociedad ha sido interpretado muchas veces como una especie de justificación
¿Se plantearía la CEE recibir en plenaria a las víctimas?
Es verdad que no en este carácter que pudiéramos llamar simbólico, el de que obispos o provinciales hicieran algún paso en ese sentido. Hay que valorar su conveniencia o no, porque esto forzosamente habría que hacerlo a través de las asociaciones y hay muchas víctimas que no participan de asociaciones. Mi experiencia es que las personas no han querido tener ninguna relevancia pública.
Si finalmente es elegido presidente, le recordaremos cómo, siendo portavoz, llegó a decir que había pocos casos, si no ninguno, que se trataba de casos marginales…
Creo que hemos crecido en toma de conciencia del asunto, pero uno ha llegado a una convicción de que, aunque pueda valorar la realidad de los datos en el conjunto de la vida social española, realmente eso hoy no nos interesa. Lo que nos interesa es abordar este asunto y, desde ahí, que la sociedad también vea los pasos que deba dar. Lo que quizás sí he aprendido, personalmente, es que plantear esto ha sido interpretado muchas veces como una especie de justificación. Y yo no quiero ni flagelarme en exceso ni ofrecer pistas para que alguien diga que estos señores están justificando los abusos.
He recibido una petición para bendecir a una pareja homosexual, pero no era espontánea, porque llevaba consigo que se pudiera hacer una fotografía. Me pareció que se quería instrumentalizar en este contexto de las ideologías
Ha habido una polémica a nivel eclesial muy potente respecto a Fiducia Supplicans, las bendiciones a 'parejas irregulares' (matrimonios civiles, divorciados, homosexuales). ¿Cómo se posiciona al respecto?
El documento tiene dos puntos claves de referencia. Uno, que la bendición de Dios, el amor de Dios, es para todas las personas. Y otro, que claramente dice 'no' a las bendiciones de carácter ritual que en algunos episcopados se estaban planteando y preparando. Yo creo que la problemática ha venido por temas de contexto. Se ha aceptado que los obispos africanos viven en un contexto y a veces creo que no se ha tenido muy en cuenta que también en occidente vivimos en otro contexto, con estudios de género legítimos, las ideologías de género, más complicadas, las presiones de lobbies, todavía más complicadas, que también hacen sus subrayados a la hora de interpretar de una forma o de otra.
Voy a contar una cosa que no he comentado. Yo he recibido una petición en este sentido, pero no era espontánea, porque llevaba consigo que se pudiera hacer una fotografía. Y me pareció que se estaba queriendo utilizar la posibilidad de una bendición para instrumentalizarlo en ese contexto de las ideologías. Pero no cabe duda que hay mucha gente que te pide la bendición, y a mí una persona que me pide la bendición en el tren no le pido el carné de identidad de ningún tipo. Y eso es espontáneo, está claro. Pero hay algunos contextos en los que a veces se manipulan las cosas.
¿Y usted bendeciría una petición que no fuera espontánea?
¿De una persona? Sí.
¿De dos personas?
Tengo que tener claro que hay buena fe. Y es evidente que no es lo mismo que tú te lo encuentres un día que vas a una parroquia o por la calle que una petición de venir a tu despacho en el que es posible mantener un diálogo. La bendición de Dios es para todos, pero hay que mirar a cada rostro, a cada persona. Los rostros y las personas son lo importante para evitar dar paso a la generación de confusiones.
¿Espera que venga el Papa a Canarias camino de Argentina? ¿O es algo complicado?
No tengo ningún elemento de juicio directo, solo lo que he podido escuchar especialmente cuando los obispos de Canarias fueron a visitarle y es que se abrió esa posibilidad. Pero no sé nada más.
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